Opinión

Un futuro predecible, una solución incómoda

Hace unos días los medios de comunicación destacaron la idea, borrador, propuesta, o algo parecido del Gobierno de España que promovía la prohibición de los coches a combustión a partir del 2040. Como en todo lo que pasa en España en los últimos tiempos, esta idea se comentó, discutió, vilipendió y fue motivo de chistes y viñetas a las pocas horas, sin siquiera permitir una digestión limitada del asunto. Incluso pocos días después, el comisario español de Energía y Acción Climática de la Comisión Europea, Arias Cañete, ya indicaba que el asunto no era tan acuciante y que la fecha era algo temprana. Curioso comentario del comisario ya que Francia o Alemania están planteando lo mismo y para fechas aún más tempranas. 

En el excelente libro Homo Deus de Yuval Noah Harari (igual de interesante que el muy recomendable Homo Sapiens del mismo autor), en su página 243 se muestra un gráfico perturbador que demuestra que pese a todos los acuerdos y cumbres sobre la Tierra celebrados desde 1992 (Río de Janeiro), las emisiones de COhan ido aumentando progresivamente, cumbre tras cumbre y protocolo tras protocolo sin que las normas acordadas por los políticos, gobiernos y estados consigan nada positivo desde hace 26 años. Obviamente, y a tenor de los resultados, algo hay que hacer que pase más allá de las palabras sobre un papel. Parece que lo que se plasma en estos protocolos y acuerdos no va más allá de la tinta que mancha el papel sobre el que se plasman los acuerdos. 

Desde el comienzo de la revolución industrial comenzada a mediados del siglo XVIII y mediados del siglo XIX y el uso de los combustibles fósiles ha sido la principal fuente de energía utilizada en nuestro planeta. No es extraño que los niveles de COhayan aumentado paulatinamente desde ese instante de la historia humana ya que lo que hemos hecho es devolver al ciclo del carbono aquel carbono que quedó retenido desde hace millones de años en forma de carbóngas natural y petróleo. El carbono de los grandes bosques de coníferas y helechos y de los restos de organismos que quedaron atrapados en sedimentos marinos anóxicos, quedó atrapado en forma de carbón, gas natural y petróleo y quedó fuera del ciclo natural y de la atmósfera. Desde 1750 el ser humano ha ido devolviendo ese carbono a la naturaleza y conseguido que su concentración aumente en la atmósfera rompiendo el equilibrio. Esto hace que, pese a que haya quien lo nieva, el clima esté respondiendo a las nuevas circunstancias hasta que encuentre un nuevo equilibrio. 

A todo esto hay que sumar el efecto que las emisiones de estos combustibles fósiles producen sobre la salud. Se calcula que unos 15 millones de personas en España respiran aire que incluso la Unión Europea considera como insaludable. Todos estos datos, recopilados a partir de la información suministrada por el Ministerio para la Transición Ecológica, demuestran que no se está libre de contaminación incluso si vives fuera de grandes núcleos urbanos. Todo el mundo conoce las grandes boinas pardas de contaminación que se ciernen sobre las grandes y medianas ciudades (y otras no tan grandes aunque por el tamaño se ven menos) pero lo que muy poca gente sabe es que productos de la combustión de los vehículos, calderas e industria, como el ozono, pueden afectar a los pulmones de las personas que habitan en pequeños núcleos de población como pueblos, aldeas o zonas consideradas como naturales. Todos sabemos, por el famoso agujero de ozono, que esta molécula formada por tres oxígenos unidos entre sí, es importante para proteger la vida en el planeta. Pero esa protección la ejerce a miles de metros sobre nuestra cabeza, en una zona específica de la estratosfera conocida como ozonosfera, donde reacciona con los rayos ultravioleta del Sol y evita que éstos alcancen la superficie evitando que nos acribillen a radiaciones ionizantes y nos produzcan enfermedades como el cáncer. Pero el ozono en la superficie es altamente reactivo y puede afectar a nuestros tejidos, especialmente los del sistema respiratorio de personas ancianas y de niños, y producirnos importantes enfermedades. Lo curioso del ozono es que se condensa en zonas alejadas del foco de contaminación y en épocas de alta insolación, como el verano andaluz. Por todo ello, aunque no se vea, el ozono, está ahí, estropeando nuestros pulmones. 

