Efemérides cordobesas

Tal día como hoy de 1473 se iniciaron cuatro días de matanzas de judíos y conversos en Córdoba

La hermandad de la Caridad mandó levantar la Cruz del Rastro para conmemorar aquel desatino fanático que avergonzó a toda la ciudad
Matanza de judíos en Sevilla en 1391
photo_camera Matanza de judíos en Sevilla en 1391

Fanatismo no es fe. Y no hay Dios que acepte las barbaridades cometidas por el ser humano en su nombre en ninguna época. ¿Quieren saber por qué hay una cruz en la confluencia con la ribera del Guadalquivir bajando desde San Fernando? A más de uno le va a avergonzar.

Estamos en 1473, en pleno Renacimiento, con las primeras luces de la razón iluminando la oscuridad del Medioevo (Botticelli acaba de estrenas su San Sebastián y Verrocchio su escultura de David). En Córdoba, tal día como hoy, según indica Cordobapedia, se estaba celebrando una procesión de la Virgen. Era de la hermandad de la Caridad, paradójicamente.

Se acercaba la Semana Santa y había que prepararlo todo para que no hubiera fallos. La imagen del Virgen, por ese motivo, fue ataviada con cuantas joyas y alhajas pudieron reunir los cofrades. Además, se alfombra literalmente "la carrera con yerbas aromáticas, las fachadas de las casas principales lucían lujosos tapices, y las demás tenían diversidad de colchas y cortinas en sus puertas, ventanas y ajimeces", tal y como relata el erudito Ramírez de Arellano en su famosísimo 'Paseos por Córdoba'.

Este detalle no es baladí, ya que al pasar por la Herrería (la Carrera del Puente), cayó sobre el manto de la Virgen orina lanzada por una muchacha desde una ventana. Y los rumores empezaron de inmediato diciendo que había sido instigada por los judíos a cometer tan imperdonable acto delante de los fieles. De ser así, es evidente la simpleza mental de aquella chica acostumbrada a lanzar las aguas menores por las ventanas previo aviso a la calle.

Fue un herrero de San Lorenzo, Alonso Rodríguez, quien a gritos culpó a judíos y conversos del sacrilegio, y el fanatismo y el odio irracional e inhumano permitió el resto. La autoridad, en la figura de Pedro de torreblanca, intentó evitar acrecida del odio y resultó herido por el fanático herrero. De inmediato, la procesión se disolvió y mientras algunos hermanos se llevaban la imagen otros asaltaron las casas de los que creían culpables, matando a sus habitantes, robando sus pertenencias e incendiando el interior de las viviendas.

"Gran número de muertos hubo este día y los tres siguientes en que duró la lucha" a manos de los mal autodenominaros cristianos. Don Alonso de Aguilar, hermano mayor del Gran Capitán, trató de poner fin a semejantes desmanes a lomos de su cabello y acompañado por los suyos llegó al rastro donde encontró al herrero. Le pidió que cesara y éste le respondió con insultos y arrostrando al noble con sus fuerzas tratando de amedrentarlo. Don Alonso le acabó ensartando con su lanza y se retiró creyendo que todo estaba apaciguado.

Craso error. El fanatismo llevó a los de Alonso Rodríguez a proclamarlo mártir de la (claramente falsa) fe que profesaba y en su nombre, culpando de nuevo a judíos y conversos, salieron a las calles todavía más envalentonados a cometer nuevas barbaridades. Don Alonso volvió a salir, "mas al llegar a San Agustín halló a los amotinados, a quienes ya capitaneaba otro noble llamado don Diego Aguayo, que, algún tanto calavera, no se asustaba de las amenazas, hasta el extremo de no sólo hacerle frente, sino que arremetió a pedradas y golpes, haciéndoles huir hasta el Alcázar, donde tuvo don Alonso que hacerse fuerte con los suyos y muchos judíos y conversos que buscaban su amparo. Allí los dejaron, volviéndose los amotinados a cometer desmanes idénticos a los ya referidos".

El motín duró cuatro días, tiempo suficiente para enriquecerse vilmente y eliminar muy probablemente a aquellos a los que debían dinero para quedar libre de toda deuda, amén de satisfacer bajos y muy cobardes instintos a base de violaciones, y fue uno de los más vergonzosos y sangrientos ocurridos en Córdoba. Finalmente, salió Don Alonso del Alcázar ofreciendo perdón de los crímenes cometidos y mandando a los judíos y conversos salir de la ciudad o fijar su residencia en el actual barrio de la Judería.

Pues bien, como la hermanad de la Caridad entendió que aquellos desmanes habían salido del seno de su cofradía decidió colocar allí una cruz para conmemorar la matanza. Dicen algunos que se llama Cruz del Rastro por el rastro de sangre que generaron los asesinatos de aquellos cuatro días y que llegaron hasta el río, pero la realidad es que allí se celebraba un rastrillo de compra y venta hasta 1568.