EN LA SIERRA DE CÓRDOBA

La berrea se presenta como una buena fórmula de turismo de interior

La ausencia de lobos, las fincas cercadas o la prohibición de cazar hembras ha hecho que el número de ciervos haya aumentado considerablemente
Ciervo en celo en plena berrea
photo_camera Ciervo en celo en plena berrea

Las primeras lluvias de otoño suelen marcar en la provincia de Córdoba la temporada de berrea en la Sierra. Con la corona afilada, los venados macho sólo piensan en una cosa: Procrear. Y se retan unos a otros a base de prologados berridos que se escuchan a kilómetros de distancia por conseguir el mejor harén y repartir al máximo posible su material genético.

Un magnífico espectáculo que despierta la curiosidad de propios y extraños, hasta el punto de que ya hay varias empresas en la comarca del Alto Guadalquivir que se dedican a realizar visitas guiadas con biólogos profesionales que les explica en qué consiste este fenómeno, donde se puede ver de todo, mientras contemplan a los animales lanzarse unos a otros como si fueran caballeros del Medioevo.

Ahora mismo, en Sierra Morena la berrea está en su apogeo, y así va a continuar por lo menos hasta mediados de octubre en algunos casos que hayan comenzado algo más tarde. Una cuestión que, según ha explicado Pedro Pérez, biólogo y naturalista de la zona de Montoro, en el Alto Guadalquivir cordobés, depende de la altitud a la que estén los animales. "A mayor altura sobre el nivel del mar comienza más tarde para que cuando las ciervas del a luz a sus crías, ocho meses después de haber sido preñadas, haya abundancia de pasto y generen más leche". Y la mejor época para ese es entre mayo y junio, porque "los hay que comienzan a berrear a finales de agosto".

Locura del celo

La berrea es la época también en la que los grandes machos se vuelven literalmente locos. No atienden a razones, se vuelven muy agresivos y embisten contra todo lo que puedan considerar un rival para su harén dentro de su territorio. Se ha dado el caso, incluso, de voltear a personas, perreros de regala sobre todo, que se les han aproximado en exceso.

En esa época los machos ni siquiera comen, sólo pelean y cubren hembras, por lo que se debilita y hay "un porcentaje que mueren, bien por las heridas que les pueda causar un rival en la lucha o bien porque sus defensas naturales del sistema inmunitario bajan en exceso y son víctimas de enfermedades como la tuberculosis".

Los visitantes pueden contemplar durante esas semanas situaciones de todo tipo. Desde grandes venados que corren alrededor de un grupo de hembras no sólo para evitar a otros machos, sino para que alguna de ellas no se escape o mantener dentro algunas que hayan podido ir incorporando, hasta el cálculo mental que realizan los rivales antes de retarse.

"La berrea es un gasto enorme de energía, así que los animales calculan perfectamente cuándo pueden salir derrotados, así que no pierden el tiempo en combatir por un harén y se van en busca de otro". Y, evidentemente, no todos los machos distribuyen su material genético de forma frenética. Los varetos, los más jóvenes con una cuerna demasiado pequeña aún, ni se atreven y por supuesto la hembra no se deja copular por cualquiera.

"Ellas también eligen con qué macho quieren estar por su planta, por su energía, por su fortaleza, por su cuerna, por su bramido y buscan lo que consideran de forma natural el mejor material genético para su descendencia", explica el biólogo. Por eso se puede ver también cómo algunas se van incorporando a harenes a conveniencia. Y se forma grupos grandes para un único macho de 20 o 40 ciervas.

Mientras que los 'caballeros' no comen, ellas, sin embargo, pastan tranquilamente y hacen 'vida normal'. Los machos, una vez acabado el celo, suelen vivir solos o bien en pequeños grupos de dos o tres venados, y se ha dado el caso de que se han retado 'amigos', porque han elegido el mismo rebaño para cubrir.

Pedro Pérez ha reconocido que ahora hay muchos más ciervos que hace unos años. Los motivos son obvios. La ausencia de su depredador natural, el lobo, es uno de ellos. "En Sierra Morena apenas se ven, quizá haya en la zona de Andújar (Jaén), pero hace años que en Cardeña no se avistan, por lo que está claro que el único depredador que les queda es el hombre, y, salvo por los furtivos, la caza está muy regulada".

Por otro lado, las fincas cercadas para hacer del sector cinegético un negocio de carne y trofeos, concentran cada vez más animales en su interior, lo que no deja de ser contraproducente por razones de endogamia y de mayor exposición a enfermedades infecciosas.

De igual modo hasta finales de los años 80 o principios de los 90 se podían cazar indistintamente machos y hembras, pero luego se prohibió la caza de ciervas y sólo se las puede abatir con permisos concretos de descaste, que tiene como fin la eliminación de las hembras más viejas y ya no válidas para procrear. Eso significa que un macho puede cubrir a muchas más hembras en la actualidad que antes y eso implica más prole.

"La buena gestión en una finca es la que mantiene un buen equilibrio en la cifra de animales de modo que se puedan alimentar de forma natural con la vegetación que haya, porque en caso contrario hay que alimentarlos con pienso y paja, lo que es un signo claro de que hay demasiados ciervos". El problema es que muchas veces el negocio y la cabeza no son compatibles y se busca la cantidad, "pero ahora se está empezando a aprender cómo gestionar las fincas y se renueva la sangre con hembras y machos moviéndolos de un espacio a otro".

Por cierto que el furtivismo es bastante común en época de berrea porque los buenos trofeos dejan de ser prudentes y salen al claro a combatir a la vista de todo el mundo. Por eso, en época de berrea también aumenta la contratación. En este caso de guardas que se mueven de un lado para otro no sólo para controlar a cazadores ilegales, sino también para espantar al interior de las fincas a los ciervos con cuernas de 'medalla'. En ese sentido, la berrea "es también fuente de creación de empleo" triplicando la presencia de guardas que trabajan codo con codo con la Guardia Civil para frenar el furtivo.

Todo eso ha hecho que la berrea sea un importante foco de atracción de visitantes. Y es que desde hace unos 15 o 20 años son muchas las personas que acuden a ver el espectáculo y "empieza a parecerse una auténtica romería", explica Pérez.

Se da el caso de una de las fincas más grandes del Norte de la provincia de Córdoba, Mañuelas, a medio camino de Montoro y Cardeña, en pleno Parque Natural, y que parte por la mitad la CO-5101. "Allí no es raro ver a familias enteras con sus sillas, sus mesas, sus cervezas y tortillas, disfrutando de un buen perol y contemplando la berrea; está claro que es un sector turístico emergente en la comarca", ha opinado el biólogo.

En este sentido, rutas para contemplar a los animales de cerca o para realizar safaris fotográficos con imágenes que pueden llegar a ser espectaculares, son una buena salida para montar empresas en este sentido.