Por todo esto, la medida anunciada por el Gobierno no debería ser considerada tan peregrina, ni tan ocurrente y no debería quedarse en un mero chascarrillo de medios ávidos de noticias ocurrentes para atacar al Gobierno. Racionalizar y reducir el uso de combustibles fósiles es urgente y puede que la medida llegue tarde ya pero cuanto más se desequilibren las concentraciones de éstos en la atmósferamás incapaces seremos de predecir las consecuencias. Estas consecuencias pasan por fenómenos atmosféricos más drásticos y cambios en los ciclos climáticos que afectarán seriamente a la economía, entre otras cosas además del efecto sobre la salud humana que ya es dramático en los grandes núcleos urbanos como Madrid, Barcelona o Sevilla

Obviamente, el camino no va a ser fácil. De hecho, hay que empezar por modificar muchos comportamientos de los ciudadanos. Viviendo en una ciudad pequeña como Córdoba no es necesario plantearse muchas modificaciones. El uso del vehículo en nuestra ciudad es excesivo ya que en muchos casos caminar es más rápido que bajar a por el coche o buscar aparcamiento en el lugar de destino. Todavía recuerdo las primeras campañas sobre la peatonalización de Cruz Conde, y los cambios de opinión tras comprobar el resultado. Obviamente, los ocupantes de un vehículo no se paran a mirar escaparates ni entran en las tiendas para rebuscar dentro. Eso, tan obvio, no parecía tan claro antes de la peatonalización. A todo ello podemos sumar el uso de vehículos eléctricos compartidos, como las motos amarillas que ya encontramos en nuestras calles, o la utilización de medios de transporte colectivos más eficientes y menos contaminantes. O incluso, la saludable y recomendable bicicleta; un medio de transporte barato, rápido y eficiente en la ciudad.

El mayor reto se encontrará en el nivel de inversión. Una vez los coches de combustión dejen de producirse el sistema para alimentar los nuevos coches eléctricos deberá estar listo. Habrá que recablear en los hogares, cocheras y calles pero eso no parece complejo ya que hemos recableado casi constantemente desde los últimos años con antenas, telefonía y fibra de vidrio. Así que no parece complejo. La producción de electricidad sí parece un reto serio. En los últimos años se ha perdido una oportunidad inmejorable para aumentar la capacidad de producir energía a partir de fuentes renovables. Mientras países como Reino Unido, China, Alemania, Dinamarca o Bélgica han invertido en parques eólicos marinos donde trabajan empresas españolas, en España la inversión casi se ha paralizado. Mientras que seguimos siendo uno de los países con mayor número de horas de sol de Europa, la inversión en aprovechamiento del sol como fuente de energía se ha reducido enormemente a causa del Impuesto al Sol del Gobierno del Sr. Rajoy. Está claro que podemos aprovechar mejor las fuentes de energía renovables que son gratis, pero para eso hace falta esfuerzo, inversión e investigación. 

A todo esto habrá que sumar la cuestión económica ya que con la subida de precios de la electricidad de los últimos meses, una dinámica similar en el futuro hará que cargar las baterías de los coches eléctricos cueste un ojo de la cara, lo que hará que la idea no sea factible. Por eso debemos entender que la medida es necesaria, que nuestra salud depende de ello y que debemos estar atentos a los cambios ambientales. Tal vez sea tarde para que podamos modificar los grandes cambios climáticos que, creo sinceramente, ya se han iniciado y que no podremos parar. Tal vez tengamos que seguir el mensaje escrito con letras y números atribuido al recientemente fallecido Stephen Hawking: "La inteligencia es la capacidad para adaptarse al cambio". El clima está cambiando, puede que rápidamente o lentamente, pero está cambiando, hemos cambiado las condiciones que existían cuando el hombre comenzó a crear, consumir y desarrollar tecnología que dependía de la energía fósil de carbón y petróleo. Tal vez sea hora de pensar en el futuro más allá de unas próximas elecciones o más allá de una legislatura. ¿No creen ustedes, señores y señoras políticos?