AGUAS POTABLES

Embalse de Iznájar: otro verano con negativo en larvas de mejillón cebra

El laboratorio de la Empresa Provincial de Aguas tiene una sección especializada en este molusco. Causa tales problemas que incluso la armada de Estados Unidos tiene protocolos y procedimientos para combatirlo

Mejillón cebra laboratorio Diputación
photo_camera Marta de la Cruz, responsable de los análisis para detectar larvas de mejillón cebra, en el laboratorio de Emproacsa

La grandilocuencia del cine y su gusto por el espectáculo nos ha hecho creer que las especies invasoras tendrán el aspecto de monstruosos alienígenas, o bien estarán constituidas por virus tan letales que crean epidemias exterminadoras en cinco minutos. Ante ellos se imponen héroes de rostros conocidos y hechos de acción trepidante. La tozuda realidad es distinta. Los problemas inabordables los puede crear un pequeñísimo mejillón. Y para combatirlo sólo queda la ciencia, el trabajo concienzudo y las constantes pruebas y errores. 

Por segundo año consecutivo, las pruebas para detectar larvas de mejillón cebra en el pantano de Iznájar dan negativo. Para conseguir este logro han sido necesarios diversos experimentos en el laboratorio de calidad e investigación de la Empresa Provincial de Aguas, Emproacsa, que ha renovado recientemente sus instalaciones. Estos laboratorios tienen un área exclusiva para combatir al mejillón cebra en la provincia, donde analizan las aguas de los embalses de Iznájar, Sierra Boyera, Puente Nuevo y Martín Gonzalo. En el 2012 se detectaron mejillones cebra en Iznájar y saltaron las alarmas debido al precedente del Ebro, donde las autoridades tuvieron que gastarse millones de euros debido a los perjuicios causados por el molusco. Actualmente en Córdoba hay moluscos de este tipo también en La Breña, Cordobilla y Malpasillo.

Mejillón cebra laboratorio Diputación II

El mejillón cebra se reproduce con extrema facilidad, necesita unas condiciones mínimas para ello y a partir de ahí se multiplica en "racimos" como las otras especies que se pueden ver por ejemplo en las rocas de una playa. Sólo que el fenómeno en este caso es exagerado y da igual o no que haya roca. Así que crecen en numerosas superficies. Entre ellas se incluyen las infraestructuras de la presa y la conducción de agua. Pueden taponar rejas, filtros o tuberías y literalmente dejar a miles de personas sin agua potable. En otros sitios habría formas rápidamente aplicables para "desatascar" esas tuberías. En los embalses es donde la cosa se complica, porque no se pueden verter determinados productos ni realizar multitud de prácticas. Y ahí es donde el mejillón cebra se convierte en un problema internacional. Un problema con el que hay que convivir puesto que por las comentadas limitaciones no se puede eliminar.

Nos cuenta todos estos detalles la técnico de calidad del agua Marta de la Cruz, la principal responsable en el combate contra este molusco. Cada hembra, nos sigue narrando, puede poner un millón de huevos, de los que suelen morir en torno al 90%, pero los posibles supervivientes ya suponen una cantidad más que considerable. 

El mejillón cebra tiene dos fases en su ciclo vital. Primero es una larva que se mueve por las aguas y luego esa larva se fija a una superficie [larvas a la vista del microscopio en la siguiente imagen]. La labor preventiva consiste en realizar análisis mensuales para detectar a las larvas móviles. Cuando se fijan ya se llega tarde. 

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¿Qué hicieron De la Cruz y sus compañeros para que la situación del Ebro no se trasladase a los embalses de su competencia? Decidieron hacer ensayos con los biocidas que ya empleaban en las aguas, para no introducir nuevas sustancias químicas. Y mediante el método de prueba y error descubrieron la solución, aparentemente sencilla. Había que aplicar dióxido de cloro. Esto ya se hacía para potabilizar el agua en la estación de tratamiento, a dónde llega tras captarla gracias a torres de tomas, conducciones, estaciones de bombeo y zonas de impulsión. Con la misma dosis, y en la época en la que se detectan las larvas, cambiaron el punto de dosificación. En lugar de usar el dióxido de cloro en la planta, se emplea desde el principio de las tuberías que captan el agua, de forma que no se vierte en el embalse pero sí se aplica al primer tramo de infraestructuras, evitando que los mejillones cebra se fijen en ellas.

Junto a la eficacia de esta medida se ha aliado el factor suerte. O el factor mala suerte, según se mire. La falta de lluvia ha hecho por ejemplo este año que gran parte de los mejillones queden fuera del agua, por lo que mueren y no se reproducen. De hecho en el caso de Iznájar esta cuestión ha sido fruto del tiempo, pero los regantes que se lo pueden permitir si utilizan la desecación de sus instalaciones para matar al mejillón cebra. Un embalse dedicado al abastecimiento de agua potable no puede emplear esta medida.

Los años 2015, 2016 y 2017, los laboratorios de Emproacsa vieron que había grandes picos de larvas en la época más propicia para ellas: desde el mes de junio hasta octubre. Pero tanto el año pasado como este, parece que hay un respiro. En futuros años se podrá dilucidar mediante el estudio si se trata de una tendencia.

El mejillón cebra se detectó en España por primera vez en el 2001, en el río Ebro. Desde entonces ha generado daños que asociaciones como Irrizeb, dedicada a su erradicación en Aragón, cifran en unos 1.600 millones en los países europeos. Además de sus efectos en las infraestructuras hidraúlicas o en los motores de las embarcaciones, y debido a su facilidad reproductiva, alteran el ecosistema al eliminar a otras especies (ganan la lucha por el alimento, en este caso el plancton, sencillamente por número). Los problemas son tales que incluso la armada de Estados Unidos tiene procedimientos y protocolos  especiales para tratar de sortearlos. Porque eso es a lo que de momento se puede aspirar. El mejillón cebra se considera actualmente una plaga irreversible.