Opinión

Las grandes amenazas para la salud: ondas

Retomo la serie de artículos dedicados a las grandes amenazas para la vida de la humanidad (la de los que no son humanos importa bien poco, eso ya lo sabemos). Si hay una amenaza de moda en la que el ya comentado 'Principio de Precaución o de Prevención” se usa sin límites esa es la de las ondas electromagnéticas y especialmente las del 5G. Basta con bucear algo en las redes para recabar una enormidad de movimientos para que se bloquee su implantación "hasta que se demuestre que no es peligroso". Pero, ¿qué es lo que realmente puede hacer tan perjudicial a la tecnología 5G, que se llama así simplemente porque vas tras la 4G? Pues la verdad es que poca cosa, a no ser que sea la cantidad de información que puede transmitir (se supone que unos 20 Gigas por segundo de subida y 10 de bajada y una latencia (retraso) de tan solo 4 milisegundos). Eso supondrá una mayor capacidad de emisión y recepción de datos en tiempo real por lo que se podrán abordar las operaciones robotizadas con el médico en Pernanbuco o ver en streeming y sin retraso cualquier evento mundial. Es decir, lo mismo que tenemos ahora pero más rápido y con más información por unidad de tiempo. ¿Es eso suficiente para que debamos tener prevención respecto a lo que ahora ya tenemos? Pues, no, no hay evidencias que nos permitan pensar en ello, pero sí que se ha generado toda una batalla mediática en las redes en contra de algo que nadie aclara qué tiene de malo. 

Para no aburrirles, les voy a dirigir a un excelente artículo en Xataka donde se listan todas las enormes penurias que esta nueva red nos va hacer sufrir. En el listado tenemos entre convertir a todos en armas dentro de una conspiración político-militar, el control mental de la población, la vacunación obligatoria (pero seguro que no a través del móvil), o el control de la población como si estuviéramos en el 1984 de George Orwell. Total, parte de eso ya lo hacemos, y gratis, colgando en las redes las fotos y los comentarios de dónde estamos, qué hacemos, qué pensamos, dónde vamos a ir, dónde hemos estado, qué hemos comido, qué hemos bebido y qué hemos sentido. Total, como para quejarse de que Google nos espía. ¡Pero si le damos toda la información gratis! 

El problema del 5G está en que se necesitará aumentar el número de antenas ya que, aunque las ondas que utilizan no son peligrosas, su longitud es más corta y necesitan más red para permitir la gran capacidad de transmisión de datos. Sabemos que cuanto más corta sea la longitud de onda de una radiación, más energía lleva y puede realizar más interacciones con nuestras células. Al parecer, las ondas del 5G se encuentran en el espectro milimétrico, y alguien podría pensar que eso es muy peligroso, pero esas ondas siguen siendo mucho más amplias que la longitud de onda de los rayos infrarrojos que nos dan calor, especialmente en estas épocas tan veraniegas, o de los que nos proporcionan la luz, que se encuentra entre 400 y 700 nm (es decir, más de mil veces más cortas que las ondas del 5G. De hecho, los dañinos rayos ultravioleta, rayos x y rayos gamma se encuentran en longitudes de onda muy por debajo de estos,  entre los 230 nm del UVA hasta los picómetros o fentómetros (1/1000000000000 y 1/1000000000000000 metros) de los gamma y cósmicos. Y, repito, físicamente sabemos que a más corta la onda de emisión, más energía y más daño produce. Por tanto, volvemos a la eterna pregunta, ¿cómo es posible que una longitud de onda menos energética que la radiación de un brasero o que la luz del sol pueda ser considerada como peligrosa para la salud? 

Podemos asegurar que desde el punto de vista de la Física, no hay evidencias que apoyen el miedo a las ondas como fuentes de daño y si usamos el sentido común menos aún. Y lo digo porque llevamos decenas de años con radiación electromagnética emitida por dispositivos como la radio, televisión y ahora los móviles y no hay ninguna evidencia que indique que haya supuesto una merma en la salud de las personas. Ninguna. Bueno, tal vez sí ya que la televisión puede que haya contribuido al sedentarismo y al aislamiento aumentando las enfermedades crónicas relacionadas con la falta de ejercicio. Lo mismo los móviles y las apps que proponen ejercicio ayudan a compensar un poco. Y tampoco ha habido una escalada de cáncer debido al uso de las antenas de móvil aunque haya por ahí grupos, siempre bienintencionados pero poco informados, que siembran el miedo y la precaución basándose en datos sesgados, exagerados o simplemente inventados. 

El problema de las ondas electromagnéticas está en su inclusión por parte de la OMS en el grupo 2B como posibles carcinogénicos. No importa que puedas decir de nuevo que en ese mismo grupo está el extracto de Aloe vera, la cafeína, las salchichas y otros muchos productos que comemos, ingerimos y nos ponemos normalmente. No, eso no importa, se vuelve a tomar un blanco y se dispara únicamente a éste no atendiendo a los más de 300 restantes posibles carcinógenos que están en la lista y que nos rodean en nuestra cotidiana vida. No importa que un científico como Alberto Nájera López,  nos informe tras haber ido a un congreso donde científicos tratan el tema. No importa que la ciencia pueda confirmar cuando hay evidencias pero no pueda hacerlo cuando no las hay. No importa que no haya estudios bien diseñados que demuestren un efecto patogénico de las antenas. No importa nada de eso, lo que importa es la idea predefinida de bienintencionados grupos de ciudadanos que saben más que nadie (aunque nunca hayan ido a un congreso sobre radiaciones electromagnéticas ni acepten ninguna explicación sobre los factores que relacionan la física con la biología).  

