VIDAS LABORALES

Cuando trabajar en agosto se convierte en misión casi imposible

Beber agua, buscar la sombra y protegerse del sol con sombreros entre las principales soluciones de los cordobeses que trabajan a pleno sol

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photo_camera Paqui trabaja en un chiringuito durante todo el verano a altas temperaturas

Trabajar en agosto en Córdoba no es tarea fácil, ya no sólo porque más de la mitad de la ciudad está de vacaciones y hay que acudir al trabajo soportando las fotos en playas paradisiacas que los compañeros y amigos suben a las redes, sino también por las altísimas temperaturas que están acompañando últimamente a los que por motivos laborales no han tenido más remedio que quedarse en la capital. Pero como en todo, siempre hay profesiones para las que el calor se convierte en un compañero más durante la jornada, se trata de esas profesiones que se desempeñan en la calle y que obligan a barrenderos, repartidores, comerciales, vendedores de cupones, albañiles o camareros a buscarse sus propios trucos para que el ir a trabajar sea una tarea algo más llevadera.

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Este es el caso de Paco Cobos. Este vendedor de la ONCE instala cada mañana su puesto de cupones en la calle Cruz Conde. Su ubicación va variando a lo largo del día en función de donde esté pegando el sol, ya que, según ha explicado a Córdoba Hoy, "voy de un lado a otro buscando la sombra y a lo largo del día me cambio de acera varias veces”.

Paco comienza cada día muy temprano, sobre las 08.30 horas de la mañana para hacer una parada a las 14.00 horas. Después se marcha a casa para regresar sobre las 18.30 y trabajar un par de horas más. Paco explica que así se quita las horas centrales del día en las que hace más calor y en las que no hay nadie por la calle. Además, para combatir los efectos de la climatología, este vendedor lleva siempre consigo una botella de agua fresquita para mantenerse bien hidratado.

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También buscando la sombra durante todo el día se encuentra Rafael Jesús Valderrama, un comercial de PTV Córdoba instalado en la calle Capitulares. Su horario es de 10.30 a 13.30 horas y de 17.30 a  20.30 horas. Según cuenta, las tardes "son lo peor del horario", porque apenas hay nadie en la calle.

Estos comerciales permanecen durante toda la jornada en su puesto portátil, que, con suerte, pueden mover unos metros para "intentar refugiarte buscando la sombra". Durante el día, comenta, hay menos ventas, ya que todo el mundo está en casa metido para no tener que estar en la calle, y es a partir de las 19.00 o 20.00 horas cuando "más movimiento de trabajo tenemos".

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María del Carmen trabaja en Sadeco y le corresponde la limpieza y mantenimiento de la zona del Centro. Durante sus siete horas de trabajo (desde las 06.45 hasta las 13.55 horas) señala que lo mejor para combatir el calor es beber agua de vez en vez y refrescarse con las fuentes, además de "ir buscando la sombrilla", algo fácil, según ella, en la zona de la ciudad en la que le toca trabajar. Pero aún así, las peores horas del día son a partir de las 11.00 de la mañana cuando, "por muy a la sombra que estés, sientes el calor de todo el día pesándote en la espalda".

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Ángel, albañil, combate sus nueve horas de trabajo "con el sombrero" y bebiendo agua. Pero lo peor de todo, después de un mes con alertas constantes por altas temperaturas, son las dos horas que trabaja por la tarde, de 15.00 a 18.00 horas, que "es cuando peor se pasa y no hay quien aguante aquí en Córdoba con 45 grados; eso sí es de temer".

quiosquero

"Me lo he llegado a encontrar a unos 50 grados dentro los días malos, cuando fuera hace entre 40 y 42", explica, entre tanto, Enrique Cantero, de 43 años, un quiosquero del coqueto Barrio de San Rafael. Y es que su centro de trabajo, el quiosco, está hecho de chapa y eso absorbe el calor que da gusto. Así lleva ya siete años con mucho sufrimiento, no sólo por el clima, sino por la cantidad de tiempo que hay que echar al trabajo para que el negocio no sea una ruina.

El saludo de las chicharras

En su caso tiene la suerte de contar con aire acondicionado, pero el bofetón de calor al abrir la puerta no se lo quita nadie. "El aire no lo alivia todo y el calor de fuera, ése que no deja salir a nadie a la calle, te acaba llegando". Su fórmula mágica para no acabar deshidratado es sencillamente beber agua. "Antes no era de los de beber y ahora estoy constantemente con la botella recuperando líquidos y me llego a meter unos tres litros tranquilamente".

Para su gusto, lo peor es la tarde. Porque por la mañana hay siempre más movimiento y con la clientela uno se entretiene y se olvida del sol, pero después de comer "sólo oyes las chicharras". Es duro, pero no deja de ser un trabajo y eso, hoy en día, es por desgracia un raro tesoro que hay que mantener a toda costa.

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No es cuestión de competir, pero otra que pasa un calor mortal es Paqui Moreno Couñabo, de 41 años, y que lleva trabajando en la cocina de un chiringuito de piscina en los últimos tres años, tras pasar por la Bodega Moriles. "La cocina es un auténtico infierno en verano", explica, y como tienen un termómetro dentro han podido medir la temperatura. Mientras que a media mañana llega ya a los 41 grados, la cosa se pone peor al mediodía, con 45 grados y "hemos llegado a contabilizar 48 grados".

La cocinera Paqui Moreno bebe a diario entre 6 y 8 litros de agua para combatir los 48 grados que se alcanzan en su cocina

A eso sólo hay dos maneras de combatirlo: "O se te acostumbra el cuerpo, que es lo más habitual, o te pasas todo el tiempo bebiendo agua". El caso de Paqui es como para tener los riñones realmente limpios, puesto que, según dice ella, se llega a beber diariamente entre seis y ocho litros a base de macetas, esos vasos de medio litro que su clientela suelen tomárselos con cerveza.

El problema de la hostelería es que no se puede combatir con aire acondicionado y un ventilador "sólo mueve el aire que ya está caliente". Eso ha hecho que Paqui, sin llegar tampoco a perder el conocimiento, haya notado el cuerpo flojo y se ha visto obligada a tener que salir "más de una y más de dos veces" a tomar el aire 'fresco' para recuperar fuerzas. Eso, o una Coca-Cola o un Aquarius para despabilarse, porque de comer ni habla. "Se acaba perdiendo el hambre y lo que te pide el cuerpo todo el rato son líquidos y sales".