CRISIS DEL CORONAVIRUS

Granitos de arena en tiempos del coronavirus: así funciona un grupo de ayuda mutua

En los primeros días del confinamiento surgieron diversos grupos de ayuda mutua en Córdoba. Multitud de ciudadanos ponen sus conocimientos o su tiempo para hacer frente a la situación a través de estas organizaciones que buscan voluntarios
El párroco de Santa Isabel de Hungría, Javier Cañete, reparte alimentos al hombre más joven de esta iglesia, Antonio Manuel Fernández
photo_camera El párroco de Santa Isabel de Hungría, Javier Cañete, reparte alimentos al hombre más joven de esta iglesia, Antonio Manuel Fernández

Falta la de alrededor de los focos y la de las rejas exteriores de las ventanas. El pintor no pudo terminar su trabajo. Estalló la crisis del coronavirus y esas zonas de la iglesia de Santa Isabel de Hungría se quedaron con el color anterior. Esta pequeña parroquia situada en la Plaza de Andalucía empezó justo a pintarse al principio de la semana en la que se decretó el confinamiento. "Cuando empezó todo esto fue un desbarajuste, poco a poco hemos ido consiguiendo ordenarlo", explica el párroco Javier Cañete. 

Entre el Sector Sur, el Cerro y el Polígono del Guadalquivir hay siete parroquias. Santa Isabel de Hungría se ocupa de unos 2.000 feligreses. Gran parte de ellos fueron personas de pueblo -profesores, maestros, abogados- que vinieron hace décadas a la capital y están jubilados. "Ahora mismo están tirando y no necesitan ayuda", declara Cañete. Los que no pueden hacer frente a la situación son los parados de larga duración o los que estaban empleados pero perdieron su trabajo al estallar la crisis sanitaria. Entre ellos limpiadoras, vendedores ambulantes o camareros. "Son gente que llegaba a final de mes justitos pero ahora se ven en una situación muy mala". Y ellos son los que acuden a la parroquia en busca de comida o artículos para niños, como pañales.

La solicitud de ayuda

Al final de la primera semana de confinamiento se puso en marcha la plataforma de ayuda mutua 'Dos pasos por delante'. Entre sus acciones cuenta con un grupo de Telegram compuesto por más de cien personas. En ese grupo se solicita asistencia allá donde es necesario. Puede ser desde realizar llamadas para confeccionar bases de datos a ayudar al reparto de material sanitario. O bien, como en este caso, ayudar a una parroquia para cagar, descargar y clasificar alimentos. Esta semana, una usuaria del grupo, Esperanza Vera, escribía este mensaje:

Buenos días a todos, desde la parroquia Santa Isabel de Hungría, nos solicitan ayuda para recogida y organización de alimentos. Haría falta:
- 2 o 3 personas
- 1 furgoneta para cargar
Mañana 22 de Abril (17h), quien pueda colaborar, me indicáis y vemos los detalles.
Sería para recoger en banco de alimentos y organizar en la parroquia (zona sector sur) CP 14009

Mediante el uso de mensajes privados, la solicitud quedaba solventada en apenas un par de horas.

El banco de alimentos

A la 17:00 horas la furgoneta con el párroco y los voluntarios está en el banco de alimentos. Debido a las necesidades del lugar la distribución es imposible hasta pasadas más de dos horas. Quedan llenas la furgoneta y el coche del sacerdote: legumbres, arroz, batidos, carne de pollo o cervezas con limón son algunos de los alimentos y bebidas que componen kilos y kilos para repartir.

 Una vez la furgoneta y el coche quedan repletos, el grupo se dirige desde la zona de la facultad de Derecho (donde está la sede del banco) al Sector Sur. Llegan a la iglesia en torno a las 19:30.

Tras la llegada, y mediante turnos por el que una persona se queda vigilando la furgoneta o el coche (al quedarse abierto) se van llevando los alimentos y bebidas a toda velocidad. Los que necesitan frío van para el frigorífico y congelador que Javier Cañete tiene en una habitación contigua a su despacho. El resto se clasifican por tipos en los propios bancos de la parroquia, que durante la crisis del coronavirus, y ante las circunstancias, hacen de particulares estanterías.  En un extremo quedan las legumbre, en el otro los batidos. Allí los productos para niños, allá los dulces o galletas.

De esta forma queda una visión peculiar. El altar, el órgano de la iglesia...y alrededor un paisaje de cajas y envases. 

El grupo de voluntarios

El grupo de voluntarios  se ha apuntado a este trabajo a través del Telegram de 'Dos pasos por delante', salvo Pilar Pineda, que viene de parte de su prima Esperanza Vera, de la que partió el aviso. Pineda mantiene aún su trabajo, al menos en parte, y por ejemplo sigue limpiando en institutos de enseñanza y otros lugares. Parte de su tiempo libre lo dedica a estas labores de ayuda mutua.

Junto a ella está Isidro Molina, agente comercial y muy conocido en la ciudad por ser el padre de Paco Molina, que lleva cinco años desaparecido. Contaba entonces 16 años. Molina es el presidente de la asociación de familiares de desaparecidos de Córdoba, Afadecor. Tras el reparto conversa sobre aquella desaparición y la esperanza de que su hijo esté vivo, pues al parecer un testigo fiable lo vio coger un autobús a Madrid en aquella jornada desde la que no saben más de él. Echa en falta, en torno a los desparecidos en general, que las administraciones cuenten con un sistema eficaz para cruzar datos. Por ejemplo, nos cuenta, justo en estos instantes los datos sanitarios podrían señalar el paradero de su hijo. Estos sistemas de entrecruzamiento de información no existen ahora mismo. Igualmente resalta que pese a solicitar las grabaciones de las cámaras de la comcandancia de la Guardia Civil de República Argentina (su hijo se despidió de un amigo en Los Patos) no se las dieron. 

