FOTOGALERÍA: Un Showman con maleta que madura en cada viaje que se marca
Bueno, bueno, bueno. Conciertazo de Coque Malla en Córdoba, en el Festival de la Guitarra, hasta arriba de tópicos, porque lo cortés no quita lo valiente. ¿Me gustó? Mucho, pero no por ello se debe dejar de insistir en algunos conceptos que, como mínimo, llaman la atención. Da la sensación de que hay demasiado miedo a ediciones anteriores en las que escenarios grandes se quedaron demasiado grandes para algunas citas que se esperaban iban a ser más multitudinarias. El Festival ha sido prudente este año y ha optado por los espacios pequeños y encajados en lugar de arriesgarse con una Axerquía. Pero quizá ha sido demasiado prudente con algunas cuestiones.
Juan Perro prácticamente llenó el Gran Teatro y Coque Malla lo reventó, pero a tenor de lo visto sobre el escenario en manos casos ha sido como tratar de meter a un tigre en una jaula para controlar su ferocidad. Los formatos de ambos monstruos son los adecuados para el espectáculo que quieren aportar, pero el Gran Teatro se presta más a sonidos más sinfónicos o como mucho conciertos acústicos o moderadamente eléctricos. No sé si me entienden.
El amigo Malla no engañó a nadie con lo que venía a ofrecer y, de hecho, en sus redes sociales ha estado colgando conciertos anteriores al aire libre en los que había mucha más gente que en todo el Gran Teatro a rebosar de ayer. ¿Quiere eso decir que si se hubiera llevado a La Axerquía la llenaría? No lo sé, es la verdad; pero muy probablemente hubiera acudido más gente de la que ayer hubo y, de hecho, nos consta que hay personas que se niegan a ser público en conciertos de este pelo si se celebran en el Gran Teatro.
Otro sí es el tipo de público que hubo ayer. Alguien de peso en la ciudad me lo señaló antes de que empezaran los primeros compases: "Te reto a que me indiques a alguien por debajo de los 40". Una exageración, pero no tanta. Salvo honrosas excepciones (algunas de ellas menores de edad en primerísima primera fila y en algunos laterales) una inmensa mayoría vive tranquila y largamente la cuarentena, una parte interesante la ha sobrepasado y había incluso algunos que se alejaban en exceso de esa cifra (como es mi caso, pero yo no me considero público tipo del señor Malla, sino un trabajador cualquiera que tanto acude a su actuación como a la de cualquier otro).
Frente a eso, tengo auténtica curiosidad por descubrir la media de edad que habrá esta tarde-noche en el mismo escenario con Guitarricadelafuente, pero estoy seguro que va a ser sorprendentemente baja. Pero eso, como se suele decir, es otra historia.
Entre tanto, tenemos un Festival pensado para cuarentones con demasiado anclaje en el pasado y que se pasan medio concierto esperando a que "por fin suenen las canciones de...". Los Ronaldo, en el caso de Coque Malla, o Radio Futura en el de Juan Perro, pero podría decir de Dire Straits con Mark Knopfler o Police con Sting, como ha ocurrido en ediciones anteriores. Y es que lo pretérito pesa en exceso en algunos casos y obliga a viajar siempre con una maleta medio llena de ropa vieja, muy a pesar de que alguien como Coque Malla ha avanzado de manera excelente en su madurez musical, hasta el punto de que personalmente me hipnotizó la primera parte de su concierto y me sobró por completo la última.
Seguramente palabras anatémicas en opinión de un público, el de ayer (que coincidió en un porcentaje interesante con el de Juan Perro), que literalmente se soltó la coleta y se puso de pie enloquecido con los primeros acordes de 'Adiós papá' hasta los últimos de 'Por las noches', tras haber pasado por 'Guárdalo', con la parafernalia de todas las luces encendidas a mayor gloria del Rock. Previamente, en mitad de su actuación, se sacó de la manga uno de los temas más redondos que ha parido su cabeza, 'No puedo vivir sin ti', pero se veía venir lo que iba a pasar: Se lo regaló al público para que lo cantara y personalmente el mejor recuerdo que yo tenía de aquella época ronaldera se me atragantó y se me hizo bola, que diría mi sobrino Prok. Quizá sea porque son tantas las veces que las tienen que interpretar que a lo mejor ya las odian y no les rinden ya el cariño que en su día se merecieron.
