Festival de la Guitarra de Córdoba 2018

Los Secretos y la Orquesta de Córdoba dejan muy alto el listón de este año

Más de 3.000 personas abarrotaron el Teatro de La Axerquía para corear clásicos de la Movida con un grupo con más de 40 años pisando tablas

Las buenas costumbres no hay que perderlas. Y si todos los años en los conciertos del Festival de la Guitarra una voz suele ubicar a los presentes en su contexto dando la bienvenida a la edición correspondiente en castellano y en inglés, ayer por la noche, en su XXXVIII edición, se echó de menos esta circunstancia cuando Álvaro Urquijo, líder actual de Los Secretos, salió al escenario con el resto del grupo para autopresentarse a un público de cumplida veteranía que prácticamente llenaba La Axerquía, con más de 3.000 entradas vendidas.

Ni frío ni calor. Una temperatura ideal para lo que suele ser habitual en julio en Córdoba. Una buena noche para disfrutar del arranque de un Festival que ya no es sólo de los cordobeses, según se pudo comprobar en las colas de acceso al recinto, donde se escuchaban todo tipo de acentos procedentes de muy distintos puntos del país. Y, como también se pudo comprobar ayer, son conciertos de enorme puntualidad. Tan sólo ocho minutos después del horario previsto el grupo al completo (y aún sin la Orquesta de Córdoba cubriéndoles las espaldas) estaba en el escenario, "encantado de estar en un sitio privilegiado", para comenzar con una primera parte 'acústica' de cinco temas que iban a marcar el tono del resto del concierto.

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'Agárrate fuerte a mí, María'; 'Échame a mí la culpa', de Albert Hammond; 'Quiero beber'; 'Por el bulevar' y 'Ya me olvidé de ti' (dedicada al abuelo de los Urquijo que les inculcó a escuchar manchegas) sonaron correctas, con ese toque de perfección de quien está acostumbrado a interpretarlas y dedicadas a un público "sin el cual no puede haber música". No en balde, a la guitarra (protagonista real del Festival) estaba Ramón Arroyo, el más veterano de la formación después de Urquijo, mientras que Jesús Redondo, autor de la mayoría de arreglos para tocar con la Orquesta, llevaba con maestría los teclados al ritmo que marcaban Santi Fernández en la batería y Juanjo Ramos al bajo.

Y, por fin, entró la Orquesta, de negro, con el maestro Miguel Rodrigo al frente, a quien se le notó a gusto en su papel, muy a pesar de que el sonido de su agrupación musical no colmaba todo lo que tenía que llenar. Faltaban instrumentos básicos, como el arpa, que cubren de manera imprescindible con su liquidez de notas esos vacíos que surgen en los grandes espacios al aire libre como era el caso y que hicieron que lo sinfónico quedara en un segundo plano, muy por detrás de Los Secretos, a los que se oyó perfectamente.

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¿Significa eso que la fórmula falló? En absoluto. 'Bailando con la luna', 'No digas que no', 'Reina de corazones', 'Ojos de gata' (que Álvaro dedicó a su desaparecido hermano Enrique) o una suite (sin arpa) en la que se mezcló 'Aunque tú no sepas', 'Cambio de planes' y 'Ahora estoy peor', sonaron correctas, en su sitio, aunque los ensayos únicamente ocuparon el día anterior del concierto. La enorme profesionalidad de ambas formaciones sirvieron para solventar cualquier problema (que no los hubo) que pudiera aparecer al respecto.

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'Amiga mala suerte', pero especialmente 'Buena Chica', sirvieron de preámbulo para el gran momento de la noche: 'Déjame'. El señor Urquijo, un viejo zorro de los escenarios, ya había alentado a los espectadores con el tema anterior a participar de la canción, pero les dejó por completo el protagonismo con el gran éxito de su hermano Enrique. De pie, la grada y el patio, sin desentonar y con el juego de luces desvelando rostros extasiados, más de 3.000 gargantas demostraron que un clásico generacional de la Movida Madrileña no se olvida por mucho tiempo que pase.

Un inmejorable inicio del Festival, que parece que este año va a salir más revitalizado que nunca.

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