MEMORIA HISTORICA

Patricio Azkárate: "La guerra es siempre terrible, pero forja amistades muy fuertes a base de solidaridad y cariño"

Patricio Azkárate

Uno de los pocos supervivientes que quedan de la Batalla del Ebro ha recibido un reconocimiento en Córdoba durante una jornada sobre el papel de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil

El próximo año se cumplirán 80 años del enfrentamiento bélico fraternal entre españoles, más conocido como la Guerra Civil (1936-1939), donde en sus últimos momentos se produjo una batalla fundamental para el devenir del conflicto, la del Ebro, donde tuvieron un papel importante las Brigadas Internacionales procedentes de Francia (especialmente), Alemania, Estados Unidos, Inglaterra o Rusia. Precisamente, ayer tuvo lugar en la Facultad de Filosofía y Letras de la UCO una jornada en homenaje a estos soldados extranjeros que lucharon en favor de la República contra la rebelión del Ejército, que acudieron en un número importante, unos 36.000, de los que 10.000 dejaron sus vidas en esta tierra, y que también actuaron en la provincia de Córdoba de sur a norte hasta el frente de Peñarroya y Valsequillo, donde transcurre la trama de la película 'La mula', de Michael Redford, aún por estrenar.

Pero el protagonista absoluto de la jornada fue Patricio de Azkárate, de 95 años, unos de los pocos que todavía sobrevive a la Guerra Civil y a la propia batalla del Ebro, donde actuó como secretario personal del Jefe de Estado Mayor, el coronel José Sánchez Rodríguez, y como su intérprete con las Brigadas Internacionales, ya que por aquel entonces "ni los militares españoles sabían idiomas ni los soldados extranjeros que venían a España hablaban español". En su caso, siendo hijo del embajador de España en Londres, Pablo de Azkárate, y habiendo vivido en Ginebra durante toda su infancia y parte de la adolescencia, su conocimiento de cuatro idiomas resolvió el problema que tuvo Santiago Carrillo con él cuando se plantó ante él el joven Patricio, de tan sólo 17 años y ninguna experiencia vital.

"Yo no era un soldado cualquiera que llegaba a luchar; era el hijo del embajador y hermano de un alto cargo de las JSU (Juventudes Socialistas), y la formación de la milicia ya había pasado", recuerda Patricio Azkárate. "Carrillo me dijo que en breves semanas iba a comenzar la batalla en el Ebro y, tras preguntarse qué podía hacer conmigo, me pidió que le dijera qué sabía hacer". Los idiomas le ubicaron en su sitio y durante los tres meses que duró aquella dura batalla sirvió de enlace entre el coronel Sánchez y el resto de jefes de cuerpos del Ejército, el V, el XV y el XII, Juan Modesto, Enrique Líster, Joaquín Elío, Manuel Tagüeña o Etelvino y, por supuesto, los de las BriGadas. "A todos ellos, pertenecientes al Partido Comunista, los conocí muy bien y aunque prácticamente el Ejército del Ebro estaba controlado por el PC, Sánchez Rodríguez no era del partido, pero se entendía muy bien con todos ellos".

De hecho, el coronel era "de los pocos militares profesionales que se quedaron a defender la República y lo suyo no era la político, y conmigo se portó como si fuera su hijo", recuerda Patricio con un brillo en los ojos. "Yo no había visto un fusil en mi vida y llegaba de Ginebra, sede de la Sociedad de Naciones, una ciudad de paz y concordia, así que el cambio de ambiente fue muy brusco -añade-, pero al cabo de dos semanas me acabé habituando al frente".

Ni un tiro, pero todos los bombardeos del mundo

En efecto, el superviviente, nacido en Londres por accidente, pero educado en Suiza, señala que no disparó ni un solo tiro, "pero me chupé todos los bombardeos del mundo", y el recuerdo que tiene de aquellos días es una extraña mezcla de horror, "la guerra siempre es terrible", a consecuencia de los primeros cadáveres que empezó a ver y los asaltos de los soldados saliendo de las trincheras, con la buena sensación que provocaba "la enorme solidaridad y cariño que genera la guerra entre compañeros de armas, porque no sabes si al día siguiente te tocará a ti o dejarás de ver para siempre a un amigo".

Y uno de esos buenos recuerdos se lo aporta la música. La famosa canción de "El Ejército del Ebro", que luego se difundió a nivel internacional, tuvo su origen allí mismo, en medio del conflicto. "No me puedo quitar de la cabeza una vez que se había cruzado el río la cantidad de camiones con soldados que iban a ocupar las cabezas de puente y todos ellos iban cantándola".

La derrota republicana le llevó a exiliarse a París y luego a Londres, de nuevo con su familia. Y durante los siguientes años fue dando tumbos otra vez en Francia, Viena, Praga y finalmente Córdoba. "Yo estuve a mediados de los años 50 (del siglo pasado) trabajando durante cinco años en Córdoba, en Cenemesa, la única fábrica importante que había entonces en la ciudad en material eléctrico y dejé aquí a muchos amigos a los que espero ver", ha indicado.

En comparación con aquellos tiempos, en los "la población estaba muy polarizada y todos éramos muy sectarios, aunque ahora se me ha suavizado un poco, pese a ser comunista hasta la médula", Patricio incide en la idea de que había más solidaridad entre la gente, algo que se quebró con la llegada del franquismo, pero que se extendió en el exilio. Ahora, "la situación no la veo clara, porque la izquierda está desunida, si bien tengo la esperanza de que se logre desplazar a la derecha del poder, a pesar de que lleguen a un acuerdo entre PP y Ciudadanos; en muy poco tiempo veremos lo que pasa".