LA ZONA ROJA 

La vida (en cuarentena) de un periodista andaluz en Roma III

Profe on line

Martes, 17 de marzo. Día 7. 

Roma. 

Hoy hace una semana del inicio de la cuarentena en La Ciudad Eterna. 

Llevo 4 días sin escribirles. No crean que no tenía nada que contarles. Aunque uno no salga de casa la información es tan apabullante que no faltan cosas por narrarles. Ha sido, más que otra cosa, un parón obligado para aclarar mis ideas y organizar mi vida en la prisión del virus. 

Recapitulemos los días pasados. 

De España me llegaba una bofetada informativa tras otra. Durante los últimos cuatro días, como bien saben “El bicho” en nuestro país se ha desmadrado, obligando a proclamar el estado de Alarma, rondando ya los 10.000 casos (conocidos), las 500 víctimas, colándose en la alcoba de Pedro Sánchez, jugando entre sus sábanas, contagiando a su esposa, desafiando a Quim Torra per això, o teniendo incluso la desfachatez de mostrarse en directo, en plena entrevista, escondido en las gotitas de la tos de la presidenta madrileña Díaz Ayuso. 

Este virus no tiene vergüenza ni la ha conocido. 

“¿Y en Italia?” se preguntarán ustedes. Pues aquí, galopamos también sobre ese caballo desbocado. Camino de los 30.000 positivos documentados, más de 2.500 víctimas y con un número de defunciones y contagios diarios que dan ganas de salir corriendo, no sé a dónde, pero dan ganas. 

En Roma concretamente, desde donde les escribo estas líneas, han anunciado hoy (por ayer) la apertura de 5 centros de atención especializada para enfermos del coronavirus, distribuidos estratégicamente por toda la ciudad. Una buena noticia entre tanta mala. 

El desierto en las calles es estremecedor. Ver a la bulliciosa y descarada Roma, convertida en esta dama silenciosa y asustada, da impresión. Se lo juro a ustedes. 

Duermo fatal, cada vez peor. Imagino que hace parte del síndrome de la mazmorra. Hoy se cumplió una semana de asedio y mis horas de sueño se han reducido proporcionalmente al paso de los días. 

Y otro fenómeno extraño (que puede que ya les suceda o les sucederá a ustedes pronto) es que confundo los días. Ya no sé si es martes, jueves o la madre que lo parió. Vivo en una especie de “Día de la marmota” y, cuando me miro al espejo, cada vez me veo más parecido a Bill Murray. Suenan las mismas canciones, borbotea la cafetera de acero, el telegiornale sigue dando ganas de llorar con sus noticias, recibo los mismos memes, me mandan los mismos vídeos, y sigue sin haber fútbol. 

Más cosas. Mi hijo me ha dicho si podía ser parte de esta crónica y, un poco por temor a represalias, y un poco porque es mi fiel compañero de reclusión, me parece el caso de complacerlo. Hoy el gobierno italiano ha puesto en marcha las clases online. Y allí estaba mi vástago, puntual y despeinado, a las diez de la mañana, delante del ordenador, con menos ganas de dar clase que yo de que me manden al supermercado. Impartieron varias materias en esta clase virtual, pero lo más divertido fue escucharle tocar, en directo y a distancia, con sus compañeros de cole, nada más y nada menos que “The Wall” de Pink Floyd. Ahí es nada. Que habría dado yo en los ochenta por tener a esa profesora de música. Bendita mujer. …“Rock and roll”. 

Y para seguir con mi mutación en Bill Murray, en su inolvidable “Atrapado en el tiempo”, le arrebaté a mi hijo el teclado en cuanto terminó la clase digital y me puse a aporrear las teclas como si fuera a salir melodía alguna. Para mi sorpresa, mi retoño me dijo que se me daba bien. El amor es ciego… y sordo. 

Quién sabe. Si se cumplen las predicciones de los expertos italianos, me dará tiempo a aprender a tocar el piano y el banjo de camino. Hoy han dicho que nos vayamos preparando para un enclaustro de unos 40 o 50 días más. Creo que, en ese momento en Italia, más de uno pensó en lanzarse por el balcón. Por ejemplo, los que engañan a sus parejas. Cómo narices harán encerrados durante 40 días… 

« ¿Cariño, voy a sacar la basura a 5 kilómetros?» o « ¿Cariño, voy a la farmacia del barrio de al lado?». Lo tienen crudo. 

Mañana me toca “Operación Supermercado”. Dios me coja confesado. Espero no tener que gritarle a nadie, como la última vez, por no respetar la distancia entre nosotros. Me he vuelto un poco paranoico, debo admitirlo. 

Mientras me preparo mentalmente para tan funesto lance, me despido de ustedes por el momento, haciendo mías unas frases de la resucitada canción del Dúo Dinámico: “Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte, soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie. Resistiré, para seguir viviendo”. 

Resistan amigos.