Opinión

La prodigiosa y desconocida enzima de la señora Milá

Es natural que personajes famosos se unan a diferentes causas benéficas o cuasi-científicas con más o menos voluntad y acierto. Es habitual ver cómo personas conocidas promocionan campañas para el tratamiento de enfermedades raras en muchos de los casos y, en otras ocasiones, más comunes y de importancia por su relevancia sobre la población. Y es normal pensar que estas personas famosas pueden no conocer mucho el tema que promueven y, por eso, en llamativos casos recientes pueden caer en manos de desaprensivos que aprovechan su mal o el de sus allegados para sacar réditos económicos.

Todo eso entra dentro de la normalidad. Pero lo que no entra dentro de esta normalidad es ver cómo el personaje famoso se viene arriba y acaba atacando la opinión de un verdadero experto en un determinado tema de una manera vehemente y bochornosa. Me refiero al reciente episodio ocurrido en un conocido programa de una conocida cadena de televisión nacional protagonizado por la señora Mercedes Milá, conocida y reputada periodista, al menos hasta ese momento. En dicho programa la Sra. Milá arremetió contra la experta opinión del profesor José Miguel Mulet Salort, Doctor en Bioquímica y Biología Molecular y Profesor de Biotecnología de la Universidad Politécnica de Valencia utilizando el sólido argumento de que el Doctor “estaba gordo”. Y claro, es por todos sabido que una persona que esté algo sobrada de peso no puede hablar de temas relacionados con la nutrición utilizando argumentos científicos, ¡faltaría más! Aunque el Dr. Mulet es tozudo y no solo habla de nutrición en programas de este estilo sino que, además, tiene la desfachatez de intentar informar a los ciudadanos usando argumentos científicos en un blog llamado Tomates con genes (http://jmmulet.naukas.com/). Tal vez sea eso lo que enfadó a la Sra. Milá, que una persona con algo de sobrepeso se atreviese a hablar de nutrición y, además, a mostrar públicamente sus opiniones contrastadas científicamente en un blog. Así que lo mejor es atacar donde más duele, a la línea de flotación, o, mejor dicho, a la fisionomía algo gruesa del interlocutor.

Lo más penoso de este asunto es comprobar cómo la opinión de un experto, de alguien que ha estudiado y entiende de lo que está hablando, de una persona que ha dedicado su vida a investigar y a aprender para luego difundir el conocimiento es rápidamente rebatida por alguien cuyo único argumento es saber controlar el medio audiovisual y montar un show para divertimiento del público utilizando argumentos tan contundentes como el peso del interlocutor en el debate. ¿Qué se habrán creído estos científicos tan serios que vienen a los programas televisivos con sus razones contrastadas pero sosas? Donde esté un buen espectáculo con frases vacías de contenido y con exabruptos, que se quite un buen argumento científico. No vaya a ser que se estropee un excelente momento televisivo.

Pero, permítanme entrar un poco en el fondo del asunto porque es verdaderamente interesante. En los últimos artículos he tratado varios casos de abuso en la red donde la desinformación, el cotilleo y la frase fácil y vacía brillan con todo su esplendor. Pero el caso que nos ocupa hoy es más preocupante ya que hablamos de un libro que se vende en librerías y en quioscos de todo el mundo. No es una web, o un blog, es un libro, y, por tanto, una herramienta de difusión del conocimiento considerada seria. En este caso se trata de una obra con un título llamativo: “La enzima prodigiosa. Una forma de vida sin enfermar”. Este libro promete hablarnos de una dieta futurista que evitará todas las enfermedades asociadas con el envejecimiento como la dolencia cardiaca, el cáncer, la diabetes, la obesidad o cualquier problema crónico degenerativo, ¡casi ná!. Con todo esto, ¿quién se resiste a gastarse su dinero para encontrar la fuente de la eterna juventud en forma de libro contenedor de recetario milagroso?

