XXXVI FESTIVAL DE LA GUITARRA

Taj Mahal da sentido al nombre del Festival

El gran (en todos los sentidos) bluesman, perfectamente arropado por Kester Smith y Bill Rich, dio todo de sí a sus 74 años y el público que llenó el Gran Teatro se lo supo reconocer

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photo_camera El Taj Mahal Trio sobre las tablas del Gran Teatro

Con un aire a lo hemingwayniano Santiago, no sólo por su barba y su sombrero de paja, sino también por ese curioso acento cubano al comunicarse en castellano (tuvo esa deferencia con el público cordobés), el monumental Taj Mahal no dejó indiferente a nadie de los que ayer llenaron el Gran Teatro de Córdoba, dentro del XXXVI Festival de la Guitarra, que personalidades como este consagrado y genuino bluesman dan completo sentido a su denominación.

Hasta seis instrumentos de cuerda, incluidos un largo banjo y un pequeño requinto, rodeaban al Señor Taj Mahal y a sus 74 años bien condensados en un cuerpo cada vez más parecido al de B. B. King, y prácticamente los utilizó todos. Porque un concierto de Henry Saint Clair Fredericks es un auténtico viaje sin moverse del sitio (nunca fueron tan claramente prisión las butacas del teatro), desde el calor de las islas caribeñas hasta las afrancesadas costas de Luisiana, sin olvidar un homenaje al África subsahariana (que dicen es la cuna de la humanidad) ni una pequeña parada por el típico club de Jazz neoyorquino o una larga estancia en la sudista Memphis, donde el género que cultiva con mimo este maestro de las seis cuerdas parece que empezó a ver la luz.

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Comenzó con todo un clásico, Good morning Miss Brown, que dejó a las claras sus intenciones de a qué había venido a Córdoba. Sin sorpresas. ¿Queréis Blues? Pues ¡tomad Blues! Y su resofónica guitarra escupió esa repetitiva sonada tantas veces interpretada y que casa a la perfección con las noches claras de luna azul. ¿Más? Pues ahí va una muy particular versión del Good morning little schoolgirl, de Sonny Boy Williamson, casi irreconocible, con ese toque vibrante de aires jamaicanos que la convierten en una pequeña joya del Blues internacional. Y a la quinta, el See See Rider, de Ma Rainey, que sonó como suspendido y puro en las tablas del teatro cordobés.

No se guardó auténticos clásicos suyos y los ofreció generosos al público, arropado por Kester Smith y su personal toque a la batería, y Bill Rich al bajo, como su fantástica Queen Bee o su Fishin' Blues, que Martin Scorsese incluyó en el disco de su serie Presents The Blues dedicado a este gigante de la música y con los que dio todo de sí. Incluso se atrevió con el Modern Jazz, calificado por él como "Jazz sofisticado", el country de su Lovin' in my baby's eyes y su inmenso amor al Reggae (que bien podría convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad este mismo año) y al Calypso.

Se le pidió un bis y lo regaló con su TV Mama, pero no hubo segundo. La edad no perdona los cuerpos, pero en su caso respeta la voz, el espíritu y la mente. Hay Taj Mahal para rato, gracias sean dadas.

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