COSMOPOÉTICA

Poesía, ¿Capricho o cuestión de fe?

Se trata de un género minoritario que, como muchos dicen, raramente sale rentable, pero que atrae a muchos escritores que lo viven como algo romántico o una cuestión de fe

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photo_camera La poesía ha sido el centro de la vida cultural de la ciudad durante los últimos días Foto: Cosmopoética

La 12ª edición del Festival de Poesía Internacional Cosmpoética llega a su conclusión mostrando la resistencia de esta cita literaria que se creó en el 2004 como una de las «joyas de la corona» de esa Capitalidad Cultural 2016 que ni tan siquiera se aproximó a la ciudad, quedando como reflejo del márketing local de los partidos políticos. Con un presupuesto entre cinco y seis veces inferior al de los años más boyantes, aún muestra un programa atractivo y numerosos eventos. Junto a otros encuentros similares o a la proliferación de recitales en diversos sitios, parece mostrar la buena salud de un género que si atendemos a las redes sociales cuenta con un sin fin de autores. A su vez no paran de publicarse títulos constantemente. En las numerosas presentaciones de libros suele ser habitual la presencia de algún cargo político que introduce al poeta, o al que se hace llamar poeta, de turno. Pero, ¿hay poesía al margen de la financiación y apoyo institucional? Esta misma semana, uno de los poetas españoles más relevantes, Javier Salvago, confesaba a Córdoba Hoy, que ha vendido una cantidad muy pequeña de libros a lo largo de su vida: «Yo soy un poeta relativamente conocido y no creo que tenga vendidos más de 150 o 200 libros de cualquiera de mis libros». ¿Existe por tanto una poesía relacionada con el dinero público y la presencia institucional y otra, el hecho literario, que se encuentra en una situación muy distinta a la que muestran determinadas apariencias? Declaraciones del novelista, poeta y ensayista Félix de Azúa en entrevistas recientes son muy halagüeñas: «sigue habiendo poetas, pero el problema es que ya no tienen ningún peso, se ha producido su acabamiento, son como un capricho, un club».

Uno de los responsable de la cordobesa Librería Luque, Javier Luque, nos confirma la cantidad ínfima de libros de poesías que venden, «la mayoría son autores cordobeses o bien personas que se gestan en las redes sociales y que van asociadas a otras actividades como la canción de autor, es el caso de Marwan». Junto a ellos los libros de poesía en ediciones escolares, también minoritarios. «No tenemos porcentajes exactos, pero te puede decir que es una cantidad muy, muy poco relevante de nuestras ventas» Para la responsable de la La República de los Libros, Ana Rivas, la poesía, aún siendo minoritaria, puede suponer una parte pequeña pero constante de las ventas de una librería: «Es cierto que es minoritaria con respecto a la narrativa, pero se puede apostar por ella mediante actividades constantes, con insistencia, desde presentaciones de libros hasta la participación en multitud de actividades culturales» (precisamente La República de los Libros ha estado presente en Cosmopoética acogiendo mesas redondas). «Incluso hay clásicos que siguen despertando mucho interés. Por ejemplo Baudeleire, está agotado siempre».

Con respecto a las actividades constantes, también resultan imprescindibles para los poetas noveles. Por ejemplo, el valenciano afincado en Córdoba Simón Cuadros, se ha unido al músico Lämpara para ir ofreciendo una serie de conciertos donde los poemas se transforman en peculiares canciones bastante fuera de los sonidos de los circuitos habituales. Junto a eso el esfuerzo por publicar en una editorial como Devenir, de amplísimo catálogo y reconocida trayectoria, donde el propio poeta sin embargo ha de adelantar dinero para solventar determinados gastos (no confundir con la autoedición). « el convencimiento de que “Recién Narciso” debía publicarse, era tan intenso, que cosas como la mala distribución del libro por parte de la editorial o la absoluta indiferencia de la gran mayoría por la poesía, no dejan de ser detalles implícitos al mismo hecho de haber logrado hacerlo», comenta Cuadros. Sólo ese empeño por publicar unido a la creatividad para inventar nuevas formas de presentar la poesía y la presencia en las redes sociales puede romper esa falta de lectores,  si acompaña la suerte y siempre teniendo en cuenta que se trata de un mundo de alcance reducido. «Abelardo Linares, que suele ser mi editor, dice que vende 300 libros en el mejor de los casos», revelaba esta semana Javier Salvago en Cosmopoética.

«Una publicación de poesía casi nunca sale rentable. Puede que sea rentable la suma de varias publicaciones, y eso muchas veces sin contar como gastos servicios que hacemos nosotros mismos, como maquetación y corrección de textos, por ejemplo, entre otros», explica uno de los responsables de la editorial Balduque, y también poeta, José Alcaraz. «se puede incluso apostar por libros que de antemano prometen muy pocas ventas pero que merecen la pena; ya vendrán otros libros que cosan ese agujero en el bolsillo. Nos gusta pensar que unos libros ayudan a otros, que están todos en el catálogo haciendo piña para protegerse entre sí». Ese riesgo parece necesario y así nos lo hace saber el director de la editorial Varasek, Enrique Mercado: «Si hablamos de un género minoritario como es la poesía, tenemos que hablar de líneas de trabajo distintas que no dependen de la demanda del lector, sino del interés de las editoriales por lanzar propuestas diferentes y arriesgadas. Ya lo decía el hiperbólico Max Extrella del "Luces de bohemia", de Valle-Inclán, "para medrar hay que ser el agradador de todos los Segismundos" ». Esto al final se traduce en pequeñas tiradas que sólo son rentables con paciencia, a largo plazo.

Lo que queda claro es que la poesía no es cuestión de dinero. Unos dirían que tiene algo de romántico, otros que es casi una cuestión de fe: «Cuando te metes en un proyecto como una editorial de poesía o, en nuestro caso, en una revista de poesía en papel, está claro que lo haces creyendo en él, creyendo que tiene un público, un futuro inmediato, aunque sea reducido. Creemos que el lector de poesía siempre va a reclamar la edición en papel, el tacto del libro, aunque sigan las ediciones digitales o internet sirva como herramienta útil para ciertas cosas», apunta la co-editora de la revista de poesía La Galla Ciencia, Noelia Illán.

Desde luego si se trata de una religión, no le faltan pocos pero irreductibles creyentes. Y si es un capricho, en los diccionarios de sinónimos suelen acompañar a ese término de otro, inspiración. Al fin y al cabo, como escribe Javier Salvago en su poema Ars Moriendi:

Escribo para llegar

serenamente al silencio,

que es el morir.

Para aprender a callar

en paz conmigo, sin miedo,

libre, al fin.