La primera pregunta que yo me hago es: ¿quién tiene la preclara inteligencia que ha visto aquello que nadie había visto antes? Pues bien, el autor de dicho libro es el Dr. Hiromi Shinya. Claro, un Dr. Japonés debe ser algo muy serio, ¿cómo no seguir sus consejos? Además, el Dr. Shinya aparece retratado como un cirujano de prestigio que ha trabajado en dos centros aún más prestigiosos de New York, el Centro Médico Beth Israel y el Colegio de Medicina Albert Einstein. Sin embargo, lo más chocante es que realizando una búsqueda exhaustiva y seria sobre la investigación científica, el Dr. Shinya no aparece en ninguna publicación de la Universidad Albert Einstein, y en el centro médico Beth Israel su última publicación es de 1993 y solo aparecen 5 publicaciones científicas asociadas a este centro, todas ellas relacionadas con la colonoscopia. Estas discrepancias en los datos biográficos tendrían ya que dar que pensar a quienes apoyan a este señor y a quienes han publicado semejante libro.

Pero, adentrándonos en lo que el libro publica y promueve comenzamos a entrar en un asombroso mundo que más parece ciencia ficción que ciencia seria En sus primeras páginas ya se dice algo alucinante para cualquier científico; “Contamos con más de 5.000 enzimas en el cuerpo humano que desencadenan, tal vez, 25.000 reacciones diferentes”. Sin ser muy sesudo, eso nos da para 5 reacciones por enzima, cosa harto improbable ya que las enzimas son proteínas o complejos de proteínas muy específicas que catalizan una reacción y siempre la misma. Pero lo peor es que se indica que todas estas 5.000 enzimas pueden ser creadas a partir de ”una enzima madre” o basal cuya cantidad en nuestro cuerpo es muy limitada y de la que depende nuestra salud y nuestro envejecimiento, ¡casi ná otra vez! De un plumazo se ha tirado por tierra toda la biología molecular y el papel de los genes que codifican para proteínas y enzimas. Con un solo gen ya tenemos una enzima madre de la que nacen todos sus polluelos enzimáticos para realizar miles de reacciones en nuestro cuerpo. Y claro, si perdemos estas enzimas madre no podemos reparar las células y sufrimos toda clase de enfermedades como el cáncer, problemas cardiacos o enfermedades degenerativas. ¿Qué importa que estas enfermedades tengan un origen y desarrollo diferente?, con una sola enzima todo arreglado. Como decía mi abuela: sirve para un roto y para un descosido.

Y, a partir de esto, viene la curación. Para reponer las cantidades de semejante maravilla de la evolución enzimática, se propone un “estricto régimen de alimentos no tóxicos altos en enzimas y agua, para tener más enzimas madre y reparar todas las células del cuerpo”. Pues claro, tomar alimentos tóxicos es malo, caca; hay que tomarlos no tóxicos. Y ricos en enzimas maravillosas, tanto que resisten la propia digestión en el estómago y el intestino y llegan intactas a nuestro cuerpo importando poco que vengan de una lechuga, de un garbanzo, de la pechuga de un pollo o de un langostino. ¡Qué más da que sean diferentes a nuestras enzimas! ¡Son maravillosas, prodigiosas, las madres de todas las enzimas!

Y a partir de ahí el libro es un compendio de medias verdades, recomendaciones nutricionales manidas con poca base científica e informaciones sobre las enfermedades que van a hacer que pasemos al otro barrio bastante antes y pasándolo muy mal a no ser que hagamos lo que el libro dice. Pero lo peor se encuentra en las afirmaciones gratuitas y absurdas como que los fármacos contra el cáncer no curan el cáncer, que los antiácidos estropean nuestro estómago, que la leche causa inflamación o puede causar osteoporosis, o que tu cuerpo se va a oxidar si te alimentas con comida oxidada, sea lo que sea eso. Como comprenderán, a partir de este punto se me hace imposible seguir. Cualquier médico, cualquier científico, cualquier estudiante de biología de primer curso encontraría que lo que en este libro se dice es un total absurdo y, en mi opinión, debería prohibirse o, como poco, etiquetarse como producto nocivo para la salud. Pero, estamos en un país libre y ustedes pueden hacer caso a lo que promociona la Sra. Milá o a lo que los alarmados científicos consideran todo un atropello al sentido común y a la evidencia científica. ¡Ustedes mismos!