Efemérides cordobesas

Tal día como hoy, del año 851, San Isaac muere martirizado a manos del cadí de Córdoba

Está considerado como uno de los 48 mártires de Córdoba que participaron en la rebelión de los mozárabes instigada por Eulogio y Álvaro
Grabado con el martirio de San Isaac de Córdoba
photo_camera Grabado con el martirio de San Isaac de Córdoba

Isaac nació en la ciudad de Córdoba, en la zona de Tabana, en el siglo IX, de padres nobles cristianos. Se dice que incluso en el vientre de su madre llegó a hablarle y con esa señal sus progenitores no dudaron, ya que podían, en educarle a base de maestros de excelencia. Acabó teniendo magníficos conocimientos de árabe, fue un hábil negociante y llegó a trabajar en la administración de Hacienda como sindico general del emir omeya Abderramán II.

Efectivamente, la vida le sonreía abiertamente, pero bien por hastío o por sensación de injusticia por la altanería con la que los cristianos eran tratados en la casa del sultán lo abandonó todo a los 24 años y tomó el hábito monástico en Tabana, ubicado en la Sierra Morena, a dos leguas de Córdoba, donde le trató Eulogio, historiador de los mártires de Córdoba.

Allí vivió sólo tres años como monje, en los que destacó en la obediencia y el cumplimiento de la Regla, si bien el emir intensificó la persecución contra los cristianos, complicándoles la vida y los hubo que se enfrentaron al orden establecido pagándolo que su vida. Uno de ellos fue Isaac, quien se presentó al cadí Said-ben Soleiman el Gafaquí para ridiculizar la fe musulmana frente a la cristiana.

Eso no sentó muy bien que digamos al juez, a quien previamente le había hecho creer que quería entrar en la fe de Mahoma, y acabó abofeteándole y juzgándole, tal y como señalan tanto el propio Eulogio como Alioxaní en su obra Historia de los Jueces de Córdoba.

Varias versiones del martirio

A partir de ahí parece que hay varias versiones del martirio. Por un lado la que indica que fue el propio Abderramán II, quien ordenó que se aplicara con Isaac el rigor de la ley a su antiguo servidor. Así, lo mantuvo dos frías en una horca y lo acabó quemando para esparcir sus cenizas por el Guadalquivir con la idea de que los cristianos no pudieran venerar su cadáver.

Otros hablan de que tras su paso por la cárcel al calificar a Mahoma de "falso profeta" fue llevado ante el califa, quien mandó atarlo por los pies a una horca y le mantuvieran varios días con la cabeza hacia abajo, en espera de que se arrepintiese de su actitud y renegara de la fe cristiana. Un tormento público que serviría, igualmente, para escarmiento de otros cristianos. En esta historia también acaba quemado y sus restos esparcidos por las aguas del gran río andaluz.

Otros señalan que el que fue uno de los 48 mártires de Córdoba acabó degollado y posteriormente colgado de un palo en la orilla izquierda del Guadalquivir, para ser quemado seis dias después y arrojado al propio río. Al parecer, el cadí al informar al emir de la admirable actuación firme y serena de Isaac fue condenado a que lo degollaran.

El otro punto de vista habla de que en 851, Abderramán II se vio en la necesidad de contener una rebelión poco usual, dada la tolerancia que los árabes mantenían hacia el cristianismo y el judaísmo, provocada por los mozárabes de Córdoba.

Así, el clérigo Eulogio y su amigo Álvaro incitaron a los mozárabes a insultar públicamente al profeta Mahoma, conscientes de que tales blasfemias eran castigadas con la pena de muerte. Con estos actos, los mozárabes esperaban ganar el martirio, por lo que perseveraron en su exaltación religiosa. El emir envió unos emisarios para rogarles que depusieran su actitud, pero los mozárabes renovaron con más ímpetu sus protestas, llegando incluso a profanar la Gran Mezquita y a arreciar en sus blasfemias contra el profeta.

Por tanto, la reacción del emir no se hizo esperar, y los jueces encarcelaron y condenaron a muerte a varios mozárabes, con lo que consiguieron el tan ansiado martirio y la santidad. Entre ellos estaba Isaac.