ENTREVISTA A JOSÉ MANUEL BELMONTE, ESCULTOR

"En Córdoba hay belleza por todos sitios y así no valoramos el arte"

Entrevista con el escultor José Manuel Belmonte, autor de varias esculturas callejeras repartidas por Córdoba, como la Regadora o el monumento a Juan de Mesa

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photo_camera José Manuel Belmonte junto a su obra La Regadora.

En el amplio taller del escultor cordobés José Manuel Belmonte conviven las esculturas simbólicas con las figurativas, aunque abundan las segundas. Son estatuas de un realismo tal que parece que están vivas; más aún cuando muchas de ellas ni siquiera responden a los cánones clásicos de la belleza. Son modelos "corrientes", de la calle, ya que a Belmonte le gusta representar también lo cotidiano. Un ejemplo: en esta entrevista asegura que le haría ilusión representar el desnudo de una mujer anciana.

José Manuel Belmonte es uno de los artistas cordobeses actuales con mayor reconocimiento en todo el mundo. Ha expuesto en medio planeta, aunque en Córdoba seguramente sea más conocido por sus esculturas callejeras. Con él habamos sobre el arte actual, la escultura contemporánea pero también la clásica, en una conversación en la que Miguel Ángel estará muy presente.

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Vivimos momentos de confusión en el mundo del arte, en el que todo se acepta

-Su escultura suele ser figurativa, no simbólica. ¿Ésa es la corriente actual de la escultura contemporánea?

-Vivimos momentos de confusión en el mundo del arte, en el que todo se acepta. Que una obra sea figurativa o abstracta no tiene por qué no ser contemporáneo. Para mí todo depende del mensaje que quieres dar. Un artista es el biógrafo de la sociedad y a través del arte se ha narrado la historia de la Humanidad. Podemos ver incluso lo que se comía o las vestimentas que se usaban en otros tiempos. Yo no dejo de narrar la sociedad en la que vivo, y en ese sentido me considero igual que un artista abstracto. También parece que la vanguardia es sólo el arte abstracto o experimental, pero en realidad lo contemporáneo es vivir el momento que nos ha tocado.

-Pero para el público en general, no especializado, sus obras pueden parecerle más cercanas, más comprensibles que otro tipo de arte. ¿Eso lo tiene en cuenta también un artista?

-Sí, y además ocurre que ante el arte abstracto la gente no critica porque tienen miedo de hacer el tonto. Yo pretendo hacer arte para todos los públicos. Pasa con el flamenco, no puedes empezar con una seguiriya, sino con unas sevillanas. En el mundo del arte la gente está muy lejana porque no lo entiende, parece que el arte tiene que ser para un élite culta, y no es así, debe ser didáctico. Incluso ocurre en el arte religioso. Yo creo que el arte figurativo permite conectar con el público y he visto a gente llorar en mis exposiciones, y yo me emociono también. Lo que pretende el artista es provocar emociones.

-Entonces, ¿hay esnobismo en el mundo del arte?

-Sí, hay una corriente que piensa que todo tiene que ser vanguardia, el lienzo se ve como algo artesanal o no se reconoce la escultura pero sí el videoarte y la fotografía manipulada. Eso son corrientes promovidas por galeristas, museos, críticos y un sector de los artistas a los que quizás les interesa que el espectador no sepa. Se ha convertido en mercantilismo, pero eso se aleja de lo que es el arte.

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Migue Ángel incluso decía que la pintura era un tontería comparada con la escultura

-Umberto Eco, en su Historia de la Belleza, hace un recorrido histórico por diez modelos de belleza, que van desde el Adonis o la mujer desnuda hasta reyes o princesas. En todos ellos menos en dos (Jesús y María, muy posteriores al nacimiento del arte), la primera obra conocida es una escultura. ¿Podría decirse que la escultura está en el origen del arte?

-Creo que sí. Migue Ángel incluso decía que la pintura era un tontería comparada con la escultura. En la escultura jugamos con tres dimensiones y además con el color se falsea mucho en el mundo del arte. En la escultura, por contra, sólo existe el color de la piedra y hay que jugar con claroscuros y brillos. En cuanto a la belleza, quienes empezaron con el arte como lo conocemos hoy fueron los griegos, que rendían culto al cuerpo y a la belleza. De ahí copiaron romanos, italianos... hasta que en el románico se perdieron los cánones. Hoy en día... no lo sé. Hay una corriente de obras hiperrealistas que trabajan con el desnudo. El desnudo convierte a la obra en intemporal, porque con la vestimenta cambia la cosa.

