ENTREVISTA JOAQUÍN CAMPOS. ESCRITOR

"En China la prostitución es una debacle"

El escritor andaluz Joaquín Campos ha presentado su novela 'Doble ictus' en la librería cordobesa La República de los Libros. En ella narra el nacimiento y decadencia de una relación desarrollada en Camboya

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photo_camera Javier Campos Fotos: Joseph Gazzano

En tiempos donde la corrección política crea una capa de censura en los medios de comunicación mientras las redes sociales, más libres, ceden en demasiadas ocasiones al insulto fácil y el linchamiento gratuito, quedan pocas grietas para que se cuele la sinceridad, entendida como opiniones basadas en la formación y la experiencia. Joaquín Campos actúa en ese sentido como "respiradero" desde sus textos, gran parte de ellos publicados en Frontera D o en su antiguo blog Chinitis. Curiosamente, y a pesar de ser muy prolífico por Internet en los últimos años, sus primeros pinitos como escritor los hizo al "retro modo", enviando un sin fin de cartas al director a un diario. Mientras la novela se mercantiliza hasta puntos exagerados y docenas de celebridades copan los primeros puestos de venta con textos realizados por afanosos negros, Campos parece tener un concepto antiguo de la escritura, se podría pensar a veces que romántico, otras que obsesivo. Esta rara avis en el mundo actual de las letras presentó recientemente su libro de poemas 'Cartas a Thompson (Island)' y su segunda novela 'Doble ictus' en la cordobesa República de las Letras. Los asistentes tuvieron la oportunidad de conocer numerosas vivencias de este autor malagueño que un buen día cogió las maletas y se fue a China sin nada en los bolsillos.

- ¿Y el acento malagueño dónde quedó? [Campos se expresa en español estándar, de precisa pronunciación].

- Me desprendí de él. Desprenderse de los los localismos es la mayor fortuna que puede tener un español. España tendría solución sin los localismos. 

Curiosamente el escritor comenta en la presentación que se ha negado a aprender los idiomas en países donde ha vivido, y sobre los que hablaremos más adelante, como China o Camboya. «Vengo aquí a España y la gente está todo el rato hablando con agresividad, que si Pablo Iglesias es tal o cual, barbaridades. Y posiblemente en Camboya hablen esas barbaridades, pero no me entero porque desconozco el idioma. Me expreso en inglés, eso me permite aislarme y hablar de lo que quiero cuando tengo algo que decir».

Desprenderse de los localismos es la mayor fortuna que puede tener un español

Campos se fue con 20 años a Madrid y empezó a trabajar de cocinero, «por suerte trabajé en lugares donde los jefes cuidaban al máximo el producto». El novelista realiza una confesión: «Yo sabía que iba a escribir. Te voy a contar un secreto muy importante. Cuando tenía 22 años me ponía un traje iba a la Joy Eslava a Madrid, para mí entonces era la mayor emoción del mundo. Y me preguntaban, "¿Qué eres?". Soy escritor. "¿Y qué has escrito?". Estoy esperando mi primer libro. Era como mi camuflaje perfecto». Tras Madrid, trabajó en  Barcelona, Segovia Murcia o Menorca. 

- Como se dice coloquialmente, "un culillo de mal asiento"...

- Te van pagando bien, siempre encuentras pareja, tienes un gato... en Menorca decidí que tenía que dar un giro. Había mandado una serie de cartas al director al diario de Menorca. Me habían pedido que no enviara más porque la población se había vuelto loca ya [ríe] y había creado una polémica enorme y dije, joder, si es que tengo que escribir. Y me prometí a mí mismo cambiar mi vida. Dejé mi piso, dejé a mi novia...

- ¿Qué opinó esa novia de aquello?

- Bueno, ya nos iba mal. Lo que pasa es que cuando me dijo que me vaya bien, le dije que no sabía si me iba a ir bien, que me iba a China.

