Opinión

No hay pastillas contra la vejez

Mi suegro cumplió 89 años hace unos días. La verdad es que se le ve bien a pesar de haber enviudado hace poco, de que se le sometiese a una operación grave hace bastantes años, de que tenga una prótesis en cada rodilla y de que arrastre la fragilidad normal para su edad. Pero se le ve bien y espero que siga así durante muchos años pese a que se queje, y con razón, de los achaques habituales a sus años. Ya quisiera yo llegar a su edad en ese estado, teniendo libertad de movimiento y capacidad para vivir con independencia. Pero sí, se queja de lo que le pasa y me pregunta sobre qué tomar, a lo que yo le contesto continuamente que nada, que no hay pastillas contra la vejez. Y es verdad, no las hay. 

Sabemos que vivimos en una época en la que la longevidad ha llegado a niveles altísimos. En poco más de un siglo casi hemos multiplicado por 3 la longevidad media. A principios del siglo XX, la esperanza de vida al nacer España era de unos 33 años. Actualmente es de 85,6 años, casi tres veces más. Este incremento ha sido posible gracias a varios factores pero especialmente a aquellos relacionados con los avances médicos relacionados con la higiene, los antibióticos y las terapias preventivas como las vacunas. Todos ellos han contribuido a que la mortandad infantil haya descendido enormemente y a que enfermedades que antes diezmaban a los niños como la polio o el sarampión, viruela, tos ferina o relacionados ahora ya no lo hagan, pese a que algunos sigan empeñados en que vuelvan a aparecer.  

Ya indicaba hace meses que el envejecimiento de la población se ha convertido en un problema acuciante para los gobiernos de los países industrializados, que conocemos como primer mundo. En pocos años, más de un tercio de la población entraremos dentro de lo que conocemos como tercera edad y aún no sabemos si las fórmulas mágicas de nuestro gobierno (o de los futuros) asegurarán las pensiones, asistencia social y sanitaria y nuestras necesidades básicas. Porque esta alta longevidad no viene sola, viene acompañada de una serie de enfermedades crónicas asociadas a la edad: hipercolesterolemia, síndrome metabólico, diabetes tipo 2, mialgias (sarcopenia), hipertensión, enfermedades neurodegenerativas, problemas cardiovasculares, cáncer. Todas estas enfermedades están asociadas con la forma en la que nuestras células utilizan la energía, en su metabolismo. Y lo curioso del caso es que todas ellas tienen que ver directa o indirectamente con la calidad de unos pequeños componentes celulares esenciales para la vida, las mitocondrias. 

En pocos días algunos de mis colegas y yo terminaremos una revisión sobre el papel de las mitocondrias en el síndrome metabólico y en el envejecimiento que esperamos publicar pronto. Cuanto más aprendemos, más entendemos que nuestro desarrollo y el envejecimiento dependen de la actividad de estos importantísimos componentes de nuestras células. De hecho, el grupo de investigación en el que trabajo trabaja sobre enfermedades asociadas a la actividad de las mitocondrias y podemos decir que cuando hay deficiencias en estos componentes, derivadas muchas de ellas de defectos genéticos, las enfermedades asociadas son muy importantes y entran dentro de lo que se conoce como Enfermedades Raras

Para explicar el envejecimiento se han elaborado muchas teorías diferentes, todas ellas explican aspectos diferentes de este proceso, pero no el todo. Durante una época una de ellas, basada en los radicales libres, estuvo de moda. Tal es así que muchas terapias antienvejecimiento se basan en el uso de compuestos o vitaminas antioxidantes aunque de poco sirven, créanme. Actualmente, la teoría de los radicales libres renace dentro de otra teoría que coloca a las mitocondrias en el centro de los problemas que ocurren durante el envejecimiento. Esta teoría, conocida como Teoría Mitocondrial del Envejecimiento, indica que las mitocondrias son clave en todo el proceso del envejecimiento y que aquellas enfermedades asociadas a éste dependen de la actividad de aquellas. 

Para explicarlo de forma muy simple, las mitocondrias son las encargadas de generar energía dentro de las células a partir de lo que comemos. Esa energía es la que se utiliza posteriormente para mantener a los órganos funcionando y mantenernos vivos. Si ellas no funcionan bien, la vida no será fácil o, simplemente, sería imposible. 

