CHARY SERRANO, BLOGUERA E INFLUENCER

"Lo mismo soy de maruja que de avanzada"

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photo_camera Chary Serrano posa para Córdoba Hoy

Aprendió a moverse por las redes a una edad en las que muchas personas rechazan toda novedad, y más tan abrupta como la irrupción de Internet. En muy poco tiempo era una cara conocida y omnipresente en multitud de eventos culturales y gastronómicos de la ciudad. Su tesón la ha llevado a ser una referencia en el mundo de la cocina en Córdoba. No considera que su trabajo sea periodístico y tampoco le gusta el término 'influencer' que le adjudican. Pero ha conseguido ser la periodista-sin-serlo e influencer-aunque-no-le-guste gastronómica más respetada. En resumen, una persona a la que se le puede adjudicar la frase de 'hecha a sí misma'. Fichada por empresas para colaboraciones diversas, encargada de comunicación de congresos, organizadora de eventos sobre sostenibilidad, maestra en cursos sobre redes sociales y presencia demandada en toda actividad pública del mundillo, repasamos con Chary Serrano su vida en Cañero y cómo una trabajadora y ama de casa en principio normal termina siendo la más conocida y reconocida en su campo. Desde el blog 'Mi cocina y otras cosas', Serrano despliega lo aprendido en años de dedicación y curiosidad.

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¿De qué parte de Córdoba es?

Nací en San Lorenzo. En la calle Arroyo de San Rafael. Luego me fui a Cañero y más tarde volví a San Lorenzo. Pero mi niñez fue en Cañero. Allí estuve hasta hace 18 años. Soy cañera. Muy cañera. Pero para todo. Allí se celebran en mi familia las bodas, bautizos... Todo. Aunque me correspondía San Lorenzo. Mi hija mayor se casó en Cañero... Vamos, que somos muy de Cañero (risas).

Precisamente, Cañero ha sido objeto de controversia por la solicitud de cambio de nombre por la Ley de Memoria Histórica. ¿Qué le parece como cañera?

Yo soy cañera, no soy otra cosa. Si te cambian el nombre de una calle ya te costaría adaptarte. Pero si te cambian el de un barrio, y además grande... Pues la gente de Cañero le seguirá llamando Cañero, por lo menos hasta que pasen dos generaciones. Si nos ponemos así, ¿cuántas calles tenemos que cambiar? Muchas de las calles cuyos nombres quieren cambiar son de personas ilustres que se significaron con el régimen, otras ni tan siquiera eso, sólo convivían con el régimen. Mucha gente no se podía manifestar en contra. Eso no quiere decir que fuesen como se dice que fueron. Manifestarse en contra o sólo señalarse tenía sus consecuencias. No tener en cuenta todo esto y cambiar el nombre de las calles o los barrios me parece absurdo.

"Si te cambian el nombre de un barrio, y además grande... Pues la gente de Cañero le seguirá llamando Cañero, por lo menos hasta que pasen dos generaciones"

¿Cómo era la vida en aquel Cañero de hace décadas?

Soy la mayor de ocho hermanos. Ya no se ven familias así. Empezamos viviendo en Cañero en una casa más pequeña. Pero como seguían viniendo nos mudamos a una casa de dos plantas. Estudié en Santa Catalina, en Cañero. Luego seguí en una academia de Cañero, ya te digo que soy muy cañera. Salíamos mucho a la calle. Me acuerdo de que jugábamos a las cuatro esquinas con cuatro casas. Teníamos todas las calles para nosotros. En primavera, otoño e invierno los días de sol salían las mujeres a la puerta de la casa, o sea, muchas en la puerta de la misma casa, y se ponían a charlar, coser, bordar... Con una radio en el quicio de una ventana para comentar la novela.

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¿Había carencias en aquella Córdoba?