Voluntarios para el reparto de comida en Santa Isabel de Hungría

El tercer miembro del equipo de reparto voluntario es Luis Rodríguez, militar que a su vez es impulsor de otra plataforma de ayuda en Córdoba, la Covid-19. Rodríguez nos cuenta cómo llegaron en un primer momento a utilizar la espuma de los flotadores-fideo para usarla en máscaras protectoras. También cómo al principio los materiales que se necesitaban se llevaban a cada asociación o lugar donde fueran precisos, de forma a su juicio más ágil y efectiva que ahora que todo está centralizado con el paso obligado por el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica (Imibic). En ese primera fase su plataforma se dedicó sobre todo a la fabricación de viseras, mascarillas o batas. Ahora se encuentran en una segunda: intentar hacer un banco de productos de todo tipo donados por empresas. Como el de alimentos pero...de todo lo demás.

Y ya hemos hablado del sacerdote, Javier Cañete. Lleva once años de párroco en Santa Isabel de Hungría. Pero además es el capellán del convento de las Hermanas de los Ancianos Desamparados, donde para no tener contacto llega a dejar el cáliz consagrado en un punto determinado donde lo recogen las monjas. Desde su punto de vista, y pese a que la residencia cuenta con un fallecido, los medios han reflejado la situación de forma demasiado alarmista. Las Hermanas, nos explica, tomaron precauciones muy pronto y han continuado con diversas medidas de división de los residentes, por lo que la situación es lógimamente preocupante dadas las circunstancias pero no, insiste, de la forma en que se ha publicado. Con respecto a su parroquia del Sector Sur también nos indica que sigue oficiando misa los domingos donde se ha de respetar la distancia de seguridad. A veces un feligrés está en un extremo de la iglesia y otro, como suele decirse, en la otra punta.  Hace hincapié además en que dentro del estado de alarma, y pese a algunas confusiones, se puede dar misa.

El párroco de Santa Isabel de Hungría, Javier Cañete

El reparto de comida

Tras la clasificación de los alimentos en los bancos, el sacerdote manda un aviso a través de diversos grupos de difusión por Whatssapp..  Al día siguiente habrá un pequeño reparto de comida (hubo uno grande pocos días atrás). En esta ocasión se centrará fundamentalmente en el pollo, que es el producto que hay que consumir con preferencia. La gente tendrá que estar en la parroquia a las 11 de la mañana.

A esa hora, en la puerta, esperan más de veinte personas. De una en una van pasando al interior de la parroquia, donde reciben la comida y latas de bebida. De los repartos de comida una vez al mes se ha pasado debido a la pandemia a casi uno a la semana.

Reparto de comida en Santa Isabel de Hungría

Entre las personas que acuden están dos mari cármenes, casualmente pasan seguidas y se encuentran en una situación similar de paro de larga duración,  Wilson, que pide en un semáforo de la zona, María José, que tiene un marido enfermo e ingresa sólo unos 170 de paga, José Antonio, que ha sufrido un ERTE, Marian y Lola, ambas limpiadoras ahora sin trabajo. Como indicamos al principio del reportaje se juntan desempleados de tiempo con gente que llevaba una vida corriente y el coronavirus ha truncado de pronto.

Durante todo el reparto se genera un ambiente de cordialidad y simpatía, en el que se percibe el oficio en el trato de Javier Cañete, que hace las veces de sacerdote, psicólogo y amigo.

Mira en la lista. No han venido, como señala, dos nuevos. La falta de costumbre. Deben de haberse despistado. Cañete los llama personalmente para que se pasen a por la comida.

El círculo se cierra

El último en llegar tras esa llamada es Antonio Manuel Fernández, en la imagen principal, un joven de 25 años en paro que ha trabajado en lo que iba saliendo, como albañil o pintor, aunque bromea añadiendo "pero sin saber pintar". Vive con su novia, que quiere tener un niño. ¿En este momento? "Le he dicho que no todavía, pero por la falta de trabajo, lo del coronavirus me daría igual".

En este caso, al ser nuevo e ir por vez primera a Santa Isabel de Hungría, recibe no solamente el pollo y bebidas, sino también otros productos. En una amigable conversación, y con toda su simpatía, no duda en decirle al sacerdote Javier Cañete, "yo no creo en Dios, pero sí en personas como usted". El sacerdote, igualmente amable, responde que no pasa nada "la fe llega cuando tiene que llegar".

Pero el milagro cotidiano se produce. El más joven de la parroquia, que no cree, y el sacerdote, que necesita a gente tan joven como voluntarios, llegan a un acuerdo. Y a partir de entonces Fernández echará una mano cuando se necesite. 

"Una vez tuve un cachorro de perro con parvovirus, y se me estaba muriendo. Ya no sabía que hacer y empecé a rezarle a Dios: por favor que pase esta noche. Y al día siguiente el cachorro se recuperó. Esa es la única vez que he creído en algo divino", le explica con enorme gracia andaluza Fernández a Cañete.

No ha hecho falta que lo divino les uniese, sino la confianza mutua. Lo humano. 

En el poema 'Los justos', de Jorge Luis Borges, el poeta realiza una enumeración de personas que hacen tareas cotidianas o tienen pensamientos corrientes. Concluye que esas personas, que se ignoran entre sí, están salvando el mundo. De forma igualmente corriente, y sin necesidad de versos, multitud de cordobeses, entrelazados por diversas asociaciones de ayuda mutua, al menos están contribuyendo a salvar los barrios.