Durante mis clases suelo poner un ejemplo que considero bastante ilustrativo. Muestro una habitación juvenil ordenada, con sus estanterías llenas de libros ordenados, una mesa de estudio, una cama bien hecha y todo en su sitio y digo que así es como las células de nuestro cuerpo, todas y cada una, funcionan bien, manteniendo el orden y encontrando todo en su sitio en cualquier momento. Para eso, consumen gran cantidad de energía. Sería el caso de las células de una persona joven. Pero luego muestro lo que pasaría si dejamos a mis hijas que entren en la habitación unos minutos (les pido perdón aquí, pero es que son muy jóvenes y algo desordenadas) y la habitación aparece con todo desordenado: los libros por los suelos, la mesa de estudios llena de cosas, la cama desordenada, muchas cosas por el suelo. En esa situación no hay forma de encontrar nada ni de que nada se haga eficientemente. Lo mismo que ocurre durante el envejecimiento. Y, ¿por qué soy tan cruel con mis niñas?, para dejar claro que nuestras células se vuelven ineficientes durante el envejecimiento y son incapaces para mantener el orden, igual que ellas, aunque se intentan encauzar, lo prometo. Es decir, que nuestras células van perdiendo la capacidad de mantener el orden conforme vamos sumando años y eso hace que vayan acumulando basura en su interior que las hace más ineficientes y más incapaces de cumplir con su cometido. En esta función, las mitocondrias son esenciales y mantenerlas activas y eficientes es esencial. 

La clave de una saludable longevidad está en mantener las mitocondrias en el mejor estado posible durante el mayor tiempo posible. Por el momento no hemos conseguido encontrar ningún compuesto que nos lleve a una pastilla que haga que las mitocondrias se regeneren y funcionen bien a lo largo de años y años; pero seguimos en ello.Así que el mejor método se encuentra en mantenerlas entrenadas mediante una alimentación equilibrada y rica en productos vegetales con compuestos bioactivos (polifenoles, flavonoides, sulfarafanos, etc…) y actividad física. Todo ello hace que las células se pongan las pilas y mantengan los sistemas que eliminan la basura y producen energía en el mejor estado posible. Es simple, aunque el sedentarismo, la comida rápida y fácil, los alimentos procesados, y actividades nocivas como el fumar producen el efecto contrario. Así que añadamos vida a los años para evitar que se eliminen años de nuestra vida. 

De todas formas, la vida se acabará. No somos Matusalén, que vivió 969 años según dice la Biblia aunque dudo que sean años como los actuales. Y no creo que podamos vivir tantos años como la literatura se empeña en mostrar, pero sí que podemos vivirla intensamente. Tan intensamente como el recientemente fallecido por decisión propia Dr. Godall, científico australiano que a sus 102 años defendió el seguir trabajando en la Universidad pero que a los 104 años ha cumplido su deseo de morir por eutanasia en suiza tal y como él ha decidido, escuchando la Novena Sinfonía de Beethoven. En la actualidad, las personas más longevas del mundo rondan los 116-117 años de edad. Parece que esa es la edad máxima actual del ser humano aunque el record está en Jeanne Calment que vivió hasta los 122 años y 164 días. La cuestión está en vivir lo más posible de la forma más saludable posible y con menores problemas y la clave puede estar en cuidar nuestras mitocondrias. Así que seamos cuidadosos con ellas y mantengámoslas entrenadas durante el mayor tiempo posible. Y, por mucho que se lo digan, aún no tenemos pastillas para regenearlas, por mucho que se anuncien múltiples terapias o procedimientos antienvejecimiento. 

La conocida canción del grupo Queen utilizada en la película “Los Inmortales” tiene una pregunta como título, Who wants to live forever? (¿Quién quiere vivir para siempre?), y termina con otra pregunta lapidaria, Who lives forever anyway? (¿De todas formas, quién vive para siempre?). Me encanta esa canción y este mensaje. Vivamos lo más posible, lo mejor posible y hagámoslo lo mejor posible para conseguirlo y la clave está en los hábitos de vida y en la nutrición. No busquemos soluciones milagrosas porque, sea como sea, nadie querría vivir para siempre.