Opinión

Una ventana para asomarse al IMIBIC

El IMIBIC o Instituto Maimónides de Investigación BIomédica de Córdoba es un centro de investigación sanitaria nacido en un momento en el que se le dio importancia a la transversalidad de la investigación en España. Eso permitió la posibilidad de que grupos especializados en investigación básica confluyeran con grupos clínicos para llegar al objetivo común de entroncar el conocimiento de qué nos ocurre con cómo podemos desarrollar nuevos y más efectivos tratamientos. El IMIBIC no está solo; es uno de los 29 institutos acreditados en España para la investigación sanitaria por el Instituto de Salud Carlos III. En mi opinión, una buena idea para poder unir la ciencia básica a la ciencia clínica y avanzar coordinadamente. Afortunadamente, el IMIBIC y otros centros similares nacieron en una época boyante, porque dudo mucho que algo así pudiera haber sido engendrado actualmente donde la investigación y su financiación brilla por su precariedad.

Los proyectos que desarrolla este centro cubren prácticamente todos aquellos campos importantes en la medicina, desde el estudio de enfermedades crónicas e inflamatorias tan importantes en nuestra sociedad, hasta el envejecimiento activo y la fragilidad que se adivina como el gran problema socio-sanitario de dentro de pocos años. Otras investigaciones se centran en la nutrición y las enfermedades asociadas a ésta como los desórdenes metabólicos o enfermedades endocrinas hasta estudios centrados en las enfermedades infecciosas y el estudio del sistema inmunológico y, como no, el cáncer. Básicamente los grandes retos de la medicina actual.

He de reconocer que desde hace cierto tiempo el IMIBIC está desarrollando una intensa campaña para dar a conocer lo que hacen, cómo lo hacen y los resultados que están obteniendo. Y desde este humilde blog he de decir que es una labor encomiable en una época en la que la diseminación de bulos, avances pseudocientíficos y diseminación de conocimientos de charlatanes ponen en peligro la salud de la sociedad con una plétora de tonterías sin sentido centradas en las pseudoterapias. Por eso repito que el esfuerzo de centros de investigación como el IMIBIC para hacer llegar sus logros al conocimiento de la sociedad en su conjunto es importante y valioso.

Aunque, muchas veces pienso que eso parece importar poco a la población y a los medios de difusión en masa a tenor de la baja incidencia que las noticias sobre descubrimientos científicos, técnicos o humanísticos tienen en estos medios. Son casi meras anécdotas dentro de la aglomeración de noticias que diariamente bombardean nuestras agotadas neuronas. Apenas tenemos tiempo para digerir una nueva trifulca en el Congreso de los Diputados, un nuevo caso de corrupción, un nuevo divorcio entre famosos o menos famosos, un nuevo exabrupto de algún político o candidato a regidor de ciudadanos indefensos, para tener que resetear nuestras neuronas y pasar a otra noticia de impacto en nuestras vidas.

Con todo eso no hay tiempo para atender a noticias sobre grupos de gente con bata que han encontrado algo que nos acerca a una nueva vacuna, un nuevo tratamiento contra una enfermedad crónica y/o degenerativa, un nuevo avance en entender por qué y cómo se desarrollan las células cancerosas, el siguiente impacto del cambio climático, un nuevo material que ayudará a fabricar mejores herramientas informáticas o un nuevo planeta posiblemente habitable a decenas de años luz. No, para eso no hay tiempo aunque en muchas de estas cosas sin importancia mediática sí que vamos a encontrar repercusiones importantes en nuestras vidas y en las de nuestros hijos de aplicación inmediata o casi inmediata. Pero es más importante el ensordecedor ruido mediático diario de políticos, famosos, videntes económicos y sociales reconvertidos en tertulianos, etc…

La historia que me llevó a escribir este artículo es el reciente eco del avance en el tratamiento de diversos tumores neuroendocrinos en el que encontré muchas caras conocidas. Justo Pastor Castaño, actualmente director científico del IMIBIC, Antonio J. Martínez, un viejo amigo de andanzas de tesis, y Raúl M. Luque, de la hornada de jóvenes que tuvo que aguantar a los veteranos que andábamos por el laboratorio de Biología Celular en la Facultad de Ciencias cuando ésta estaba junto a Reina Sofía posaban delante de sonrientes jóvenes y todos con bata.

Me agradó mucho ver cómo mis viejos amigos (perdón por lo de viejos, pero las canas ya no se pueden disimular), siguen en la brecha escarbando en los secretos de las mismas células que ya estudiaban hace más de 25 años y rodeados de jóvenes alegres y sonrientes con mirada brillante. No saben lo que les espera si han sido picados por el gusanillo de la ciencia. Me vinieron recuerdos de recuento de orgánulos celulares, recuentos de células, digestión de tejidos para recoger las células vivas que venían de animales sacrificados en el matadero de Córdoba a indecentes horas de la madrugada, y otras muchas vicisitudes compartidas con tesón, dedicación, charlas y cafés, muchos cafés.

Todo ese conocimiento básico que se obtuvo en esos momentos va dando sus frutos en aplicaciones para la salud gracias al esfuerzo de estos centros de investigación sanitaria y a la coordinación de grupos especializados en ciencia básica como este mismo con grupos que tratan día a día a los pacientes. De hecho, el jueves día 20 de abril se celebró en el IMIBIC una reunión de expertos en este tipo de tumores para compartir conocimientos y establecer lazos que permitan el mejor abordaje en su conocimiento y terapia por lo que podemos atisbar la importancia de los muchos días de trabajo en investigación básica necesarios para poder luego aplicarla en un futuro.

Espero que la oscura niebla que ahoga a la investigación española en la actualidad representada por el bajo o nulo interés de nuestros dirigentes para apoyarla institucional y financieramente se disipe en poco tiempo y podamos, como poco, volver a los niveles de financiación y apoyo que ya tuvimos allá por 2009, justo en el principio de la crisis. Y espero y deseo que los logros de los muchos grupos de investigación diseminados por España y formados por gente con ideas, tesón y paciencia tengan repercusión y demuestren que apoyar la ciencia es fabricar un futuro mejor. Un país que no apoya el desarrollo del conocimiento es un país abocado a trabajar para otros.