GALERÍA: Hace un año los cordobeses se encerraron para luchar contra la pandemia

Lo que para algunos inconscientes no es más que un bulo y una fórmula de control casi distópica, ha provocado hasta la fecha 891 muertos en la provincia de Córdoba, 43.941 personas infectadas, 3.851 carísimas hospitalizaciones, 454 todavía más caros pasos por una UCI y un sinfín de negocios que se han perdido, un freno económico como pocas veces se ha conocido antes, demasiados trabajadores al paro o a un ERTE, crispación, desazón, angustia, depresión, desconfianza, miedo a la calle o miedo al prójimo.

Ha pasado un año desde que el efecto del Estado de Alerta dejó las calles de Córdoba abismalmente vacías, la zona monumental con un silencio tal que se podía escuchar el paso de las nubes y la charla permanente del Guadalquivir, la ciudad por completa desierta de visitantes, que, todo hay que decirlo, generan el movimiento y la vida para una capital tan extremadamente dependiente de los servicios, o han dejado a las claras la situación de un Casco Histórico sin apenas habitantes ni capacidad para remontar por sí sólo.

La vuelta a la actividad restringida ha supuesto luego un constante vaivén en las cifras de Covid con picos extremos y oleadas (ya van tres) que demuestran la fugacidad de la memoria, porque a la mínima se exige un levantamiento de mano para no morir de inanición a costa de volver a enfermar y prolongar todavía más la agonía.

Un año en el que las mascarillas se han convertido en el nuevo rostro de la sociedad, bajo el cual han huido maquillajes y se han dejado crecer junglas de pelo, el chándal y el pijama han pasado a ser el nuevo estilo de la moda textil y en el que ese hermano menor de la economía, la cultura y todas sus vertientes, a cual más popular, se ha convertido en el auténtico salvavidas para mantener la cordura y seguir despertándose un día más con la intención de seguir viviendo.

Doce meses para la reflexión, para asumir lo ocurrido y hacerse a la idea de que las cosas no van a ser igual que antes, como ocurrió el siglo pasado con las dos guerras mundiales que modificaron por completo el mundo y rompieron con todo lo anterior de forma abrupta. Se abre un nuevo futuro en el que hay que demostrar que el concepto de inteligencia va de la mano de la capacidad de adaptación, que es lo que le ha permitido hasta ahora al ser humano evolucionar, avanzar y no terminar extinguido ni olvidado con el paso de los siglos.