Cultura

FOTOGALERÍA: El concierto de Ara Malikian que levantó a La Axerquía, en imágenes

Dicen que el Diablo es un consumado violinista, pero no es un buen monologuista, puesto que para tentar basta con pocas palabras. Por eso, al parecer, también afirman que el ángel caído, en los conciertos de Ara Malikian (no se pierde ni uno), permanece sentado en la grada o en los patios de los teatros, según dónde se celebre, escuchando una vocecita que le dice 'salta a retarle a un duelo de cuerda ante todos', mientras que otra voz, más grave y elevada, le recuerda que haría el ridículo ante el armenio frente a una sola de esas anécdotas que anteceden a una pieza y a la que el violinista humano le gusta 'tunear' un poco para añadirle pimienta. Por eso permanece sentado siempre y mientras Malikian hable él nunca aparecerá en escena.

Tampoco saltó ayer en las tablas del teatro de La Axerquía, y decimos bien, porque como buena estrella que es Mailikian también ha pedido una tarima de madera para colocarla sobre el cemento del escenario, de modo que su evoluciones (créanme, está muy en forma) sean menos duras y para que las notas se disparen hacia el público con toda su intensidad.

Lo primero que uno piensa al ve a este artista moviéndose sobre el escenario es que si alguien decidiera hacer una versión de Hamelin y sus ratas con un violinista en lugar de flauta, Malikian sería el más idóneo. El 'Violinista de Hamelin' (aunque en su caso 'universal' le pegaría mucho más) atrapó una noche de ensueño para actuar de nuevo en Córdoba, con una casi luna llena que parecía que la habían creado para la ocasión.

La velada fue inmejorable. Malikian comenzó con toques orientales, con aire a ese The End de los Doors para transformarlo en un ritmo de los locos años 20, con una pizca de Foxtrot. Al armenio no hay estilo ni palo que se le resista. Lo estudia, lo analiza, lo desmenuza y lo hace suyo envuelto en regalo para ofrecer una novedad, un estilo propio que encandila a los y las oyentes. Sólo con el primer tema, ya recibió una ovación del público cordobés; y digo ovación porque los aplausos no daban visos de apagarse.

Como un Papá Noel de pelo negro y embutido en un ligero mono negro ceñido con un cinturón, regaló a la ciudad una composición nueva, que él mismo aseguró no haber tocado nunca antes en público (vamos, lo que se da en llamar un estreno mundial) y que al no tener ni título la bautizó allí mismo como Rapsodia cordobesa número 3 (al parecer hay dos más anteriores. En fin). Una delicia.

Y mientras todavía uno se chupaba los dedos con este entremés de la gira 'Le petit garage', ataca, tras una prolongada explicación que arrancó las risas sinceras del respetable, se lanzó a su 'Concierto de los cerdos impostores' (para entender este título, mejor vayan a uno de sus conciertos y que él mismo se lo explique).

Al parecer, la pandemia, y muy especialmente el confinamiento, le ha permitido estar mucho más tiempo disfrutando de su familia. Algo muy especial para este hombre menudo y delgado, pero fuerte. Y la alusión a sus padres, sus hermanas o su hijo fue constante. 'Taline Nanig' estuvo dedicada a sus dos hermanas que así se llaman, mientras que su hijo, Kairo, le hizo interpretar 'Ay tikar tikar' y un más que magnífico 'Calamar robótico' con el que estoy seguro que más de uno contempló flotar a uno de esos inmensos animales entre el escenario y la grada nadando a su aire, como si la noche cordobesa fueran los fondos abismales del océano (yo, al menos lo vi, pero en efecto era una sepia y no un calamar).

El remate fue el brutal y magnífico Alien's Office, que no es otra cosa que un canto maravilloso al derecho de todo ser humano a afincarse en cualquier rincón de un mundo que pertenece a toda la Humanidad, justo antes de arrancar con su Nana arrugada, dedicada a todos los ancianos y ancianas que han tenido que morir o sufrir en solitario la enfermedad de la Covid.

Entre medias, toques de Chopin (Preludio 4) o hasta el inmenso David Bowie y su Life on Mars, del que el propio Duque Blanco hubiera estado más que orgulloso. Gracias, todo hay que decirlo, a la maestría a los teclados de Iván 'Melon' Lewis; la inmensa sabiduría del bajista Iván Ruiz Machado (que rivaliza con su amigo y jefe en ver quién tiene el pelo más móvil); la percusión latina de Georvis Pico y la magia de las guitarras de Dayan Abad (también con una melena muy liberada).

Todo ello levantó a la grada al final de la noche para agradecer al diablillo su precioso regalo. Lástima que fuera un domingo y no un sábado o un viernes...

Texto: J.M.C.

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Ara Malikian ante una Axerquía entregada

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Ara Malikian en Córdoba, en una imagen de archivo
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