Cultura
FOTOGALERÍA: Las 29 curiosas caras de la Sala Capitular en la Mezquita-Catedral
Es verdad que hay gente que pide a gritos que la Sala Capitular de la Mezquita-Catedral se abra a las visitas turísticas, porque a día de hoy sólo los periodistas tenemos esa suerte cuando se presenta en rueda de prensa algún programa o proyecto cultural por parte del Cabildo Catedralicio para luego difundirlo como Dios (nunca mejor dicho) manda.
Lo cierto es que ese halo de misterio que tiene lo que en principio estaba pensado como cripta para Pedro de Salazar Gutiérrez de Toledo, más conocido como cardenal Salazar, tiene su motivo, incrementado precisamente porque no es visitable. Cuando uno entra allí se enfrenta a una llamativa sala circular con un suelo de un intenso rojo terciopelo en el centro y una gran anillo de madera que hace pensar en la tabla redonda de Arturo, donde se sientan los llamados al acto que sea. Por detrás de los asientos el suelo está formado por losas de mármol que con diferentes tonalidades juega a formar una especie de tablero de ajedrez, pero con más colores aparte del blanco y negro.
Al margen de cuadros, una capilla, imágenes y, evidentemente, el sepulcro del cardenal, en esa misma sala llaman poderosamente la atención ocho gruesas columnas de doble base, cuyos nervios se juntan en lo más alto formando una cúpula ricamente ornamentada. Y en la parte baja de esas columnas, a la altura de la mirada de alguien normal en el Medievo (aproximadamente 1,60) el curioso se puede topar con una llamativa colección de rostros de piedra de una inmensa variedad y tipo que muestran híbridos entre plantas y humanos y otros seres, o bien formando una simbiosis extraña donde los cabellos son amplias hojas onduladas que casi se pueden peinar.
Son 29 en total, decorando los tres laterales de las columnas (las espalda está adosada o forma directamente parte de la pared), mientras que las otras cinco se ubican en huecos de la sala que se abren a otras estancias o incluso en la puerta de entrada. Lo primero que llama la atención es que sus autores son todos diferentes, porque no hay ninguna que refleje los mismos rasgos de lo que sería el trabajo de una única persona. Los hay con un detalle exquisito, otras son más toscas y hasta se podría decir que muchas no comparten siquiera el mismo material.
Pero todas tienen ese elemento común de contener en su esencia una parte vegetal o bien de adornarse con elementos verdes y hasta flores y frutos. Tras un somero estudio inicial y dedicarle después unos minutos a cada figura, la imaginación permite incluso hacer parejas entre rostros (a pesar de ser impares). Hay dos, por ejemplo, a las que les salen como tallos de la boca; otros dos son auténticos monstruos antropomorfos de origen indefinible; hay, igualmente (y echándole muchísima imaginación), una deidad del Sol y otra de la Luna; tenemos cuatro elementos que bien podrían ser sátiros, faunos, demonios o seres silvanos; dos figuras más coronadas (una de ellas con rasgos grotescos y una corona marquesal; está también la representación del clero en forma de inquietante y sonriente calavera con tiara papal (la triple corona de San Pedro) y otras de hombre barbado con mitra de obispo.
Dos más llevan sobre sus cabezas sendas cestas de frutos y flores; está el rostro de lo que parece un indígena quechua y también la figura de un hombre negro que mira de lado, en lo que serían ambos los elementos más exóticos de toda la sala. Hay ocho posibles mujeres (algunos de los rostros son un tanto ambiguos y podría ser hombre o mujer), incluida la cabeza de Medusa, un ser ctónico (del Inframundo) femenino que podía convertir en piedra con su mirada a todo lo que está vivo. Hay, además, una especie de bufón enmascarado, que si se le mira de cerca da la sensación que tiene el rostro descompuesto, similar al de un zombie de la actualidad y una de las mujeres está tocada con una especie de corona formada por tres vieras, lo que podría indicar que es una representación de Venus, estar relacionada con el Camino de Santiago, ser un símbolo de fertilidad o de nacimiento y muerte.
Sólo por esas caras bien merece hacer un estudio de la estancia más a fondo para tratar de buscar el significado de determinados símbolo que también forman parte del misterio de esa cripta a cuya salida ya en la parte alta, en el espacio museísticos de la Mezquita-Catedral, se muestra una calavera con doble tibia cruzada debajo de tan bella factura, que también se incluye en esta colección.
TEXTO Y FOTOS: J.M.C.