Opinión

El colmo de la hipocresía

La verdad es que ya no sé si los medios de comunicación y los políticos son hipócritas o cínicos o es que en el mundo en el que vivimos ya todo vale y lo que se defendía hace unas semanas con vehemencia ahora hay que desecharlo, mirar para otro lado, y apuntar a algún culpable más oportuno que, por supuesto, es el otro.

Todo esto lo digo por el tratamiento informativo que está teniendo esta pandemia donde un día se defiende una cosa y al día siguiente se defiende lo contrario sin pudor alguno y con aspavientos.

La ola que estamos sufriendo ahora mismo tiene, a mi entender, dos componentes principales. El primero es externo. Es la naturaleza de los virus y su enorme capacidad de evolución en poco tiempo. Ya he comentado aquí que las mutaciones que está sufriendo el virus son el producto de su gran velocidad de replicación y de la imposición de aquellas variantes con mayor capacidad infectiva. Obviamente, cuantas más personas se contagien, más posibilidad tiene el virus de mutar y más posibilidades hay de que aparezcan variantes más capaces de infectar.

Esto no ha acabado, ahora tenemos la variante británica, la sudafricana o la brasileña para echar culpas a ciertos territorios pero, como ya he dicho, nadie nos asegura que dentro de tres meses no estemos hablando de la variante española, italiana, germana o estadounidense. Basta con que aparezca una mutación sobre las que ya se han producido y que ésta mejore la capacidad infectiva.

Los descendientes con esta mutación se impondrán a los otros. El virus seguirá así hasta que aparezca una variante que sea la más óptima para infectar nuestro organismo. El virus habrá, en ese momento, coevolucionado y se habrá adaptado a nosotros. Ya no habrá variantes mejores, las modificaciones serán pequeñas. Fácil de entender, supongo.

El otro factor somos nosotros y nuestras ganas de no entender nada. Estábamos locos por SALVAR la Navidad. Por pasarlo bien en el año que terminaba, tirar cohetes, tomar unas copas, cenar con la familia y amigos y disfrutar. Lo habíamos pasado muy mal en 2020, había que pegarle una gran patada. Políticos y ciudadanos hemos hecho todo lo posible por disfrutar lo mejor posible y "con seguridad". Bueno, pues la tercera ola que sufrimos es el precio a pagar. Todo tiene su precio, y el de estas Navidades atípicas, pero con cierta libertad, es el tener unos niveles de contagio disparados, los hospitales a rebosar y las UCIs ocupando ya gimnasios y pasillos. En Navidades hemos puesto una alfombra roja al virus para que vaya pasando de un pulmón a otro.

Parar esta nueva curva va a ser muy difícil, ya que, como también hemos dicho muchos, tras el pico de contagios viene el pico de ingresos y tras este pico viene el de ocupación de UCIs y finalmente el de fallecidos. Quienes se contagiaron en los fastos navideños han ido contagiando a sus colegas de trabajo o de universidades. Pero, recuerden, el virus puede contagiar aún siendo asintomáticos y tarda unos días en dar la cara.

Así que si te contagias en la fiestuqui de año nuevo en casa de los colegas o la familia, pudiste contagiar al resto de la familia el día 6 cuando fuiste de casa en casa llevando los regalos. Los nuevos contagiados del día 6 pudieron contagiar a sus colegas de trabajo o de cañas el día 12 o algo más. Y poco a poco, unos van contagiando a otros hasta ahora. Si no nos quedamos quietecitos y reducimos las interacciones el trasiego de virus de los contagiados a los que no lo están no va a parar nunca. Fácil de entender, creo yo.

Algunos ya dijimos que lo mejor para afrontar esta curva es el confinamiento total de, al menos tres o cuatro semanas, pero parece que no toca. Bueno, no toca o sí toca dependiendo del momento. Es curioso ver cómo políticos que redujeron las limitaciones en Navidad para permitir estar hasta las 01.00 de la madrugada en fiestas ahora piden el confinamiento total. No hay nada mejor que ver el lobo con las fauces abiertas para comprobar que te va a hacer daño. Pero en Navidades el lobo no parecía tan fiero.

Y los ciudadanos hemos pasado del sentimiento de que nos encarcelaban y había que protestar por ello a la necesidad de abrir las puertas y ahora pedir explicaciones de por qué tenemos esta curva y quién es el culpable de ello. ¡Que se abriese España al turismo! Y el turismo no llegó. ¡Que se hagan pruebas a los que entran en Barajas! Y las pruebas de poco sirven si el virus lo tienes en casa y no lo controlas. ¡Que hay que salvar la hostelería! Pero si eso es a costa de tener las UCIs llenas me parece un precio demasiado alto.

He ido terminando mis columnas con el hastag #Estodependedenosotros.

Sinceramente, no creo que dependa de nosotros, ya que no queremos enterarnos de qué es lo que nos estamos jugando aquí. No nos queremos enterar de que los hospitales llenos significan personas con cáncer que no están recibiendo el tratamiento adecuado, pacientes de enfermedades crónicas que no tienen su seguimiento adecuado, urgencias por infartos, ictus, derrames cerebrales o accidente que llegan a un lugar abarrotado donde los sanitarios están totalmente agotados.

Pero también nos estamos jugando algo peor, miles de personas con secuelas que tardarán en irse y que mermarán sensiblemente su calidad y esperanza de vida. Nadie está a salvo de todo esto. A ver si nos enteramos de una vez y dejamos de ser tan hipócritas y comenzamos a asumir nuestra responsabilidad a la hora de tomar medidas, comunicar a los ciudadanos y respetar las medidas.

Nos va literalmente la vida en ello.