CRÓNICA

La estatua de Eduardo Lucena: 55 años con un problema de narices

Desde la década de los sesenta en la que le arrancaron la nariz a pedradas, esta estatua tiene el mismo problema cada dos por tres. Ahora mismo vuelve a estar sin nariz
Estatua a Eduardo Lucena
photo_camera Estatua a Eduardo Lucena

Aquellos cordobeses y visitantes de la ciudad que pasen por la Plaza de Ramón y Cajal comprobarán que la estatua dedicada a Eduardo Lucena carece de nariz. ¿Cuánto tiempo lleva así? Es difícil saberlo, pues desde hace décadas esta estatua protagoniza una lucha por el 'connarizismo', pese a que todos los elementos en su contra se empeñan en imponer el 'sinnarizismo'. 

Se pueden encontrar noticias ya de hace diez años en la prensa cordobesa sobre la falta de nariz debida a actos  vandálicos, aunque no hace falta el gamberrismo para provocar el desprendimiento de este apéndice. De esta forma la estatua va pasando temporadas, más o menos largas, en las que tiene nariz y otras que no. Cabe preguntarse ¿a dónde va la nariz de Eduardo Lucena? ¿Se podrán encontrar las diversas narices en Wallapop? ¿Hay un misteriosos coleccionista de narices? ¿Se trata de una banda organizada?

El maltrato a esta estatua viene de largo. La estatua fue promovida en 1926 por en Centro Filarmónico, como recoge Cordobapedia. Pretendía ser una alegoría de la música. Su autor, Enrique Moreno, no llegó a terminarla porque fue fusilado en 1936. La estatua, tras perderse su rastro en algun almacén municipal, fue abandonada en un descampado del antiguo viaducto. En 1964, Dionisio Ortiz escribía en el Diario Córdoba:

"En un descampado próximo al viaducto del Brillante, sin vigilancia, con el resguardo de piedras que se la pusiera, venida al suelo la figura triste y pensativa de Eduardo Lucena

[...] , hoy, como un trasto inservible, sirve de blanco a las pedradas de los chiquillos, que ya han arrancado de su cara la parte más vulnerable de la estatua, la nariz..."

Ahí vemos cómo ya hace 55 años, la nariz, o su falta, empezaba a ser la tónica de la estatua, en un insólito caso en el que una parte de una estatua o su ausencia termina imponiéndose a todo el significado que originalmente pretendía tener. De aquella alegoría de la música se pasó pronto a un cotidiano esperpento donde cada cierto tiempo hay que preguntarse si Lucena tendrá o no algo entre los ojos.

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En 1981, el alcalde de entonces, Julio Anguita [foto superior] decidió instalarla en el jardín de Ramón y Cajal,  pese a que ambos personajes ilustres no tenían relación alguna y cabe preguntarse si no será el espíritu del célebre médico el que provoque las caídas de nariz del músico cordobés por invadir su terreno. 

Inaguración de la estatua de Eduardo Lucena en  1981

En  aquella inauguración estuvo presente una orquesta y acudieron personas procedentes de Montalbán, de donde era originario el escultor Enrique Moreno, conocido por su  mote, 'El fenómeno', nacido en 1.900 en la calle Empedrada de este pueblo cordobés. Curiosamente Enrique Moreno fue encarcelado en 1930 por intentar destruir  junto a otros intelectuales cordobeses el rótulo de la calle José Cruz Conde (finalmente en época de la República se le quitó el nombre a la vía). Ese acto es el que explica luego la represalia en 1936.

Empecinada en estar en otro sitio, la nariz de la estatua de Eduardo Lucena hace posible soñar con soluciones más prácticas y realistas, una vez se ha comprobado que su capacidad para evadirse es invencible. O bien se le coloca una nariz con gafas y bigote de Groucho Marx o se hace un concurso de narices entre los artistas cordobeses, intentando que la sustituta sea lo más creativa posible y poniendo una distinta cada mes del año. 12 meses, 12 narices de Eduardo Lucena.

FOTOS ANTIGUAS: ARCHIVO MUNICIPAL DE CÓRDOBA