- ¿Y por qué China?

- Porque era lo más lejos que había y se celebraban Olimpiadas. Y se me había pasado por la cabeza escribir sobre las Olimpiadas, fíjate qué iluso, yo nunca había sido periodista. Llegué con 20 euros, y unos calzoncillos. Esto queda muy novelesco. Allí consigo un trabajo de cocinero para un extranjero, así que podía hacerme entender en inglés. Y me voy autoconvenciendo de que ya que he llegado hasta allí no debería trabajar para nadie. Si quería escribir no podía trabajar en un restaurante, porque era traspasar los mismos problemas de un sitio a otro. Así que me desprendo del último paracaídas que me quedaba, que era mi profesión, y empiezo a hacer consultoría de cocina.

- ¿En qué consiste, para los profanos?

- Pues te llama el hotel Ritz Carlton y te dice "queremos una semana de cocina española". Así que formas a su staff. Ganas mucho dinero por unos días de trabajo. No tienes bonus, ni sueldo, ni extras, pero ¿qué me permitía eso? En un buen mes podías ganar 6.000 euros y tener diez días libres. Y a lo mejor al siguiente ganas cero porque estás de vacaciones. Siempre estás con la espada de Damocles pero encantado de la vida, porque ya podía escribir. Y ya no paro de escribir. Publiqué un blog y llegaron a amenazarme de muerte chinos recalcitrantes residentes en Cataluña. Me insultaban, la comunidad española lo mismo, y me dije... esto es el éxito. 

- ¿Qué tenían en tu contra?

- Los ponía a parir. Me molesta la gente que no cuenta la verdad. 

- ¿Y en esos momentos de qué verdades se trataba?

- No hay dinero. No hay futuro. Los locales no ganan dinero. Puedo asegurarlo, que estuve seis años allí. Puedes conocer a lo mejor a una persona que gana el equivalente a 4.000 euros trabajando para la banca privada, pero siempre es extranjera.

- O sea, que lo de trabajar como un chino conlleva ganar como un chino.

- El problema es que el chino no trabaja más que los demás, eso es una leyenda. El problema es que el chino gana mucho menos. Cuando llegué ganaban 100 euros y ahora andarán por 300 ó 400. Pero es que el chino nuevo se compra el iphone este que cuesta 1.000 euros con tres sueldos. Y le parece lo normal. Lo que nosotros hacíamos antes, como hipotecarnos para irnos a Cancún y esas cutradas, pues aquí se ha convertido en que un señor que gana 1.000 se gasta en un móvil 5.000.

- Pasaste seis años en China, fundamentalmente en Pekín y Shangai. ¿qué resumen harías?

- He visto una evolución, evidentemente. Se empieza a ganar más dinero, la gente comienza a viajar, empieza a tener un poco más de libertad de opinión, toman gin tonics, te preguntan cosas, se depilan... Hay un cambio... Pero China no aporta absolutamente nada. Se gana dinero si trabajas para multinacionales extranjeras. Si buscas cuestiones culturales, no existen. Yo no recomendaría a nadie que fuese allí. 

JAVIER CAMPOS

- ¿Por qué te vas de China?

- Porque no podía más. Me encontraba ya mentalmente mal. Era una agonía diaria, es un país muy hostil. Son ciudades de 20 millones de personas, el tráfico, todo el mundo chocando, la gente hace lo que le da la gana, anarquía absoluta, ese sonido que tengo en la cabeza del buuuuuuuuuuuu continuo de los coches, autopistas, scalextric, gargajos...

- Así que lo de los gargajos no es una exageración. He oído comentarios de amigos que han estado allí y parece una cosa desmesurada y constante, por la calle, todo el rato. 

- Sí, es así. Y más en una cocina, por ejemplo.

- ¿Por qué? Parece surrealista.

