VISITA DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO A CÓRDOBA

Rajoy, mayoría absoluta de 'selfies'

Como si de una estrella del Pop se tratase, el presidente en funciones del Gobierno demostró en su paso por el hotel Córdoba Center que se encuentra más cómodo en los ambientes festivos que en los oficiales.

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photo_camera Mariano Rajoy posa con uno de sus seguidores en Córdoba FOTOS: ROLDÁN SERRANO

Alrededor de 45 minutos tardó Rajoy en atravesar los pocos metros que separaban la sala del hotel Center donde se congregó el PP para su junta directiva y la puerta de salida donde le aguardaba el coche oficial y numeroso público congregado que le recibió con aplausos y gritos de ¡presidente, presidente! Si bien la situación de los populares en el Congreso deja muy abierto el futuro del Gobierno, Rajoy mostró que tiene mayoría absoluta en cuanto a "selfies" se refiere. Todo un asfixiante récord que hizo que andar un pequeño trecho fuese cosa de varios minutos. Récord de abrazos y sin duda de besos también. Numerosos afiliados y simpatizantes del PP se colocaban junto al presidente, convertido para la ocasión en una suerte de estrella del pop. Incluso el ex alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, hizo el papel de esforzado fotógrafo en más de una ocasión. 

Alrededor de las 11:00 ya estaba todo preparado para la llegada del presidente del Gobienrno justo el día después de anunciar que no se presentaría al debate de investidura. Una treintena de policías entre uniformados y de paisano se ocupaba de la seguridad, al margen de los escoltas. En las azoteas de alrededor se podía ver asomados a los G.E.O. Pocas veces una junta directiva local, pues es lo que se celebraba, había tenido tal expectación. Lo que debiera haber sido un trámite interno más, quedaba convertido en una atracción para los medios. Numerosos fotógrafos, cámaras y redactores confiaban en que Rajoy les atendiese antes de entrar en el acto, cosa que no se produjo por motivos de seguridad.

La llegada del presidente respondió al clásico visto y no visto

Ya desde esa hora se congregaban bastantes curiosos. Dos señoras se sentían ninguneadas cuando encargados de la seguridad del presidente las colocaron tras una banda delimitadora. "¿Y esas por qué tienen privilegios?". Esas eran trabajadoras del partido que debían estar en el interior de esa frontera imaginaria. "Pues que den ejemplo y se quiten del medio". Las dos señoras siguieron inasequibles al desaliento durante minutos, hasta que ya en broma dijo uno de los periodistas que estaban a la espera: "Son dos señoras-bomba". Esa debía de ser la única explicación de tantísima, y tan maleducada, insistencia, la vía despejada para el magnicidio.

Cómodo en Córdoba

La llegada del presidente del Gobierno respondió al clásico visto y no visto, o sea, salida del coche oficial, saludo al público, unos pasos, segundo saludo dirigido a la prensa, y para adentro. Debido al tamaño de la sala, parte de los periodistas tuvo que seguir las intervenciones en otra cercana; sólo cámaras y fotógrafos hicieron su trabajo en la principal. Tras las intervenciones de José Antonio Nieto, el presidente del PP andaluz, Juan Manuel Moreno y el propio Rajoy, aquel visto y no visto inicial se convirtió en lo contrario: ese tranquilo paseo plagado de clicks de móviles y miradas al aparato para ver si había salido bien la foto -y si no repetirla sin ningún problema- con el máximo mandatario del país, que por cierto parecía más cómodo en ese ambiente festivo que en casi cualquier tipo de comparecencia pública. Cuando aparece.

Los periodistas de nuevo aguardaron por si se producía la atención reclamada y de nuevo su gozo en un pozo. Entre tanto la espera estaba amenizada por conversaciones entre dos ancianos en torno a la batalla de Teruel, tal cual. Se podía escuchar "fue la única ciudad que se reconquistó". 

Ni reconquista ni conquista esperan sin embargo a un Rajoy que va a tener que optar por la más pacífica y paciente diplomacia a corto y medio plazo con la incertidumbre del Gobierno por delante. 

Pero lo más importante de la jornada es que en la salida permanecían las dos señoras, sin duda de la estirpe que grita "guapo" en los platós de televisión y "asesino" en la puerta de los juzgados. Quizá la presidenta y vicepresidenta que debería tener España con todo merecimiento.