-Buena parte de sus obras son desnudos...

-Ése es uno de los motivos, pero también tengo esculturas vestidas. Depende de lo que quieres representar.

-¿Cree que vivimos en una sociedad pacata, que sorprendentemente no acepta los desnudos así porque sí?

-Creo que están los dos extremos: los carcas con su falsa moral del desnudo y gente totalmente liberada. Yo pienso que todos los cuerpos son bonitos, todos tienen algo. En una playa naturista te das cuenta de que el cuerpo perfecto no existe. Pero pienso que todo eso forma parte del cuerpo humano, que hay que verlo de forma natural, y yo veo mucha belleza en el desnudo.

-¿En cualquiera?

-Sí, incluso me parecen feos los cuerpos musculados de gimnasio. Otra cosa es la musculatura natural y fibrosa.

-¿Como la del Discóbolo de Mirón, por ejemplo?

-Si, nada de musculaturas exagereadas, aunque los griegos ya en la época helenística también exageraban mucho. Miguel Ángel sí exageró con las mujeres, que parecían cuerpos de hombres. Yo tengo mi teoría sobre el desnudo para hacer que las obras gusten a hombres y mujeres. Miguel Ángel, por ejemplo, representaba hombres fuertes pero con una cierta sutilidad femenina, con una dualidad de fuerza y al mismo tiempo blandura.

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En Italia me vetaron. Hice un Cristo de mármorl de Carrara y lo hice desnudo

-Al David de Miguel Ángel lo apedrearon los italianos por ir desnudo; la Iglesia tapó las vergüenzas de obras de arte en la Capilla Sixtina; ahora a usted Facebook le ha censurado una teta. Parece que el panorama no ha cambiado mucho en siglos.

-No, y vamos para atrás. En la época de Miguel Angel no se le daba tanta importancia al desnudo. Pero Il Braghettone -Daniele da Volterra, discípulo de Miguel Ángel que vistió a los protagonistas de la Capilla Sixtina por orden del Papa- los tapó todos y ahora se han vuelto a descubrir. Yo lo veo un absurdo, no lo entiendo. Y más aún como ocurrió en mi caso: yo denuncié un problema social que sufren muchas mujeres. Facebook debería tener más control y que estos temas sean revisados por personas para ver la importancia real que tienen. Además, sólo me han censurado una foto de un seno, de otras imágenes no han dicho nada.

-¿Ha tenido otros problemas similares antes?

-Sí, en Italia me vetaron. Hice un Cristo de mármorl de Carrara y lo hice desnudo. No creo que le pusieran nada de ropa en la Cruz. Yo lo representé como hombre, no como ser divino. Gustó mucho pero me insinuaron muy elegantemente que sería positivo ponerle un sudario. Se lo puse en plata y se lo coloqué, y allí está en casa de un particular.

-¿Sigue siendo necesario plegarse a las exigencias de los mecenas?

-Sí, un poco, porque hay que comer. Aunque uno crea que una obra es de una manera, si va dirigida a un público concreto o persona particular y viene con exigencias hay que aceptarlas. Miguel Ángel también tuvo muchos problemas por lo mismo. Y es un problema que hemos tenido los artistas: el asunto económico, no poder realizar lo que queremos. Y también está el tiempo, un artista no tiene tiempo para hacer todo lo que quiere en su vida.

-¿Un escultor puede vivir de su obra o necesita de los encargos oficiales?

-Sí, y quien diga lo contrario miente. Todos los artistas tenemos las obras por encargo y las personales. Unas alimentan el bolsillo y las otras el espíritu. El encargo es necesario y eso llevo unas condiciones.

-¿Aunque no esté de acuerdo con ellas?

-Si, pero hay que hacerlo, y con gusto además, porque uno es un profesional. Hay muchos artistas que para hacer su obra trabajan de camarreros o de otras cosas. Yo empecé así, en la central térmica de Puente Nuevo, para poder crear mi obra.

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Soy escultor, ingeniero, a veces hago de político y también de cobrador o de relaciones públicas

-Una de sus obras más espectaculares por el tamaño es la leona ibérica de Baena, una creación de 160 toneladas. ¿Cómo es el trabajo con algo así?

-Eso es poco creativo, porque es una réplica de una pieza que está en el Museo Arqueológico Nacional. Tomé medidas e imágenes e hice un modelo exacto en barro, que vacié en escayola. Me llevé la piedra de Macael y la hice con un sistema de compases de ampliación. Tuve que contratar a personal para desbastar, porque el volumen era enorme. Se hizo en cuatro partes y lo más complicado fue el montaje.

