La Covid-19 cambia Fitur para convertir el circo en una auténtica feria de trabajo

Segunda jornada de Fitur 2021
Segunda jornada de Fitur 2021
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Ha tenido que llegar una pandemia de las malas para que la Feria Internacional de Turismo de Madrid, la más importante con diferencia del país, se haya despojado de ropajes superfluos e inútiles para transformarse en un auténtico rincón de trabajo, con seriedad y mucho más profesional que en ediciones anteriores.

La comparativa no da pie a dudas. Lo que en años anteriores daba la sensación de estar entrando en un colorido circo, con sus luces mágicas y cegadoras, maravillosos trucos de manos, exceso de folletos y sonrisas, música a todo volumen y cebo de peces con exóticos y exquisitos platos acompañados de vino, la Covid lo ha eliminado de un plumazo.

Ifema se ha blindado contra el Coronavirus con estrictas medidas preventivas; pero incluso así la entrada al recinto es en 2021 infinitamente más rápida que en otras ediciones. Hay hidrogel por todas partes y una ausencia absoluta de comida. Esos platos de jamón o queso y catas de vino para captar la atención por el estómago no se ven este año. La comida esta prohibida y eso implica una mayor seguridad.

Tampoco hay folletos y carteles de papel, cartón o derivados. Las pantallas grandes o táctiles sustituyen a esta parafernalia con la que se llenaban inútiles bolsas que acababan rebosando papeleras cercanas con una información impresa y no leída. Hay mucho menos gente, menos movimiento caótico por los pasillos de la Feria y a cambio hay mucho más organización, más eficacia y más trabajo. Más ganas de negociar con la palabra para cerrar acuerdos de interés, auténticos, de los que miran a un turismo que todavía está por descubrir, porque nada es igual al tiempo de prepandemia, o, al menos, se va a tardar mucho en olvidar determinadas circunstancias y eso es lo que se vende a día de hoy en Fitur.

Se busca la diferencia entre destinos con ingenio, con imaginación, siendo pioneros y abriendo nuevos caminos a un turismo incipiente que no se atreve todavía a asomar la cabeza, como la iniciativa de Córdoba de demostrar que una ciudad patrimonial puede ser perfecta y completamente accesible a cualquier tipo de visitante, aunque no oiga o apenas lo haga, no vea o tenga serias dificultades para captar la luz, pueda desplazarse con sus propias piernas o requiera de una silla de ruedas o a motor... La ciudad es de todos y para todos y ahí hay que reconocer que la capital se lo ha trabajado.

Hay reuniones de trabajo con un tamaño menor al de otros años y con suficiente espacio para no agobiarse. Lo dicho, mejor organización y eficacia. Es probable que de esta Feria se puedan sacar importantes lecciones sobre el futuro del turismo, que no quiere volver a ser la gallina de los huevos de oro sin la que un municipio se muere. Quizá sea el año de redescubrir lo que los visitantes pueden aportar de verdad al destino que los acoge para modelarlos con su punto de vista y hacer también ciudad, y no sólo tratar de modificar cada rincón de una urbe creyendo que es lo que los turistas necesitan.