Opinión

Y ahora toca el sentido común, aunque me temo lo peor

Desde esta columna he intentado ir desgranando algunas particularidades de la enfermedad causada por el SARS-CoV-2, la neumonía atípica conocida como COVID-19. He dejado unas cuantas semanas para seguir la pandemia que, aunque estemos muy interesados en pasar de fase, sigue ahí, en el resto del mundo con alrededor de 100.000 casos diarios nuevos en total. El virus sigue en circulación, pero parece que comenzamos a olvidarnos de que no podemos verlo.

Hoy no les voy a ofrecer ningún enlace a ninguna noticia o referencia, ¿para qué? No sirve de nada, ya que los medios nos bombardean continuamente con sus noticias de hechos que hoy son actualidad y mañana papeles que envuelven el pescado ("Las grandes exclusivas de hoy envolverán el pescado de mañana". Walter Lippmann, periodista). La información que llega por los medios y las redes sociales está llena de posibilidades, de proyectos, de intentos, de pruebas, de, en definitivas, inconclusiones. Mi opinión es que va a ser difícil tener la vacuna pronto y que tratamientos efectivos y específicos para esta enfermedad no son fáciles de desarrollar, si es que se desarrollan. Ésta es una de las columnas más personales que redacto con todo lo que conozco y con la mejor voluntad posible, pero asumiendo el riesgo de equivocarme, pero vaya por delante que soy el primero que me alegraría si estuviese equivocado. A riesgo de que me acusen de mal fario o de aguafiestas, voy a desgranar mis argumentos,

La cura contra este virus no va a ser fácil, si es que se llega a encontrar una cura efectiva. Durante estos meses hemos sido bombardeados con decenas de estudios clínicos parciales que han encumbrado a diferentes compuestos contra el virus. Tal es así que algunos, como la hidroxicloroquina, han sido promovidos por algunos científicos-estrella y promocionados por conocidos dirigentes mundiales y creado varios problemas e incluso la muerte en personas que utilizaron estos reclamos, más publicitarios que otra cosa, de forma inadecuada. Hoy, con más tiempo y más estudios, lo que parecía ser un buen tratamiento ya no lo es e incluso parece que incluso empeora la enfermedad. ¿Error de los científicos? No. Error de quienes quieren ir de la A a la C sin pasar por la B. 

Digo que la cura no va a ser fácil, porque básicamente el virus sólo tiene una diana para impedir que se reproduzca que es la proteína que replica su genoma. Para inhibir esta proteína e impedir la replicación del virus hay otros fármacos, pero su efectividad no parece ser muy alta y no impiden que el virus siga infectando. Hay que esperar a los estudios clínicos realizados sobre diferentes grupos de pacientes y en diferentes hospitales y países para poder encontrar la combinación de tratamientos que ayudan a los pacientes a sobrevivir a la infección con éxito. Y para eso hace falta mucho más tiempo, buenos estudios y gran cantidad de esfuerzo para comprobar qué ha funcionado bien, cómo se ha administrado, en qué tiempo de la enfermedad y cómo ha sido la evolución de ésta. La ciencia necesita tiempo como ya decía en una columna anterior. 

La vacuna va a tardar porque se necesitan una serie de procedimientos que aseguren su seguridad y su efectividad. Los medios de comunicación están ávidos por informar sobre los avances de las vacunas y no hay semana en la que no informen sobre que tal o cual grupo de tal o cual país ha conseguido un éxito. La realidad es que las vacunas actuales se encuentran, como mucho, en la fase 1 de los estudios clínicos y eso quiere decir que lo que se ha comprobado es que las vacunas son fiables y no producen daños en las personas que las reciben, además de que produzcan anticuerpos contra el virus. 

Los diseños de las vacunas son muy diferentes, en Estados Unidos y en otros países han optado especialmente por las vacunas basadas en el ARN y el ADN del virus. Son vacunas más fáciles de diseñar y que, si funcionan, son más fáciles de producir en masa. Su problema es que han sido mucho menos utilizadas, son casi experimentales para humanos si me permiten decirlo, y su efectividad está por ver. Otras estrategias se basan en la proteína S del virus, la que detectan los linfocitos B para producir anticuerpos, y que aún están por dar su fruto. Para mí, la mejor estrategia es la de usar virus atenuados, como los que se usaron para la poliomielitis, y que sean capaces de inducir la respuesta inmunológica que produzca tanto inmunoglobulina G como A. La inmunoglobulina A es la que se encuentra en las secreciones y evitaría que el virus se anclase a las células del sistema respiratorio y comenzase a proliferar.

Sea cual sea la estrategia que tenga mayor éxito y demuestre su efectividad como vacuna en primer lugar luego vendrá el siguiente problema: suministrar miles de millones de dosis de vacunas a la población mundial en poco tiempo. Un simple cálculo para toda la población española nos diría que necesitamos cerca de 100 millones de dosis para una vacuna que requiriese de dos dosis por persona para generar inmunidad. Cien millones de dosis son muchas dosis y más aún para un país cuyo músculo industrial biotecnológico es bastante flojito.