-Ha tenido que hacer incluso trabajo similares a los de un ingeniero...

-Sí, pero el escultor debe pensar en todas las facetas. Soy escultor, ingeniero, a veces hago de político y también de cobrador o de relaciones públicas. Una de las funciones de un artista es pensar si técnicamente se puede realizar una determinada obra y en funcion de eso ver qué material se emplea. Por ejemplo, no se puede hacer una obra de mármol apoyado en una sola pierna porque se rompería. 

-O sea, el arte de la escultura requiere de grandes capacidades técnicas, no sólo artísticas.

-Sí, pero sobre todo del conocimiento de las técnicas. Yo juego mucho con el equilibrio y el desequilibrio, con obras que parece que se va a caer, pero esto está todo pensado. No hay trucos, es solo que trabajo con un material que pesa poco que tiene una estructura metálica.

-Es decir, hay un gran trabajo previo antes de cada escultura.

-Sí, por supuesto. Yo por ejemplo no hago bocetos. Me salto el proceso del dibujo, lo hago en mi cabeza y cuando tengo la obra clara voy directamente a ella. Pero en ese proceso previo me tiro un mes o un año. La voy modelando en mi cabeza, y cuando la visualizo voy directamente al trabajo. Es una visión volumétrica de las cosas, que también tenía Miguel Ángel y otros muchos, pero no todos. Es la talla directa. Lo decía Rodin, que había que modelar de dentro hacia fuera, quitar material.

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No creo que el arte deba representar siempre la belleza, sino también la fealdad

-Un pintor o un fotógrafo pueden hacer cientos de bocetos y quedarse con la imagen o el gesto que deseen, pero un escultor no puede permitirse ese lujo. ¿Cómo elige qué momento quiere captar?

-Primero pienso la temática. Por ejemplo ahora estoy haciendo una serie sobre los mártires modernos. Tengo claro que quiero representar los mártires de la sociedad. Pobres, inmigrantes, enfermos...

-¿Se trata de un encargo también?

-No, en este caso es una idea mía. No creo que el arte deba representar siempre la belleza, sino también la fealdad. Así que cuando tengo una línea con la que quiero trabajar, que me conmueve, pienso cómo voy a representar el mensaje que quiero dar. Hoy en día se puede tener el aporte de un modelo, que es necesario, pero también ayuda Internet, de donde se pueden sacar modelos de manos, músculos... Siempre ha habido bocetos, que aunque no eran fotografías servían para apoyarse en ellos, porque hay herramientas que le hacen falta a un artista. Recuerdo una exposición de un pintor que no sabía pintar manos, así que en todas sus obras los personajes las tenían escondidas. Aquello me pareció muy limitado como artista.

-Y las manos son precisamente la parte del cuerpo humano más difícil de representar en el arte plástico, ¿no?

-Yo creo que en una escultura todos los elementos deben funcionar por sí solos como arte. Una mano, una cabeza, un torso... deben tener sentido en sí mismos. Si se disecciona una escultura o un cuadro, todas las partes son importantes, aunque en su justa medida. Un cuerpo puede expresar muchas cosas y la escultura es un conjunto.

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-La escultura tiene un gran poder simbólico. Cada vez que hay una revolución o un cambio se tiran esculturas, como las de Lenin, Franco, Stalin, Saddam...

-Sí, y han sido creadas muchas veces para eso. Ese arte está expuesto a que lo echen abajo.

-¿Y qué le parecen esos ataques?

-Como artista me da coraje porque se han perdido obras de grandísimos escultores. Yo soy más de la opinión de que las esculturas de Franco no hay por qué fundirlas, se puede crear un museo con ellas y el que quiera que vaya a verlo.

-Eso se intentó en Barcelona, y mire lo que duraron las esculturas...

-Sí, no duraron nada. Veo que la gente es poco tolerante y permisiva, algo que a mí precisamente el arte me ha dado. Me ha hecho ser más tolerante y permisivo, más sensible... Acepto todo por sistema porque no soy quién para decir si esto está bien o mal. Y yo también he tenido problemas en mi obra pública con los grafiteros.

-¿Cuáles han sido esos problemas?

-Eso ha sido una aberración. Es como si dejo mi coche en la calle y amanece con un grafiti pintado. Ese coche tiene un dueño, y en el caso de una obra está ahí para el uso y disfrute del viandante. A quien no le guste verlo, que gire la cara para otro lado. Es un problema de educación, falta civismo para apreciar una obra de arte. Eso aquí, porque en Europa yo tengo esculturas a pie de calle y están perfectas y bien cuidadas, incluso se les ha ido la pátina porque a la gente le gusta tocar mis esculturas, y eso es algo bonito.