- Porque son así. Es una sociedad que se ha desmelenado culturalmente porque un partido político dictatorial formado en muchas ocasiones por excampesinos y menores de edad tomó el poder. Aunque ha habido una evolución, existe la idea de que la cultura y la educación lleva a que te destronen. Y eso, a que a los propios habitantes hoy en día les dé igual la censura.

- Y te vas a Camboya.

- Me daba igual el dinero que ganara por ese malestar y buscaba un sitio donde fuese barato montar un restaurante y poder vivir. Tengo un restaurante que sólo abre por las noches. Y eso es un milagro. [Campos tiene en la capital camboyana, Phnom Pehn, el restaurante Quitapenas

- ¿Qué diferencias encontraste entre Camboya y China?

- Que el cielo es azul, que el agua es potable y que la gente sonríe. Y que son muchos menos. Gano mucho menos, estoy agonizando, pero he escrito tres libros y tengo un cuarto proyecto. 

- Una de las constantes en tus textos es la prostitución, bien porque acudes a las llamadas casas de masaje o bien como denuncia periodística [Campos ha escrito un excelente reportaje sobre prostitución en Laos en Frontera D ]

- En China es una debacle, en Camboya otra debacle.

Me molesta la gente que no cuenta la verdad

- No suele aparecer en los medios en ese sentido, así que China también.

- Hombre, claro, por eso no es una potencia. Tú no vas a Dallas y te encuentras a un millón de americanos prostituyéndose. O en Nueva York. Pues esto lo encuentras en Shangai. El caso de Camboya es más lamentable  Aclaro que soy favorable a la prostitución por completo mientras no se fuerce a las personas. Esto lo he aprendido de chicas chinas, asiáticas, a las que les hablo de la trata de blancas en España y me responden: "pero qué dices, yo estoy aquí porque quiero, gano más dinero que de otras formas". En mi reportaje de Laos, a mí me dijo una niña de trece años: "yo mantengo así a mi familia y soy muy feliz". Evidentemente, lo que hace está mal, pero a la vez tenemos que aprender a ponernos en su punto de vista. Hasta el siglo XIX casarse en España con una niña de 12 años con consentimiento paterno era legal. 

- En Camboya escribes la novela presentada en La República de los Libros, 'Doble Ictus'. Cuenta una relación real que tuviste con una mujer americana con pelos y señales. ¿Qué opina ella de esto?

- Ella sabe todo. Sabe que no hay ninguna mentira. Ella está encantada. 

- Esa mujer, en la novela llamada Flower, trabaja como defensora de los Jemeres Rojos.

- En Camboya se produce una pantomima. Hay un juicio contra los jemeres rojos. Y en torno a eso un montón de occidentales haciendo de abogados cobrando miles y miles de euros por ello. Mientras tanto, la ONU ni siquiera se atreve a citar al primer ministro, Hun Sen, un jefe de los jemeres rojos.

- Normalmente destacas siempre en todos tus escritos que son absolutamente sinceros. Desde hace años existe el cliché de preguntarle al escritor si el contenido de la novela es autobiográfico. Una vez le pregunté al novelista Antonio Orejudo por este cliché que por qué siempre se pregunta eso. Me comentó que se debía a la pérdida de peso que la ficción tenía con respecto a la sociedad. No sé si es la razón por la que cuentas tu vida en primera persona.

- En mi caso no. En mi caso es que desde el principio escribo en primera persona contando lo que hago. Por ejemplo te puedo dar mi palabra de honor de que 'Doble ictus' es todo verdad. Lo que pasa es que la gente no cuenta lo que hace, y menos lo escribe. Al final, la mayor sorpresa del lector es encontrarse con algo que te podría haber pasado a ti, o que te ha pasado, y no te has atrevido a contar por vergüenza. Mi siguiente proyecto sí que va a ser ficción, una novela que se va a llamar 'Últimas esperanzas'. En ella el protagonista será un escritor que vive en Ulan Bator, en Mongolia.

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