Este primero de noviembre de 2020 será recordado por ser, crucemos los dedos, el único en el que los cementerios han estado prácticamente vacíos. Un paisaje insólito teniendo en cuenta que en estas fechas miles y miles de cordobeses visitaban a aquellos seres queridos que ya se fueron. En esta ocasión el coronavirus ha convertido la jornada en algo completamente distintos. Los turnos establecidos por el Ayuntamiento no es ya que hayan evitado aglomeraciones por cuestiones sanitarias, sino que han sido especialmente exhaustivos: grupos reducidísimos que sólo podían entrar cuando saliera el anterior.
Esto ha desembocado en especialmente poco tránsito, hasta el punto de que incluso los puestos de flores tenían poquísimos clientes. Las calles de los camposantos, normalmente atestadas, lucían casi siempre vacías. Había que andar, andar y buscar para encontrar a algunos grupos de cordobeses aislados que ponían flores o arreglaban un poco la tumba de su familiar. También se añadían al nuevo panorama los equipos de desinfección, que iban vertiendo desinfectante intentando no dejarse ningún rincón.
Así las cosas, el obispo de la ciudad, Demetrio Fernández, ofrecía una misa en el cementerio de San Rafael para un grupo reducido de personas que guardaban con celo la distancia social, entre ellos algunos concejales. A la misma hora el vicario general de la Diócesis, Antonio Prieto, presidía otra misa en el cementerio de la Fuensanta.
La extrañeza ante esta situación ha sido la característica de un día tan señalado, transformado por la crisis sanitaria en una celebración absolutamente fuera de lo común.
FOTOS Y TEXTO: Alfredo Martín-Gorriz