Había carencias en algún aspecto, pero porque hoy día las ves como tales. Pero entonces no tenías esa sensación. Vivíamos bien, aunque éramos muchos. Mi padre tenía un taller de construcciones metálicas. Recuerdo que cuando compramos nuestra primera tele venían a verla a casa todos los vecinos. Cuando había película especial, fútbol o toros aquello era una feria. Mi casa se ponía de bote en bote. Se vivía mucho con los vecinos. La única carencia que había entonces era que no tuvieras para comer o para vestirte. De vacaciones se iban poquísimos, si acaso al pueblo. Y cuando empezaron a salir los 600. Los que tenían pueblo se iban. Los que no lo teníamos íbamos a las albercas de las parcelas de los campos. En la capital sólo había tres o cuatro piscinas. Pero como no había lujos si tú estabas en una familia normal y tenías para vestirte y para comer... Pues lo tenías todo. No percibías que tuvieses carencias. Sólo que no se tenían muchísimas cosas que se tienen ahora.

"Como no había lujos, si tú estabas en una familia normal y tenías para vestirte y para comer... Pues lo tenías todo"

¿Se percibía entonces la represión de la dictadura?

Al ser entonces niños no nos dábamos cuenta de ningún tipo de represión. Por la edad. Luego ya de jovencita me metí en el club de Cañero y sí es verdad que había gente que estaba metida en partidos políticos y sí que hubo represión. Hubo gente que fue a la cárcel cuando el Partido Comunista era ilegal.

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¿Empieza en la infancia su gusto por la cocina gracias a su madre?

Mi madre no era cocinera. Era madre de ocho hijos, que ya tenía bastante. Yo la ayudaba a cocinar subida en un banquillo lo normal de la época: Cocido, patatas, garbanzos, ensaladillas... La mayoría de la gente no cocinaba nada más allá. De hecho  en la capital se hacían pocos dulces. Si querías pastel cordobés lo comprabas en la confitería. A mi casa venía una señora para hacer pestiños. Había dulces fritos en general, bizcochos, magdalenas... Pero en las casas no se hacían dulces. En la de los pueblos sí, en los pueblos sí había más dulces. Vamos, que poco había aparte de guisos de toda la vida. Mi madre no era lo que se llama ahora una cocinillas.

¿Y su padre?

Mi padre era muy trabajador. Empresario, pero trabajando como el que más. Murió muy joven, a los 45 años. Se lo comió un camión yendo para Alcolea. Entonces estaban arreglando la carretera de Madrid. Había un carril y no se podía adelantar. Pero este camión adelantó a dos camiones y chocó. Hubo un juicio. Mi madre recibió una indemnización. No recuerdo qué le pasó al camionero. A nosotros nos partieron la vida.

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¿Qué sucedió a partir de entonces?

Yo me hice cargo del taller, porque trabajaba ya en su oficina. Pero era una nena chica, como quien dice, muy jovencilla, y me comían por sopas. Aquello fue a mal. Tuvimos que cerrar y venderlo. Y ya empecé a trabajar en otras oficinas, incluida la Westinghouse. Siempre he trabajado. Desde joven. En oficinas. Cuando mi padre murió, además de seguir trabajando, empecé a estudiar en la academia Alcántara taquigrafía, contabilidad y cálculo mercantil.

¿Cómo empieza su relación con la cocina e Internet?

En el 2000-2001 ya empecé. Tuve dos hermanos que daban clases de informática, de la informática de entonces. Y asistía a sus clases. Lo que pasa que a aquellas clases iban muchos alumnos sólo a aprender a jugar, a hacer tonterías. Yo me cansaba mucho de eso. Seguí yo sola por Internet. Me acuerdo de que tenía una conexión de Telefónica, pero a partir de las seis de la tarde. Aquello era más lento que un desfile de cojos. Te podían dar las uvas esperando a que se te abriera una página... Y muchas veces ni se abría. Había algunas páginas populares, vamos, cuatro o cinco como quien dice, y todo el mundo iba a las mismas. Así que cuatro horas hasta abrirse. Y en el 2004 me metí en el foro de Arguiñano. Hasta entonces mi interés por la cocina era el normal. Sabía hacer los guisos y comidas tradicionales gracias a mi madre y poco más.

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¿Y cómo le influyó el  foro de Arguiñano?

