"Me han matado a mi amigo". Parecen decir José de Arimatea y Nicodemo mientras descienden con sumo cuidado el cuerpo de Cristo muerto a tierra. Ya no es sólo que quien fuera su maestro de vida, al quizá creyeran que era inmortal (humanamente hablando), se haya ido para siempre, sino que se sienten solos y abandonados en su idealización del Mesías.
Aún así, cuentan que José se presentó ante Pilato a exigir el cuerpo del Nazareno y llevarlo al sepulcro que era de su propiedad, porque quería allí yaciera su amigo del alma. Luego el de Arimatea pasó a la leyenda siendo el que llevó el grial y otras reliquias a diferentes puntos del Mediterráneo, generando parte de las aventuras y andanzas de los caballeros de Arturo de Bretaña, pero eso otra historia.
Nicodemo fue literalmente convertido por el propio Cristo a su nueva fe después de una larga conversación entre ambos que por fuerza tuvo que terminó derivando en amistad. ¡Qué duro tuvo que ser desclavar a su amigo y maestro del madero destrozando las muñecas y los pies del fallecido!
El Descendimiento, de 352 nazarenos, los ha inmortalizado congelando ese instante para siempre en un misterio donde también están la Virgen, San Juan, la Magdalena, Salomé y Cleofás. El Cristo es obra de Amadeo Ruiz Olmos (1937) en plena Guerra Civil española. Fue restaurado por Miguel Ángel González en 1992, con la Expo de Sevilla, y es el autor del resto de figuras del paso, salvo Los Santos Varones, que son un trabajo de Alfonso Castellano.
Su paso lo llena 45 costaleros y ha estado acompañado por la Banda de Cornetas y Tambores Caído y Fuensanta.
La Dolorosa, Nuestra Señora del Buen Fin, es obra de Manuel Hernández León (1979), ha sido transportada por 30 costaleros y le ha acompañado la Banda de Música Pedro Gámez Laserna, de Jódar (Jaén) que han repetido, asnillo, en esta Semana Santa de Córdoba.
