Opinión

Con el cáncer no se juega: Nuevas y efectivas terapias (y IV)

En esta cuarta y última entrega sobre el cáncer trato los avances en las terapias que han conseguido aumentar el éxito en las terapias contra el cáncer aumentando progresivamente el índice de supervivencia casi para todos ellos y, en especial, para los más comunes como el cáncer de mama, el de próstata o el de colon. Para ello se combinan dos factores esenciales: el aumento en el éxito en el diagnóstico precoz del que ya hablé en el anterior artículo y un mayor conocimiento de la biología de las células cancerosas que ha permitido diseñar terapias más eficientes y precisas para acabar con ellas.

Sin querer abundar en lo dicho en el anterior artículo, precisamente en el día que escribo esta última entrega, un nuevo macroestudio realizado por genetistas de la Universidad John Hopkins ha confirmado que las mutaciones que causan el cáncer son de origen azaroso en un 67% de los casos (http://science.sciencemag.org/content/355/6331/1330). Esto implica que esas pseudoterapias basadas en comer tal o cual cosa o en hacer tal o cual otra, aparte de no tener base científica alguna, no van a poder hacer nada contra algo que puede ocurrir por factores independientes de nuestra forma de vida o de nuestra nutrición.

Pero si, a pesar de todo, nos encontramos ante un diagnóstico de cáncer debemos tener la mejor predisposición y una actitud lo más positiva posible. En el tratamiento, nuestro cuerpo va a sufrir un ataque bien por radiación o bien por quimioterapia del que debe reponerse lo mejor posible y permitir que estas terapias sean lo más efectivas posibles. Por experiencia propia les aconsejaría intentar llevar una vida lo más normal posible durante el tratamiento e intentar acomodarse a los efectos secundarios de éste. Aprendan a adelantarse a lo que les va a pasar y adapten su vida a ello. Si la quimioterapia les va a afectar al apetito, aprendan cuándo podrán y cuando no podrán comer y adapten su vida a ello. Intenten por todos los medios seguir lo más activos posible y así se les hará más llevadero. Obviamente, en el plano médico déjense aconsejar por nuestros excelentes profesionales y huyan como si fuera el diablo de quienes le propongan remedios milagrosos. En estos días se ha celebrado el juicio contra un curandero que supuestamente permitió que su cliente dejase la quimioterapia con el resultado que pueden suponer. También rechacen las noticias que le indiquen que en otro país, normalmente EEUU, hacen las cosas mejor. No es cierto. Los médicos de todo el mundo están al día de las terapias más efectivas para cada caso. No obstante y en casos concretos, nuestros propios profesionales médicos pueden considerar acudir a terapias experimentales que pueden estar realizando en otros lugares. Pero no sigan cantos de sirena y sigan las indicaciones de su médico.

Cada cáncer va a requerir de un tratamiento adaptado a cada tipo. En algunos casos se recomienda la radioterapia basada en irradiar letalmente al tumor para matar a las células dañando severamente su ADN. Pero recuerden, las células cancerosas desarrollan mecanismos de defensa enormemente efectivos y, a veces, incluso pueden salvarse de esa irradiación. Es por ello que se están produciendo avances que permiten dirigir mejor la radiación para no dañar a las células sanas y, además, para comprobar que la dosis recibida por las células cancerosas es la adecuada para matarlas. En este último caso, físicos españoles han presentado recientemente un dispositivo que mejora la comprobación de la dosis demostrando otra vez el denodado esfuerzo de los investigadores para desarrollar tratamientos cada vez más efectivos y directos contra las células cancerosas.

En el caso del tratamiento basado en compuestos químicos conocido como quimioterapia se basa en el uso de sustancias altamente tóxicas que, en altas dosis, serían incluso letales. El conocimiento de los años de lucha contra el cáncer ha permitido desarrollar combinaciones de estas sustancias que aumentan enormemente la eficacia contra las células cancerosas. Estas sustancias basan su efecto en varios frentes adaptados a las particularidades de las células cancerosas, especialmente a su rápida división celular. Por ello, muchos de estos compuestos afectan gravemente al ADN de las células provocando la muerte de éstas. Otros también producen daños a través del aumento de sustancias prooxidantes que provocarán daño oxidativo. Es por ello que, en este último caso, la ingesta de antioxidantes podría afectar negativamente al efecto de la sustancia que utilizamos contra el cáncer. Pero las sustancias quimioterápicas no solo atacan a las células cancerosas sino que afectan a todas nuestras células por lo que tenemos el consabido efecto sobre la incapacidad de comer ciertos días tras el tratamiento, la caída del pelo, la detención del crecimiento de las uñas, la fragilidad de la piel y la pérdida de peso entre otros efectos. Muchas investigaciones actuales están intentando evitar este daño secundario desarrollando mecanismos que permitan dirigir las sustancias tóxicas directamente a las células cancerosas. Tal vez en algunos años dispongamos de mecanismos que permitan verter los productos químicos directamente sobre los tumores y no sufrir los efectos secundarios anteriormente descritos.