A partir de ahí ya veo que la gente pone fotos de sus platos. Ahí es donde empieza la comunicación. Yo no le hacía fotos a mis platos, lógicamente (ríe). Lo lógico es que no le hicieras fotos a tus platos. ¿Quién le hace fotos a sus platos? Pues nadie (ríe). Ahora parece una tontería, pero entonces lo último que se te podía ocurrir es hacerle una foto a un plato de comida (ríe). Luego en el año 2005 ya empecé a ver que había movimiento en el mundo del blog. Al principio muy poquito, luego ya mucho para 2006. Tenía para entonces una página web, pero de manualidades. Por ejemplo mostraba abanicos que pintaba. Me interesaban desde 20 años atrás las manualidades, costura, croché... Pero mi web la verdad es que no me gustaba. Mi yerno es informático y le dije que quería hacerme un blog. Yo le di las directrices y me lo abrió. Lo básico. Yo lo hubiera abierto, pero me hubiera costado más trabajo, las cosas como son (ríe). Así empecé y luego terminé ayudando a mucha gente a abrirse sus blogs. Muchos me lo recuerdan.

Ahora parece una tontería, pero entonces lo último que se te podía ocurrir es hacerle una foto a un plato de comida

Aprendió a manejarse por Internet a una edad en la que muchos ni muestran ya interés o rechazan esas tecnologías...

A mí me gustó mucho. Era como algo que hubiese echado en falta toda la vida sin saber qué era: Pues era eso (ríe). Hoy día la gente se cree que me conocen por mi blog de cocina. Pero en realidad me empezaron a conocer por el blog que tenía sobre Córdoba. Lo cerré. Se llamaba 'Paseos por Córdoba y su sierra'. Asistía entonces a los eventos culturales.

Se la conoce por estar en todos sitios.

Eso me dice todo el mundo. Y me molesta. Voy a algunos eventos. Pero luego no me verás figurando en ningún sitio. Voy al evento. Y cuando termina para casa. Soy muy casera.

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En esos eventos, ¿cómo era la relación con los medios de comunicación?

Al principio no era buena. Parece que era como una intrusa. Una vez en una actividad a la que asistía el embajador de Japón los periodistas me dijeron: "Señora, por favor, quítese del medio”. Y yo les dije "¿por qué?". "Por que estamos trabajando". Y les  contesté: "Y yo también". Todavía hoy hay ciertas reticencias. No me considero periodista, pero estoy trabajando también.

También la definen como 'influencer'.

No me gusta el término. Ni soy influencer ni soy periodista. Me llamó mucho la atención el titular de un medio de comunicación hace unos años, cuando firmé un acuerdo de colaboración con supermercados Piedra. Y titulaba algo así como "La popular bloguera Chary Serrano ficha por...". Y me dio que pensar al verme como protagonista. Son cosas que te hacen despertar. Pero me gustaría contarte por las cosas por las que yo desperté en general en este mundo de la comunicación. Sobre todo fue Twitter. Hace años se empezaron a hacer quedadas tuiteras en Córdoba, dentro de una iniciativa que se llamaba 'Córdobatweet'. Había gente muy inquieta en esa red social, cuando la gente se definía como tuitero. ¿Tú qué eres? ¿Yo? Tuitera (ríe). Ya hoy en día no se oye eso. Pero entonces éramos tuiteros. No decías soy 'feiscbusero'. Pero sí 'soy tuitero'. Yo he dicho muchas veces "soy bloguera y tuitera" (ríe).

Y cañera.

Y cañera. Las tres cosas (ríe).

Y con Twitter...

Pues ahí yo empecé a tener contacto con gente que gracias a Twitter se movía mucho. Gente muy joven. Y esa gente joven es la que a mí me empujó para que yo me dedicase a este mundo. Me dijeron que tenía una forma de comunicarme por la que tendría que hacer de esto mi profesión. Yo les decía que no estaba preparada, porque no tenía estudios de márketing ni periodismo... Y me contestaban ¿y para qué los quieres si ya lo estás haciendo bien? Lo que tú haces vale dinero, me decían. Yo nunca he sido un ama de casa al uso. Soy muy maruja, eso sí. Maruja, cocinillas y de mi casa. Pero lo mismo soy de maruja que de avanzada. Lo tengo todo. Me he criado en una época donde he aprendido a ser un ama de casa. Pero cuando chica mi casa no era de las de 'las niñas esto'. Como éramos tantos teníamos que ayudar todos. Y luego empecé en el taller de mi padre con 14 años, que entonces se podía trabajar. Y comencé a moverme en un mundo de hombres. En aquella época el mundo de las mujeres era muy limitado. Y a la vez yo nunca he dejado de estudiar, da igual cómo. No me refiero sólo a formación reglada. Es ver algo que te interesa y aprender sobre ello. Que Dios guarde a San Google (ríe). Eso fue descubrir un mundo. Aquéllos que vivimos en una época determinada tenemos un entorno limitado. Se viajaba poco. Éramos, como digo, de diccionario. Yo he sido muy de diccionario (ríe). Y de enciclopedia. Y de pronto está ahí San Google. Y miras 'sancocho canario'. Y lo puedes averiguar todo.