Los grupos más beligerantes contra las antenas y el 5G se basan, como siempre en estos casos, en aquellos estudios, aunque sean pocos, que apoyan sus ideas. El último es de Falcioni y colaboradores,  publicado hace poco menos de un año en una revista de prestigio. En este estudio habían sometido a un gran número de ratas a radiación de móvil durante 19 horas diarias durante más de tres años, desde su periodo prenatal hasta que murieron. Los animales se pasaron toda su vida sometidos a la radiación que recibiría un auténtico maniaco del móvil. Los autores intentaron encontrar alguna relación, pero revisando las tablas y figuras, la relación no se ve mucho, la verdad y solamente si eres una rata macho y estaba sometida a la mayor radiación utilizada tenías algo más de peligro. Pero no se asusten, que el riesgo pasó de alrededor de un 0.8% en los controles a un 1 con algo en las sometidas a la radiación. De hecho, los datos son tan extraños que incluso sugieren que bajas dosis pueden producir más daño que altas dosis, algo así como que tomar el sol poco tiempo fuese peor para producir cáncer de piel que tomarlo 10 veces más. ¿No les resulta algo extraño? 

A esto hay que sumar que los estudios realizados en humanos no han demostrado ningún efecto e incluso se han publicado estudios en los que la cohorte de personas que usaban el móvil llevaban usándolo más tiempo que los años que los móviles llevaban funcionando. Curioso, ¿no? Claro que era un estudio donde se revisaba todo lo que interesaba obviando los estudios que no eran buenos para la causa. No les quiero aburrir, pero todos los estudios realizados en humanos no han encontrado ninguna relación con ninguno de los famosos cánceres que iban a subir espeluznantemente, como en un estudio en el que se han estudiado un millón de mujeres en el Reino Unido sin encontrar nada de nada. Los datos son tozudos, la verdad. 

Pese a todos los datos científicos, asociaciones de personas, supongo que bien informadas, atacan cualquier evidencia científica que se les ponga por delante. AVAATE,  la Asociación Vallisoletana de Afectad@s por las Antenas de Telecomunicaciones, acusaron no hace mucho de mentir a Alberto Nájera en su participación en RNE. ¡Qué va a saber el científico con sus datos! Ellos tienen los suyos propios y con esos valen un potosí. Aunque si se paran a mirar en su página, algunas de las referencias se repiten y lo mismo sirven para hablar de tumores de cerebro como de corazón (el Schwannoma es benigno), del dolor de cabeza, o de la esclerosis lateral amiotrófica poniendo una foto de Stephen Hawking que sufrió la enfermedad antes de que los móviles nacieran. Pero eso es un dato menor y tampoco importa que la enfermedad de Hawking sea de origen autoinmune. Esos son detalles sin importancia. 

Pero les voy a reconocer que las radiaciones electromagnéticas sí que están teniendo un efecto pernicioso en la salud; en la salud de aquellos que creen que les afectan negativamente. El síndrome de sensibilidad electromagnética o electrohipersensibilidad se ha diagnosticado en personas que aparentemente sufren un trastorno complejo y con múltiples e inconexos síntomas tras someterse a campos electromagnéticos de diversa procedencia. Los estudios científicos vuelven a encontrar muchos problemas para demostrar las causas de este síndrome, pero no descartan que a las personas que lo sufren les pasa realmente algo. Pero ¿y si no fuese la radiación la causante del síndrome? ¿Y si fuese la creencia de que la radiación les afecta la verdadera causa? El efecto nocebo, contrario al placebo, existe, y la mera creencia de que algo nos va a afectar puede acabar produciendo síntomas de enfermedad en muchos casos relacionados con factores de estrés. No olvidemos que el ser humano es altamente susceptible a lo nuevo y tenemos ejemplos como que cuando comenzaron los viajes en tren, muchas personas indicaban la sensación de asfixia, trauma físico o enfermedad general relacionadas con la velocidad que alcanzaban los lentos trenes de entonces. Hoy en día millones de personas lo toman diariamente y sigue habiendo gente que se estresa y lo pasa mal, pero no es por el tren ni por su velocidad sino por ellos mismos. Pero, tanto en el caso de los trenes como en el caso de la electrohipersensibilidad o en el de la sensibilidad química múltiple, alimentar la creencia hace un flaco favor al enfermo ya que se sentirá atacado cada vez que sienta que se está exponiendo a un campo electromagnético aunque no lo esté. Establecer como factor de una enfermedad a algo que no lo es supone equivocar el diagnóstico y, por tanto, se llega a utilizar tratamientos inadecuados que no sirven para nada. Algo a tener en cuenta a la hora de alimentar las fobias. 

Es curioso que un pueblo estadounidense llamado Green Bank se haya convertido en el refugio de todo aquel que se siente hipersensible a la radiación. Este pueblo tiene limitado el uso de radiación electromagnética ya que en su cercanía se encuentra instalado un radiotelescopio utilizado para detectar la radiación electromagnética del universo. Curioso, la gente con hipersensibilidad electromagnética está ocupando el pueblo con radiación limitada para que se pueda detectar la radiación electromagnética del espacio exterior. Pero la convivencia se ha vuelto algo complicada en el tranquilo Green Bank ya que las exigencias de las personas recién llegadas incluyen los contadores de luz inteligentes, los micros inalámbricos o las luces fluorescentes. La verdad que algo incomprensible ya que la radiación natural sigue estando alrededor haya o no sol, haya o no luces fluorescentes o haya o no micros inalámbricos. Tal vez la cuestión esté en que la radiación es natural, y ya sabemos que lo natural es bueno y lo creado por el nombre, posible agente peligroso del que nos tenemos que protegernos a toda costa. Es lo que hay.