-Es decir, el arte no tiene por qué estar tan sólo en los museos...

-No, en absoluto. Soy de la opinión de que el arte debe estar en la calle. La gente se piensa que en una galería o en un museo hay que pagar, y no es así. El arte hay que ponérselo a la gente delante de los ojos para fomentar el espíritu crítico, que es el que hace que la gente demande mañana más arte. Y como escultor quiero que comprendan mi obra y mi tendencia. Y sin darte cuenta se adquiere cultura también.

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-Usted tiene expuestas sus obras por medio mundo, pero el reconocimiento en Córdoba le llegó tarde. ¿Nadie es profeta en su tierra?

-Yo creo que no, aunque ahora mismo sí lo soy. Ya ha pasado la época de darse a conocer y de que te reconozcan. Pero sí, mi paso por otros países me ha venido bien porque me he enriquecido.

-¿Y cómo le ha tratado Córdoba?

-Córdoba... Pienso que Córdoba tiene un problema, y es que es muy exigente. Además, estamos rodeados por todos sitios de belleza y vemos el arte como algo cotidiano, así que no le damos demasiada importancia. Vemos belleza por todos sitios, las mujeres, el azahar... Por eso no la valoramos en su justa medida. Otros países no tienen ciudades con la estética de Córdoba y lo valoran más.

-Pues eso parece un poco lo contrario del senequismo cordobés.

-Sí, pero como nos ponen el listón tan alto y no nos reconocen, cuando salimos fuera nos comemos el mundo. Yo, por ejemplo, para hacer algo aquí me he tenido que exigir tanto que sin darme cuenta ya domino las técnicas. A mí, fuera de España, me han tratado muy bien, y lo mismo ocurre con el artista cordobés. Se nos tiene muy en cuenta, y tenemos buena escuela y formación.

-Ese hecho quizás no se conozca demasiado en Córdoba.

-O quizás sí, pero como la gente está tan acostumbrada a vivir con ello no se le ve la importancia. Convivimos con la belleza y por eso no la valoramos. En otros sitios como en Sevilla se encumbra lo poco que tienen, como Curro Romero o la Duquesa de Alba, pero tienen el poder de potenciar lo suyo propio.

-¿En otros sitios se saben vender mejor?

-En las artes plásticas a veces nos da vergüenza decir que somos de Córdoba, porque es una ciudad pequeña y la gente está acostumbrada a vernos. Como somos tan cercanos la gente piensa que no puede ser bueno, y que lo bueno tiene que ser inaccesible e inalcanzable. Pero somos personas como todas las demás.

-Hablemos de sus esculturas callejeras en Córdoba, que son varias. ¿Son encargos oficiales?

-Son concursos públicos del Ayuntamiento o proyectos que yo mismo he presentado. Los encargos te condicionan mucho, yo por mi cuenta no hubiera hecho nada de eso. Lo que he pretendido siempre es que funcionen bien en el entorno, incluso cuando son temas cotidianos, que parezcan obras que han estado ahí toda la vida, no una cosa moderna porque sí. Lo malo que me ha pasado es que primero se decide un sitio y luego se cambia, con lo que la obra queda desubicada. Aparte está la obra personal de cada uno, en la que pones tus sentiemientos. Lo que intento es que mi obra tenga naturalidad y que la belleza, que estamos condenados a trabajar con ella, o la fealdad sean las cosas que el artista representa.

-¿Se puede representar también la fealdad en el arte?

-Claro que sí. Por ejemplo en el caso de las personas ancianas. Hay quien me ha dicho que ve cuerpos bellos en los ancianos. Todo depende del ojo con que mires, y el artista tiene la posibilidad de transformar en bello lo feo. Además los cánones han cambiado mucho; por ejemplo, en Grecia se hacían proporciones de cuerpos de once cabezas cuando lo normal es 8,5. La proporción y el equilibrio son importantes, en su justa medida.

-¿En qué se inspiró para hacer el Monumento al imaginero cordobés Juan de Mesa, la obra instalada en la Plaza de San Pedro?

-Juan de Mesa era un escultor desconocido en Córdoba hasta principios del siglo pasado. Estuvo en el taller de Martínez Montañés y era un poco el negro, uno de los discípulos. No se supo de su existencia hasta entonces, pero empezaron a salir papeles con el nombre de Juan de Mesa, que nacio allí, al lado de la basílica de San Pedro. Yo me puse en el papel de un escultor de imágenes religiosas, en las que la mano de Cristo es la que traslada la inspiración. Me obligaron a poner el paso de las Angustias, y la mano de Cristo le toca en el hombro. Ese detalle es la síntesis del monumento, pero en realidad la inspiración es una tontería, el arte es una evolución del trabajo.