Y finalmente, uno de las terapias más prometedoras en la lucha contra el cáncer es la inmunoterapia o, lo que es lo mismo, utilizar nuestro propio sistema inmunológico contra las células cancerosas. Nuestras células defensivas, especialmente linfocitos T y células NK, nos defienden contra los tumores con cierta efectividad pero, a veces, el tumor gana. De hecho, lo que ocurre es que se produce una auténtica guerra con escalada bélica entre las células cancerosas y las células inmunológicas. Las células cancerosas desarrollan mecanismos defensivos para volverse invisibles frente al sistema inmunológico a la vez que producen sustancias para que las células inmunológicas no las puedan atacar. A su vez, las células inmunológicas intentan desarrollar sistemas mejores para atacar a las células cancerosas.

Conociendo este hecho, en los últimos años se ha desarrollado importantemente una terapia basada en el sistema inmunológica conocida como inmunoterapia. La inmunoterapia abarca desde la prevención con la vacunación contra virus que pueden provocar cáncer como el virus del papiloma, contra el que se vacunan las niñas de unos 12 años, hasta el uso de anticuerpos específicos contra las células cancerosas. El estudio de los cánceres ha permitido conocer que en ciertos casos existe una proteína o una sustancia que aumenta en las células cancerosas y contra la que se han desarrollado anticuerpos. Por ejemplo, en el caso de los linfomas en los que hay un crecimiento anómalo de linfocitos B, se usa un anticuerpo contra una de las proteínas de los linfocitos B que también está en las células tumorales. O en el caso del cáncer de mama se ha encontrado que las células cancerosas expresan niveles anormalmente altos de una proteína llamada Her2 contra la que se utilizan anticuerpos. Los anticuerpos se unen a estas proteínas y cuando una célula queda recubierta por anticuerpos, el sistema inmunológico las ataca y las mata. Evidentemente, este procedimiento es más limpio y con menos efectos secundarios que la quimioterapia pero necesitamos que las células tumorales tengan algo diferente a las normales.

A la terapia con anticuerpos podemos añadir el uso de sustancias que estimulan el sistema inmunológico como la IL-2 que se ha utilizado con cierta efectividad contra el melanoma. Y también se está estudiando la posibilidad de adaptar células del sistema inmunológico para ser más efectivas contra las células cancerosas entrenándolas fuera del cuerpo. El sistema consiste en recoger y seleccionar células del sistema inmunológico que se encuentran en los tumores y seleccionar fuera del cuerpo aquellas más agresivas contra el tumor para aumentar su población y devolverlas a las zonas de acúmulo de células cancerosas. En algunos casos experimentales han mostrado bastante efectividad.

Con estos cuatro artículos sobre el cáncer espero haber demostrado que contra esta enfermedad no caben charlatanerías ni tratamientos milagrosos sino seriedad y trabajo concienzudo para conocer cómo abordarlo y desarrollar las mejores terapias posibles. Lamentablemente el envejecimiento de la población conllevará el aumento de la frecuencia de estas enfermedades debido a que la probabilidad de sufrirlas aumenta con la edad. No obstante, la prevención evitando los factores cancerosos, el desarrollo de técnicas más efectivas en la detección precoz y el desarrollo de terapias más directas y eficientes permitirá aumentar aún más el éxito contra esta enfermedad. Por ello no podemos bajar la guardia y seguir apostando por el desarrollo de una investigación de calidad que permita seguir avanzando. Los últimos éxitos nos hacen ver que vamos por el buen camino, ¡lástima que la escasez de fondos para investigación sea una roca cada vez más grande que intenta bloquear este mismo camino!