Opinión

La importancia de los Premios Nobel

En estas semanas se están fallando los Premios Nobel correspondientes a 2016. Como científico me interesa conocer a quiénes y por qué se les concede los premios, especialmente en las ramas de la ciencia. Suelen ser unos días en los que compruebas que hay gente por ahí estudiando, trabajando e intentando cambiar nuestra vida y mejorar nuestro futuro. En un mundo en el que estamos cada vez más pendientes de lo que hace cualquiera que tenga cierta capacidad social en la red, aunque lo que haga no tenga ninguna repercusión más allá de unos minutos o unas horas de entretenimiento o de comentario banal, me alegra que la tenacidad, el trabajo duro y continuo y el deseo de seguir aprendiendo tenga su pequeño rincón en las noticias diarias. Aunque estoy seguro de que pasados unos días pocos se acordarán de quiénes eran y qué hicieron los Premio Nobel del 2016. Y eso que en algunos casos puede que estemos aprovechando sus conocimientos todos los días. Por ejemplo, casi nadie se acordará de los Premios Nobel de Física de 2014, los doctores japoneses Shuji Nakamura, Isamu Akasaki e Hiroshi Amano, galardonados por la "invención de los diodos eficientes de emisión de luz azul que han permitido las fuentes de luz blanca de ahorro energético". Pero deberíamos, porque ellos inventaron los LEDs que han reducido considerablemente el consumo eléctrico y que comienzan a invadir nuestras casas.

Sirva esta columna de hoy para recordar a los Premios Nobel de 2016 en las tres ramas de la ciencia que galardonan Medicina, Química y Física. Aunque sin olvidar a los Premios Nobel en Economía, los doctores Oliver Hart y Bengt Holmström, por su teoría de los contratos, o el Premio Nobel de la Paz, el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, por su loable intento de conseguir la Paz en su país llegando a un acuerdo con las FARC. Y sin dejarme atrás al Premio Nobel de Literatura que aún no se ha fallado.

En Medicina, el Premio Nobel 2016 ha recaído en el Dr. Yoshinori Ohsumi por el descubrimiento de la autofagia o por descubrir cómo las células son capaces de comerse literalmente a sí mismas. Entiendo que algunos piensen que eso está muy bien, pero que no entienden por qué eso nos beneficia y para qué sirve. El Dr. Ohsumi hizo su descubrimiento hace ya casi 40 años al descubrir los genes y las proteínas que controlaban la autofagia. Mucho tiempo ha pasado y ahora conocemos que estos genes intervienen en procesos tan importantes como el envejecimiento, el control metabólico, la enfermedad de Parkinson o el cáncer. De ahí su importancia. Posiblemente, en no mucho tiempo, algún fármaco se utilice para controlar este proceso y ayudarnos en el tratamiento de alguna enfermedad.

El Premio Nobel en Química de 2016 ha recaído en los científicos Jean-Pierre Sauvage, Fraser Stoddart y Bernard Feringa. Estos investigadores europeos han desarrollado estructuras químicas capaces de comportarse como máquinas y mantener estructuras móviles. La aplicación de las nanomáquinas químicas (piensen en un milímetro dividido un millón de veces), es ahora un hervidero en ciertos laboratorios. Lo más interesante es su posible aplicación en medicina, ya que podrían servir para dirigir fármacos o para tratar directamente otras estructuras biológicas como si de robots mecánicos se tratara.

Y respecto al Premio Nobel de Física, este año ha recaído en los Dres. británicos David Thouless, Duncan Haldane y Michael Kosterlitz por su contribución en "los descubrimientos teóricos de las transiciones de fase topológica y fases topológicas de la materia". Dicho así parece un tema muy alejado de lo que yo mismo puedo entender. Pero una vez que uno se informa parece ser que su descubrimiento en física podría permitir sistemas de computación más rápidos y eficientes en el futuro. Teniendo en cuenta a la velocidad que avanza la tecnología en el campo de la computación, no sería de extrañar que estos descubrimientos en la transición de fase estuvieran dentro de unos años controlando nuestros ordenadores, móviles o cualquier otro aparato que los sustituyera.

Con estas pequeñas notas he querido esta semana realzar, si es que es posible, la importancia del trabajo científico diario, con tesón y en equipo para mejorar la vida de las personas y nuestro futuro no muy lejano. En una situación económica desastrosa como la que arrastramos desde ya demasiado tiempo, el abogar por la ciencia es apostar por el futuro. Y permítanme acercar el ascua a mi sardina esta vez y denunciar públicamente la destrucción de tejido científico que ha ocurrido y sigue ocurriendo en nuestro país desde hace ya demasiado tiempo. Nuestro futuro no está en servir copas en las terrazas de los chiringuitos de playa en verano, está en desarrollar un tejido industrial fuerte y sólido que aporte productos de calidad con expectativas de futuro. Este tejido industrial basado en mano de obra cualificada podría crearse apoyándose en los nuevos conocimientos obtenidos a partir de los proyectos científicos diseñados y desarrollados por los grupos de investigación españoles que trabajan intensamente en los centros del CSIC, Universidades y otros centros de investigación. Lamentablemente para todos nosotros, en España se ha instaurado de nuevo el viejo dicho de "que inventen otros" y la inversión en investigación ha ido disminuyendo progresivamente año tras año hasta llegar a niveles de hace 20 años. Mientras que los países más avanzados de nuestro entorno siguen invirtiendo en investigación sin grandes cambios a pesar de la crisis o incluso aumentando la inversión, en España vamos en caída libre. Los Premios Nobel nos deberían recordar que el avance en ciencia supone un avance en la industria y en el valor añadido de un país, pero para eso hace falta inversión y tiempo.

Y en España hay buenos científicos. De hecho, los datos recientes demuestran que de los 3.000 científicos mundiales con más repercusión en 22 disciplinas científicas, 50 son españoles (The World’s Most Influential Scientific Minds, Reuters Thomson). De todas las publicaciones mundiales, los científicos españoles han producido 77.000 (Fecyt). Estos dos datos ponen a España en el puesto 10º de los famosos rankings que tanto gustan a nuestros políticos. La próxima vez que un ministro de España nos recuerde que nuestra educación no vale o que no estamos entre los países punteros en ciencia o cualquier otra cosa, digámosle que sin inversión y apoyo no se puede hacer nada de nada. Pretenden nuestros políticos que juguemos en la Champions League, pero con un presupuesto de un equipo de Segunda División. Sin Ciencia no hay Futuro. Tal vez alguna vez lo acaben entendiendo. Esperemos que no sea demasiado tarde.