Es ver algo que te interesa y aprender sobre ello. Que Dios guarde a San Google

¿Sancocho canario?

Una cosa con verduras, nada, un ejemplo, que se me ha venido eso a la cabeza. Ni me acuerdo como se hace. (ríe).

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¿Trabaja normalmente en su casa? Me refiero a las recetas que aparecen en el blog.

Hago los platos y las fotos en mi cocina. Una de las cosas más graciosas que me preguntan muchas veces es "¿y tú lo que haces en la foto después te lo comes?". Qué me estás contando. Claro. Hago la comida, hago la foto y luego va a la mesa. A veces hay que recalentarlo, eso sí (ríe).

Como influencer gastronómica ¿se atreve a hacerme recomendaciones de restaurantes en Córdoba?

Nunca hago recomendaciones, porque tendría que ir a muchos para comparar. Y si no he ido no ya a todos, sino a muchísimos... ¿Cómo voy a recomendar? Eso no sería recomendar, sería decir el que más te gusta de los pocos que has ido. O sea, una preferencia de entre un número pequeño. Sí puedo decir que no voy a un restaurante a comer. Ya como en mi casa todos los días gracias a Dios. Y tampoco voy a ir a comer patatas fritas con huevo, flamenquín o salmorejo. Si voy a un restaurante es para comer algo especial y tener una experiencia distinta a la de mi casa. La experiencia va desde que entro en el restaurante hasta que salgo. Pero ir a comer por comer... ¡Pues cómete un bocadillo o una fruta! (ríe). El hecho de ir a un restaurante debe ser por algo más que comer.

Dígame alguna persona, y no tiene por qué ser célebre, que la ha sorprendido tras tantos años de asistencia a eventos y actividades.

Miriam Cózar. Es cocinera. Digo cocinera de verdad, porque le gusta cocinar. Y todo lo que cocina está bueno. Es la persona cuya cocina más me ha impactado y emocionado. Pero no sólo su cocina, sino lo que representa. Y como persona y profesional. Lleva muchísimos años relacionando cocina con ecología y sostenibilidad. Ahora está de moda, pero antes no, y ella ya lo hacía cuando nadie lo hacía. Es cocina y mensaje. Es un todo.

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¿Se puede relacionar la cocina de casa con la ecología?

Claro. Parte de escoger los productos, ecológicos siempre que se pueda. Y de aprovecharlo todo para evitar desperdiciar. Es modernizar la cocina de aprovechamiento que ya hacían nuestras madres. Si se enjuaga una verdura pues ese agua va para regar las flores. Yo no puedo ver un grifo abierto, voy corriendo y le pongo un recipiente y aprovecho el agua (ríe). Y eso se lleva a todo lo que se hace en la cocina para hacer una cocina sostenible. 

Además de bloguera y periodista, aunque no se considere como tal, ha dado el salto a otras actividades gastronómicas y culturales.

Sí. Soy la responsable de Redes y Comunicación del Congreso Internacional de Turismo Cultural. También he organizado jornadas para estudiantes sobre cómo encontrar gracias a blogs y redes sociales. Y co-organicé la 'I Jornada Ciencia y Cocina Unidas para una Gastronomía Sostenible'.

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Qué nos puede recomendar que se salga de los platos más tradicionales para el verano.

Un salteado de legumbres. Nutritivo y de verano.

La entrevista se publicará el último domingo de Feria. ¿Tiene buenos recuerdos de las ferias de antaño?

Pues mira qué casualidad. Como éramos tantos mi madre no podía llevarnos a la Feria cuando era chica. Nos llevaba mi padre a los cacharritos siempre el último domingo. Primero a un restaurante a comer pescaíto frito. Y luego a los cacharritos.

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