Cultura
Las fuentes como testigos de excepción de la intrahistoria
Las fuentes son iconos de paz y de salud. Soñar con ellas, en opinión de los que más saben de simbologías oníricas, implica búsqueda de fuerza interna que revitaliza al soñador, le renueva y le obliga a renacer, tras salir hidratado y nutrido de la experiencia.
Cherif Abderrahman Jah, que de esto sabe bastante al ser autor del libro 'El enigma del agua en Al-Andalus', señala que el agua en el mundo islámico sirve, ente otras cosas, para satisfacer la higiene de los musulmanes, para el consumo doméstico y agrícola, y para el uso cortesano y religioso. En la ciudad hispano-musulmana, el agua se encuentra en casas, palacios, fuentes públicas, hammams o baños, depósitos y canalizaciones urbanas.
Por ello, al llegar los musulmanes a la Península Ibérica encontraron numerosas ciudades hispano-romanas con una infraestructura de canalizaciones, pero con notables destrucciones y deterioros. Sobre esas ruinas, fueron levantando los árabes nuevas ciudades, respetando lo útil y aportando la definitiva configuración de la ciudad hispano-musulmana. A esta clase pertenecen las principales ciudades de Al-Andalus: Córdoba, Sevilla, Toledo, Zaragoza, Mérida, y muchas otras.
Precisamente, en Córdoba, gracias a la tradición y costumbre de estos particulares fieles, hay abundancia de manantiales que afloran a la superficie en forma de esmerados y artísticos chorros rodeados de jardines, en muchos casos, que acaban siendo, además, lugares de citas para los nativos, de asombro y descanso para los visitantes y testigo mudo de un sinfín de historias y de intrahistorias de una ciudad que aún sigue su rumbo por el devenir del tiempo que fluye intangible, igual que el agua.
Las fuentes también aportan carácter al barrio donde se emplaza y en Córdoba se ha sabido sabiamente destacar, en un número interesante, merced a una colorida luminaria que las saca del anonimato en las horas nocturnas.
TEXTO: J. M. COLLANTES
FOTO: YOLANDA PEDROSA