FOTOGALERÍA: El turista cultural prefiere afrontar el calor del verano para disfrutar de Córdoba sin agobios de temporada alta

Turismo de agosto de 2022 en Córdoba
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Calor en la Mezquita-Catedral
Turismo de agosto de 2022 en Córdoba
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Turismo de agosto de 2022 en Córdoba
Turismo de agosto de 2022 en Córdoba

Cuando hay hambre, un mendrugo de pan es un festín. Quizá eso explique el gesto ambiguo de guías turísticos, vendedores de tiendas de souvenirs, controladores de monumentos o trabajadores del bus turístico cuando se les pregunta abiertamente qué tal va yendo el veranito a nivel de visitantes. Ponen esa cara de "podría ir mucho mejor, pero al menos hay gente". Y es que como quien dice acabamos de pasar una pandemia con veranos de pepita, pena y ahora se ven rostros forasteros, acentos de todas partes y hasta idiomas incomprensibles para Europa.

Sobre todo hay muchos visitantes nacionales. Una pareja resguardada bajo el árbol del CRV asegura ser de Barcelona. Reconocen que sabían lo que estaban haciendo cuando optaron por venir a Córdoba en pleno verano, y más aún, en una ola de calor, "pero es la mejor manera de ver esta ciudad, sin agobios y disfrutando de veras de este maravilloso patrimonio".

El calor lo combaten a lo clásico: Agua, abanicos y sombras y sin prisas. Les gustaría que hubiera algo más de sombra, natural, a ser posible, y agradecen (mucho) los rincones con vegetación y agua, porque en días como hoy se notan y con foco de atracción de quienes huyen del sol. La mujer no tiene en absoluto acento catalán. De hecho tiene deje andaluz. "De Antequera", dice, pero ya no tiene allí a nadie de su familia. Eso sí, "siempre que puedo intento volver", en esta ocasión con Córdoba de por medio. Mañana, miércoles, van a visitar Medina Azahara, "la otra joya de Córdoba después de ésta", dicen apuntando a la Mezquita-Catedral. "Nos va a caer una buena, pero merecerá la pena".

Y, sí. Han oído bien. Pernoctan en Córdoba, tres días ni más ni menos. Turistas de los que les gustaría tener muchos más a esta ciudad. Con la cultura como meta y alojamiento desde origen.

No son los únicos. Una familia asturiana asegura que acaban de llegar de Mérida en una especie de ruta cultural que se han montado y que van a tener dos días (con sus noches) dedicadas a Córdoba. En su caso, el calor les está haciendo mella. "Nos vamos a ir para el hotel y a esperar a que esto baje", explican cuando se les informa que los 37 grados que están padeciendo junto al río (41 en el centro de la ciudad) a esa hora va a ir en aumento a partir de las 13.00 horas. "Vosotros igual estáis acostumbrados", señala la mujer más joven de las que van en el grupo, "aunque estamos haciendo intercambio, porque ahora en el Norte hay sin montón de andaluces".

Acostumbrados lo que se dice acostumbrados, pues tampoco. Pero sí preparados, con aire en las casas (al menos en una b una proporción) y sabiendo a qué hora y de qué manera salir y hasta incluso dónde ir directamente para pasar lo mejor posible las insolaciones y las canículas.

"Para ser un martes, estamos haciendo cifras de abril", indica, por su parte, uno de los que trabajan en el bus turístico (el grande, ése que para y espera a la altura de la Puerta del Puente). Un vistazo en el interior muestra a varios pasajeros con mejor cara que los que están fuera. "Tenemos una temperatura de unos 22 o 23 grados aquí dentro", lo que explica que ni siquiera estén sudando. "El turista de verano es muy diferente al de primavera", explica, y no se refiere a cuestión de cantidades, sino de costumbres: "Sale a determinadas horas y apenas se detiene caminando por la calle", a no ser que haya una sombra, claro está.

Alguien comentó recientemente que los visitantes se agrupan bajo un árbol como hacen las ovejas en el campo en pleno estío. Y lo hemos podido comprobar esta misma mañana. Concentraciones bajo naranjos ya crecidos, pero también a los pies de los lienzos, donde haya una acogedora sombra, allí hacen cola para entrar o adquirir la entrada. "Desde hace un tiempo vienen ya con el billete comprado y me enseñan el móvil", indica el portero de la Mezquita-Catedral, todo un profesional que se dirige al visitante muy amablemente en su idioma para indicarle que debe quitarse la gorra para entrar, dónde están las audioguías o también para comprar la entrada. "Antes, no sé si te acuerdas que teníamos que romper la esquina de las entradas y se nos abrían las muñecas", y ahora el aparatito en forma de pistola espacial digna de una peli de ciencia ficción marca de inmediato el ticket, lo contabiliza y hasta avisa cuando alguien tiene reducción por estudiante o por edad y cuándo está el monumento lleno.

No es el caso, evidentemente. "Esto no es como en primavera que sólo se ven cabezas en el Patio de Los Naranjos y ahora se puede contemplar lo que han venido a ver con mucha más calma y sin agobios", asegura.

Fuera, una guía con el carnet de la Junta va explicando a los visitantes que en "un ratito comenzará una visita en el interior". Lo dice en francés, en inglés y en portugués, algo muy útil porque hay numerosos visitantes este año del país vecino. Aquí todo el mundo sabe que el mes del César es mucho peor en calores que el de Augusto, y por eso julio no suele ser muy movido, pero ahora esperan que agosto tenga un tironcito más de visitantes.

Parejas de impecables italianas que viajan en solitario y que no parecen sentir el calor; muchas familias de franceses con sus hijos que saben hablar español, grupos de turcos y orientales (de los de un día de visita y fuera), matrimonios veteranos de americanos del Norte, grupos de amigos de americanos del Sur, norte-europeos que adquieren hasta seis botellas de agua y se pasean con ellas por el Casco Histórico para hidratarse, muy pocas mochilas, visitantes de ida y vuelta de Málaga llegados en cruceros (ya se han empezado a detectar por aquí) o de vuelos desde las Islas Británicas, pero sobre todo nacionales de más allá de Despeñaperros, conforman una curiosa amalgama de visitantes que han venido a Córdoba por motivos culturales.

Lo más curioso es que saben lo que hay en primavera, que es la temporada alta, y prefieren pasar un poco más de calor en verano para conocer mejor lo que ofrece una ciudad tanto en materia patrimonial, como gastronómica y social, a cambio de sentir que tienen a Córdoba para ellos solos. Algo similar a lo que les pasó a los nativos y nativas cuando no había visitantes  por la Covid y redescubrieron la ciudad. Son turistas de calidad, de los que merece la pena mimar y fomentar su llegada.