En parte oculto a la vista, sencillo y desconocido por gran parte de los cordobeses, se encuentra el monumento al poeta Rubén Darío en un parterre de los jardines de la Agricultura (popularmente conocidos como Los Patos). Una columna ya gastada con una placa en bronce con la efigie del escritor nicaragüense en la parte de abajo. En ella se lee el lema "Rubén Darío, príncipe del verso castellano". El Ayuntamiento erigió este pequeño monumento en 1967, con motivo del nacimiento del poeta. Fue restaurado en 2003.
14 cordobeses han querido conmemorar allí el centenario de la muerte del poeta, fallecido el 6 de febrero de 1916, con tan sólo 49 años, debido a las complicaciones de una cirrosis hepática por alcoholismo, a la que se sumaba su pavor a los tratamientos médicos, lo que terminó minando su salud por falta de cuidados. En el homenaje, llamado "¡Viva Rubén Darío, albacea de Góngora!" se han leído diversos poemas, empezando por el que dedicó a otro poeta español, Juan Ramón Jiménez. Los lectores han sido Pablo Acevedo, Estefanía Cabello Rosa, Esther Casado, Rafael Cerrejón, Carlos Clementson, Miguel Cobo Rosa, José Ángel Cruz Flores, José García Obrero, Eva Hidalgo Gil, Tomás Illescas, Manolo Marcos, Mar Molina, Juanma Prieto y Joaquín Roses.
El acto ha estado organizado por la Cátedra Góngora de la Universidad de Córdoba. Su director, Joaquín Roses, ha explicado que Rubén Darío es uno de los primero es reivindicar la figura de Góngora, a los que considera poetas con similitudes: "los dos son poetas renovadores, se puede decir que antes de ellos se escribe de una forma y después de ellos de otra".
El responsable de la cátedra Góngora ha afirmado que quizá Rubén Darío sufre a veces de una imagen algo superficial por sus poemas más conocidos, como el clásico "Sonatina" (La princesa está triste...¿qué tendrá la princesa?/Los suspiros se escapan de su boca de fresa (...)). En ese sentido ha añadido que «Octavio Paz y otros empezaron a decir que había que ir más allá de la lectura de ese libro que parecía admirable y vano que era Prosas Profanas. Es culpa en gran parte de la instrucción. Nos hemos quedado con el Darío del cisne y la princesa .Pero hay un poeta ya profundo y reflexivo en Prosas Profanas, sobre todo a partir de su segunda edición, de 1901. Y claro, más tarde en Cantos de Vida y Esperanza».
