Opinión

Doce monos

La historia del ejército de los doce monos en la película 'Doce Monos', de Terry Gilliam, transcurre entre un mundo desolado, con muy pocos humanos, que rebuscan en el pasado la cepa original del virus que diezmó la humanidad. En 'Contagio', del director Steven Soderbergh, la muerte de una mujer en Minnesota tras un viaje a Hong Kong desata una pandemia global que acaba con el desarrollo de una vacuna y la muerte de millones de personas. Estas dos películas, que pueden parecer de ciencia ficción no son más que el reflejo de lo que debería ser una preocupación importante en el mundo globalizado en el que vivimos. Si antaño la diseminación de enfermedades como la peste no era importante a nivel global, ya que afectaban localmente, con el tiempo una mayor movilidad del ser humano trajo un incremento en la mortandad por enfermedades como con la viruela o la gripe española.

La capacidad de movilidad del ser humano ha aumentado enormemente desde que llevamos la viruela a Sudamérica o desde principios del siglo XX cuando se produjo la pandemia de gripe española. La movilidad humana a nivel mundial actual es un factor muy a tener en cuenta y la Organización Mundial de la Salud lo vigila mucho. Un virus agresivo de fácil contagio con una latencia de varios días podría ser un problema de salud mundial en muy poco tiempo. Así que Contagio o Doce Monos no hacen más que relatar uno de los grandes miedos de la sanidad mundial, una pandemia global con un virus de fácil diseminación y muy agresivo. 

La OMS ha sido criticada por la gestión de la gripe aviar de 2004-2006. La gripe aviar no se suele contagiar a humanos, pero hay ciertas cepas que sí lo han hecho, eso sí, en raras ocasiones. El problema se encuentra en que un virus propio de una especie puede ser muy agresivo cuando infecta a otra especie, en este caso nosotros, especialmente si tiene capacidad para recopilar ADN proveniente de diferentes especies. El virus de la gripe aviar en concreto contenía genes de ave, cerdo y humano. Podría haber sido un gran problema y todavía se considera un peligro en potencia. Otro ejemplo muy claro es el del VIH o virus del Sida, cuya historia genética ha determinado que su origen se encuentra en el virus de inmunodeficiencia del simio que pasó desde chimpancés a humanos en África

Para explicar cómo ocurren estas cosas hemos de entender qué es lo que hacen los virus en nuestro cuerpo. Estos microorganismos no tienen vida propia sino que necesitan obligatoriamente de la maquinaria de síntesis de macromoléculas (proteínas y ácidos nucleicos) de las células para copiar su material genético (que puede ser ADN o ARN) y para fabricar sus propias proteínas. Fuera de una célula, el virus no es más que una partícula que contiene un material genético no muy largo, protegido por una cubierta de proteínas y, en algunos casos, de una membrana que proviene de las células a las que infectó anteriormente. Dentro de las células, el material genético del virus se puede insertar en el material genético de la célula (y producir mutaciones que pueden dar lugar a varios tipos de cáncer como el papiloma o los linfomas) y dirigir la producción de más virus que acabarán matando a la célula que han invadido y vuelta a empezar. Normalmente los virus tienen sus apetencias por su especie y hay virus para cualquier tipo de organismo, desde bacterias, protozoos, plantas o animales, ningún organismo se escapa de poder sufrir su infección. Pero cuando saltan de una especie a otra los virus no se encuentran en su ambiente y, o bien se inactivan, o bien se pueden volver muy agresivos en la especie nueva. Y ese es el gran problema. 

Hace unos días saltó de nuevo la alerta con la aparición de un nuevo virus que contagia y mata a seres humanos. El coronavirus 2019-nCoV (o nuevo coronavirus aparecido en 2019), ha comenzado a ser una preocupación, ya que se está diseminando desde Wuhan (China) a otras ciudades de China, a otros países de Asia oriental e incluso a Estados Unidos. Los pasos que se han seguido han sido los habituales para este tipo de organismos y, como en la película de los Doce Monos, la preocupación ha sido encontrar su origen. Al parecer, su origen se encuentra, de nuevo, en una transmisión entre animales salvajes y el ser humano en un mercado de esta ciudad China y se duda entre marisco o pescado o incluso se está hablando de ciervos, aunque no hay nada cierto por el momento. En el momento que escribo esta columna, el número de afectados se estima que es alrededor de 1.500 personas, algo más que las cifras oficiales y con 17 muertes confirmadas

Los coronavirus no suelen ser muy agresivos y, normalmente, sólo producen algunas molestias de garganta y respiratorias. Pero también tienen una especial capacidad para saltar de unos organismos a otros y de mutar. De hecho son de la misma familia de los virus que crearon las epidemias del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave) o del MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio). Como en el caso actual, tanto el SARS como el MERS tuvieron origen animal. Teniendo en cuenta estos precedentes, el 2019-nCov se convierte en una preocupación global ya que es un peligro mortal para aquellas personas que ya sufren enfermedades respiratorias. De hecho, por los datos que se conocen actualmente, la gravedad de las infecciones es tanto mayor cuando más problemas respiratorios tenía la persona infectada. En grandes ciudades, con ambientes muy contaminados, ese porcentaje puede ser muy grande y, si además el virus se transmite de humano a humano con facilidad, el peligro es aún mayor. 

Otro aspecto a tener en cuenta es la capacidad de mutación. Cuantas más personas se contagien, más probabilidad habrá de que el virus mute, cambie y pueda transmitirse de una manera más eficiente. Por eso es importante atajar el contagio lo antes posible restringiendo los movimientos. Pero en un país con más de mil millones de habitantes, con ciudades de más de una decena de habitantes y en un periodo de desplazamientos masivos, el objetivo se convierte en algo casi imposible. Esperemos que las restricciones y el control de estaciones y aeropuertos puedan reducir la diseminación del virus y así controlar la enfermedad. Parece que la OMS ya ha tomado cartas en el asunto y está considerando declarar un estado de emergencia que depende de los datos que emanen de las autoridades chinas. Hasta los mercados financieros han comenzado a preocuparse por la deriva de los acontecimientos derivados de este virus, aunque ya sabemos que las inversiones financieras se ponen nerviosas con casi todo.

En la Guerra de los Mundos, de H.G. Wells, los microorganismos acaban con los invasores y salvan a la humanidad de la invasión alienígena. Pero no nos olvidemos que esos mismos microorganismos pueden acabar atacando a una población humana cada vez más hacinada y cada vez más móvil. La aparición de un virus agresivo de fácil contagio podría llegar a ser una auténtica catástrofe para la superpoblación humana. Tengamos mucho cuidado con ello.