35 años de la Asociación Amigos de las Ermitas

Una buenas habas en plena Sierra

Cientos de personas han peregrinado esta mañana a la Ermita de Nuestra Señora del Belén a degustar el tradicional plato de habas que reparte la Asociación

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photo_camera Reparto de las habas en las Ermitas

Día primaveral en el más sentido estricto de la palabra. Y eso significa un tiempo loco, en el que tan pronto hay nubes y lluvia como claros y aprieta algo el sol. A pesar de la inquietud del tiempo y de que por momentos hubo lluvia suave, esta mañana cientos, si no miles, de peregrinos (también los ha habido que llegaron en coche) han subido hasta la Ermita de Nuestra Señora del Belén para celebrar una misa previa a la degustación de habas. Una tradición que recuperó hace 35 años la Asociación Amigos de las Ermitas y que no sólo se mantiene, sino que va a más, precisamente porque existe relevo generacional.

No en balde, ayer mismo un ejército de un centenar de personas, en su mayoría chavales, estuvieron preparando el entorno para la ocasión, aunque es un labor de mantenimiento que realizan también a lo largo de todo el año. Es una zona de Sierra realmente bonita cuando es verde, pero peligrosa en la época estival, por lo que hay ser previsores contra los incendios.

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Unos 500 kilos de habas, acompañadas con huevos escalfados hervidos a 70 grados y alcachofas hervidas al punto, se han confeccionado para una jornada que suele terminar sobre las 14.00 horas, pero en la que nadie con hambre se queda sin degustarlas. El visitante sólo tiene que comprar el cuenco de barro conmemorativo, a 2q,50 euros la unidad, pero las habas y la copita de fino Montilla-Moriles, a cargo de las Bodegas Gallo, eran de balde. Y al frente de la cazuela, bien arropado por numerosos voluntarios de la Asociación Amigos de las Termitas, el jefe de cocina de Bodegas Campos, Rafael Torres, que no es un cualquiera y que le hecha al puchero tanto amor como buenos ingredientes, año tras año.

A decir de los comensales, las habas han salido buenas, pero no faltaban tampoco otras viandas que los peregrinos traían de casa. Una excusa para pasar una excelente jornada en familia, con la paz de la Sierra y respetando un aire mucho más puro que el de la capital.

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