-Picasso decía que cuando le llegara la inspiración, mejor que estuviera trabajando...

-Yo soy de la misma opinión. Todo es constancia, trabajo, mucho oficio y aprender muchas técnicas para no tener limitaciones a la hora de crear.

-¿Con qué materiales suele trabajar?

-Se trabajar con todos: mármol, pieda artificial, poliéster, madera... Ahora el que mejor me viene es la resina de poliéster, pero no es algo definitivo. Recomiendo que las obras de la calle sean en bronce, mejor incluso que el mármol que es más difícil de mantener. Miguel Ángel decía que el barro es la vida, la escayola la muerte y el bronce o el mármol la inmortalidad. Una obra se considera de material definitivo cuando está hecha en mármol o bronce. Toda mi obra pública es de bronce, y es que tiene que ser así para resistir la dilatación por las inclemencias meteorológicas.

-¿Cuáles son sus modelos preferidos?

-Depende de la obra, pero suelen ser amigos o personas que conozco. A veces veo a alguien por la calle y le pido que sea modelo mío. ¿Por qué? Porque me dice algo la cara o la expresión, no se trata de tener belleza, sino de aportar expresividad para lo que quiero hacer. Pero en general depende, y también hay personas que tienen mejores retratos que otras. Un profesor mío contaba que una vez escogió a una modelo bellísima y cuando se puso a retratarla no había nada para transmitir, todo era perfecto. El ideal de belleza no expresa nada, funciona para las marcas comerciales pero poco más.

-En su taller hay obras que responden al canon occidental de la belleza, pero también barrigas.

-Sí, esculpo de todo. Mi ilusión es esculpir a una mujer muy mayor y a ser posible delgada. ¿Problema? Que tendría que buscar a una mujer de 70 u 80 años y personas de esa edad no suelen tener la mentalidad necesaria para desnudarse delante de un artista. Pero es algo que me encantaría, porque se podría crear belleza desde la senectud.

-¿La arruga es bella?

-Sí, también. Y a veces hago retratos en tres horas porque los modelos me expresan lo que quiero.

-¿Y qué herramientas utiliza? ¿La tecnología es necesaria para un escultor actual?

-Sí, muchísimo, porque ayuda y no tienes por qué estar condicionado por la falta de una herramienta. Tengo la ventaja de que mi padre era latonero, y yo con 12 años ya estaba con sus herramientas, y además hice la Formación Profesional en la rama del metal. Después me fui a tallar madera y mármol. Siempre he pretendido saber cuantas más técnicas mejor. Primero porque eso te ayuda a no depender de un molde y a pensar la obra terminada con el material concreto.

-¿Un escultor ya no utiliza un cincel y un martillo?

-No, para nada. Por ejemplo en el mármol todo lo que se emplea son sierras radiales, de disco, martillos neumáticos. Los detalles se hacen con una fresa con una boca determinada. A veces sí hacen falta el cincel y el martillo, y yo de hecho aprendí así en Carrara, en Italia. Quería conocer la técnica básica.

-Migue Ángel hizo el David con un cincel y un martillo. ¿Qué haría hoy con toda esa tecnología para él?

-Uff, siempre he pensado que si los grandes escultores hubieran tenido las herramientas de hoy en día, o incluso un simple taladro, habrían hecho genialidades. Pero soy optimista y creo que gracias a toda esa tecnología de que disponemos también se permitirá a los artistas de hoy hacer grandes cosas. Por ejemplo, con las impresoras en tres dimensiones.

-¿Y eso se considera arte también? ¿Es artista el que diseña desde un ordenador?

-El artista siempre tiene que estar detrás de eso. A mí me ha pasado algo curioso: se ha puesto en contacto conmigo una escuela de animación en 3D, que trabajan para la Fox y compañías así. Ellos hacen todos los muñecos por ordenador, pero no saben modelar una escultura y me han llamado a mí para que les de clases de modelado. Eso en un ordenador no se puede tocar ni palpar, y quieren visualizar bien sus creaciones. Además, una máquina está llena de frialdad y tiene que haber un artista detrás. En un ordenador las cosas da igual que las haga yo o tú, siempre va a salir con las mismas superficies. A mí en el arte me gusta apreciar la pincelada, la marca personal, la caligrafía de cada artista. Y eso no lo da una máquina. 

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