EL RINCÓN DEL AUTOR

Un guiño de Poe, un beso de Lovecraft y el suspiro de Borges

Cementerio de Rute FOTO V. M.
photo_camera Cementerio de Rute FOTO V. M.

En el fondo azul de un abismo sin nombre un movimiento espiral cobra forma. Con el hilo de invisibles hebras teje un vestido de tinieblas transparentes. Y en esa brumosa desnudez aparente el cuerpo de la nebulosa se quiebra y se vierte fundida en el hueco de horma que talla y perfila sin prisa una vieja sonrisa tal que al aire, tierra, fuego y al agua asombre.

La oscuridad es más densa y se agita. Susurros de gélido aliento esculpen blancas geometrías en la noche. Miradas de cuencas vacías tantean con hambre los caminos ya devorados por el tiempo de arena. Y en esa pesada soledad del alma el silencio atrona latente en los oídos, sensibles a esa enemiga presencia constante.

De esta noche sólo quedan restos de recuerdos distantes. Quizá busque referencias en los relojes de tu biblioteca, allí donde las letras se ocultan en la arquitectura latente de paredes que rezuman intrincados ángulos de tristeza. No hay peldaños suficientes para alcanzar la cima que guarda como un tesoro los terrores de tus palabras grabadas en el Libro del Espacio Sin Negra Materia al calor del fuego débil de una estrella muerta.

El miedo se disipa en los jardines de tu casa, donde tampoco estás. Bajo las hojas verdes del follaje se vislumbra tenue el eco de tus huellas. Senderos a la sombra de un bimilenario roble se deslizan siseantes en la hierba. Ni una sola línea recta en el laberinto de tu alma, y de nuevo te escapas.

No hay mares ni rincones siderales ni simas bajo tierra capaces de borrar tu mágica presencia.

Apestas a azufre, a hechizo perdido en la niebla, a suspiro de rocío en los ojos de la bestia.

Se hiela la sangre en las venas y el corazón se frena cuando hablas al ritmo de tambores ocultos y entonas canciones con infinitos nombres en desaparecidas lenguas.

Reptas más que andas.

Haces más que piensas.

Chillas más que hablas.

Muerdes más que besas.

Pero hay un instante en tu fugaz acecho penetrante que si miras fijamente tu belleza enamora hasta la locura; y haces que me pierda.