Así que tenemos un gran problema, porque podemos avanzar mucho en el diseño de la vacuna, pero necesitaremos de la industria de otros países para poder producir el número de dosis necesarias. O bien, nos ponemos ya a avanzar en la industria biotecnológica paupérrima que tiene nuestro país, aunque sea con impulso estatal y vamos avanzando para que no nos pase como con las mascarillas, los guantes, los EPIs o los respiradores, que son producidos en países con mano de obra barata. Y esto lo puedo también decir en el caso de que se encuentre algún compuesto efectivo para tratar la COVID-19 ya que, me temo, que en nuestro país pocas empresas podrían dedicarse a fabricarlo.

Esperando que llegue la cura efectiva o la vacuna tendremos que afinar en el control de los nuevos casos y de las interacciones. En un país ávido por correr hacia las playas y las costas para pasar el verano, el proyecto parece complejo. El sistema público de salud debe crear toda una red de control que permita a los servicios de atención primaria el poder controlar los casos sospechosos, ordenar los test adecuados para confirmar o rechazar el diagnóstico, y, en caso de confirmación, controlar las interacciones de esos pacientes con otras personas. Aparte de que esto requiere un gran esfuerzo del sistema público de salud, los ciudadanos también tenemos un importante papel.

En fase 1 hemos podido estar comiendo o bebiendo con 10 personas a la vez, pero no es lo mismo que lo hagan dos familias con 8 ó 10 personas en total a que lo hagan 10 hombres de 10 familias diferentes que van a pasar una noche comiendo y bebiendo en una terraza. En el caso de las dos familias, si un miembro enferma, solo afectará a las dos familias, pero en el caso de los 10 hombres, el que uno enferme, afectará a 10 familias. Si estos 10 hombres multiplican sus interacciones en días siguientes, la posibilidad de contagio aumenta exponencialmente. Es una mera cuestión de sentido común. 

El virus necesita interacción entre las personas para diseminarse. Si las interacciones son reducidas, su posibilidad de diseminación, la famosa R0, baja y eso hace que sea más controlable. Las interacciones directas entre personas son importantes y por eso las mascarillas se van a convertir en una importante arma contra el virus, pero si se utilizan bien. Yo sigo defendiendo que en la calle son inútiles y más aún si las llevamos por debajo de la nariz como la lleva mucha gente. Son inútiles ya que cruzarse con una persona durante menos de un segundo en la calle no te va a someter a suficiente virus como para que te contagies en caso de que llegases a respirar alguna de las partículas de saliva que salgan de su boca.

Aún así, creo que más por la presión mediática que por razones lógicas, el Gobierno decidió ordenar su uso en la calle "siempre que no sea posible mantener una distancia de seguridad interpersonal de al menos dos metros" (BOE Miércoles 20 de Mayo 2020). Sin embargo, algunos medios se han olvidado de esa coletilla y a mí mismo me han increpado por no llevarla en la calle. Y me ha servido muy poco remitir a la increpante a que lea el BOE, parece que los medios mandan más que el BOE. El uso de mascarillas es lógico en lugares cerrados donde se acumulen personas, pero en la calle, la posibilidad de contagio es casi imposible siempre y cuando mantengamos la separación de seguridad. Pero de nada sirve tener estas precauciones en medio de una calle casi desierta y luego llegar a una terraza donde has quedado con cuatro o cinco amigos a los que das la mano y te sientas a tomarte unas cañas a menos de un metro de ellos y sin mascarilla. ¿Ven ustedes la lógica?, porque yo no se la veo. 

Hemos estado confinados, hemos reducido la infección, hemos aplanado la curva gracias a que hemos bajado las interacciones. Ahora nos toca a nosotros, los ciudadanos, y nos toca hacerlo bien y con sentido común. No podemos ir con guantes por la calle tocándolo todo para luego restregarnos la nariz con ellos, eso es justo lo que no debes hacer. Mejor no llevar guantes y lavarte las manos o higienizarlas cuando creas que has tocado algo. No es de sentido común llevar una mascarilla por debajo de la nariz o llevarla en una calle casi desierta y luego sentarte en una terraza con otras 9 personas que no son de tu familia a beber y comer durante horas. No es de sentido común pasar de la distancia social y multiplicar las interacciones con personas de las que no sabes de dónde vienen o con quién han interaccionado. 

De sentido común es hacer lo que mejor creamos para evitar contagiarnos, no hay que hacer nada especial, pero sí ser cuidadoso y aumentar la higiene. No hace falta grandes sacrificios, pero sí gestionar bien nuestra vida. Ya volveremos a la vida 'normal', pero mientras no haya cura o vacuna efectivas lo que hagamos los ciudadanos será muy importante para frenar la proliferación de este virus. Recuerden, el diablo está en los pequeños descuidos y el sentido común debería dejar de ser el menos común de los sentidos.

#Estodependedenosotros.