Dicen que le ocurrió algo parecido al señor Calamaro en La Axerquía, porque sus temas más conocidos no le dio la gana de acompañarlos con 'alma', sino más bien con desgana.
Pero sí que es verdad que hubo 'flujo' entre público y artistas (en plural, porque el acompañamiento que se trajo merecen capítulo aparte), como pedía Malla. El mismo que pedía por favor una oportunidad a las nuevas canciones, porque "si no, no hay evolución ni futuro", y que luego se rió de sí mismo dando coba y protagonismo a la parte que aludía a su pasado. Arrancó con David Bowie y su 'Space Oddity', no sólo porque es un músico genial, sino porque su tema encajaba a la perfección con 'La mujer sin llave', el primero de las más de dos horas de música que hubo ayer, y con la que el madrileño emula al carro de Manolo escobar, sólo que en versión nave espacial.
Y aquí debo reconocer lo que no se debe hacer cuando se elabora una crónica de un concierto: No sigo a Coque Malla ni conozco demasiado su obra. Y eso me permite disfrutar más que nadie sorprendiéndome con las canciones que ofrece. El muy jodido me arrancó más de una sonrisa y una afirmación con la cabeza mientras pensaba "es bueno, el cabrón (dicho con el mayor cariño del mundo)". De igual modo, fui de los que me negué a levantarse para desmadrarse (para eso están sus fanáticos y en algunos casos fans) y desde el pequeño rincón oculto del terciopelo de la butaca me dediqué a dejarme llevar con la música. Calidad, calidad, calidad. En composición, arreglos y letras. Ésa es otra, un teatro es una cárcel para un concierto, pero te permite escuchar mejor lo que se dice. Malla es como Ray Davies, que se pasó la década de los 60' del siglo pasado metiéndole descaradamente el dedo en el ojo a la sociedad británica, pero con un ritmo tan bueno que llevaba a engaño y lo que suponía una crítica feroz entraba mejor con el azúcar que recubre las píldoras amargas (Mary Poppins).
Si uno escucha bien los mensajes de Malla en sus canciones no son precisamente la alegría de la huerta. Multitudes sin personalidad que deambulan por calles de ciudades grises y dormidas, donde el diferente es el que baila mientras la masa se dedica a desfilar mirando a otro lado sin tener la menor idea (por no decir reputa) de a dónde encaminan sus pasos perdidos. La densa inmortalidad aburrida cuando la Muerte te concede demasiado tiempo para ser feliz hasta el punto de que te olvidas de que eres una persona o esas visiones apocalípticas de fuego y ceniza con multitudes ardiendo a la vez, son un buen ejemplo de ello.
Pero Mister Malla las envuelve en un aire festivo de Popereta afable y simplemente te dedicas a mover el cuerpo con las cosquillas que produce en el cerebro cuando un tema musical te 'droga'. Es bueno, muy bueno en eso. Y me gusta. Más aún si acompaña a su voz (que no se marchita) y su música la representación del actor-poeta que siempre ha tenido dentro.
Y como es un Festival de la Guitarra hay que aludir a ella. ¿Se dieron cuenta de las veces que cambiaban de instrumento, ya fuera bajo o guitarra? Eso es respeto por la música. Temas diferentes, requieren de sonidos diferentes y ahí está la profesionalidad de un espectáculo. Instrumentos perfectamente afinados y dispuestos siempre que lo requiera la ocasión. Instrumentos que son auténticos objetos mágicos en manos de quienes saben acariciarlos.
Ese Hammond de notas azules arrancadas por los hábiles dedos de David Lads; esa contundencia en la base armónica de Héctor Rojo (el John Entwistle del grupo); la sabiduría en las baquetas de Gabriel Marijuán, que ya sabe lo que es acompañar a otros actores lorquianos en proyectos locos, y ese derroche de generosidad en el don de guitarrear que tiene Amable Rodríguez (nada extraño teniendo en cuenta que es de Toledo, cuna de los Hollywoods Sinners, Los Inmediatos o los Sunday Drivers, por poner unos ejemplos).
Todos ellos con un enorme respeto por la música que ofrecen y que ayer se supo agradecer por el Gran Teatro.
TEXTO: J. M. C.
FOTOS: IMAE / RAFA ALCAIDE (ALGUNAS DE ELLAS SON PARA ENMARCAR)
