ARQUEOLOGÍA

Confirmado por la ciencia: en Torreparedones también hubo anfiteatro

Los últimos adelantos tecnológicos permiten ubicar la posición exacta de un edificio público que acogía a gente "de la peor calaña"; por eso los anfiteatros se construían fuera de las ciudades

Torreparedones
photo_camera El foro romano de Torreparedones, en una imagen del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico.

Las nuevas tecnologías han permitido confirmar lo que la lógica dictaba: en el yacimiento arqueológico de Torreparedones, entre los municipios de Baena y Castro del Río, hubo un anfiteatro romano. Su descubrimiento, empleando las últimas técnicas de prospección, acaba de ser anunciado y publicado en la revista de arqueología Mediterranean Archaeology and Archaeometry -en perfecto inglés, eso sí-. No ha hecho falta encontrar ni una sola piedra del recinto. Ha bastado con aplicar imágenes de satélite que son públicas y un trabajo sobre el terreno -sin cavar nada- de exploración geomagnética. Y un poco de sentido común.

Tal como ha explicado el investigador que ha publicado el hallazgo, Antonio Monterroso -del área de Arqueología de la UCO-, la exploración se ha llevado a cabo en tres fases. En la primera, se trataba de identificar la posible ubicación del anfiteatro en el entorno de Torreparedones, que posiblemente se conociera en época romana como Virtus Iulia Ituci, y que casi con total seguridad debía existir teniendo en cuenta el tamaño de la población. Ese edificio público debía estar extramuros, como todos los anfiteatros romanos en la Bética, porque "allí iba la peor calaña y era mejor tenerla lejos", en palabras del profesor.

En las ciudades andaluzas el anfiteatro se ubicaba a unos 200-300 metros fuera de la muralla, junto a alguna importante vía de comunicación para facilitar el acceso al recinto de la población rural. "Querían que la gente del campo no entrara en la ciudad", ha explicado Monterroso. Y curiosamente, en Andalucía estos grandes edificios se colocaron, por la razón que sea, al oeste de la muralla. Es el caso del anfiteatro de Córdoba, el tercero más grande del mundo pero en unas condiciones penosas bajo el suelo del Rectorado de la Universidad; justo donde Monterroso ha hecho público hoy su descubrimiento.

Bajo un mar de almendros

Con esas referencias y suposiciones lógicas, los investigadores ya sabían al menos dónde mirar. Pero había un problema: el terreno donde se podía intuir la presencia del anfiteatro estaba ocupado por un mar de olivos y almendros. Es una franja de terreno agrícola que se superpone al yacimiento en sí, y de propiedad privada. ¿Cómo buscar en un sitio así?

La solución ya existía cuando Monterroso comenzó su investigación. La tenía un organismo público, el Instituto Geográfico Nacional de España (IGNE), que hace años elaboró un mapa de todo el país con ortofotos tomadas con tecnología láser, lo que permite detectar pequeños relieves que no se pueden apreciar a ras del suelo. Ese mapa, que puede consultarse gratuitamente aquí -y que está infrautilizado, según Monterroso-, podía dar la pista para localizar el anfiteatro de Torreparedones.

De hecho, la dio. El análisis de las ortofotos reveló, casi sin ninguna duda, un óvalo que debía corresponder al anfiteatro, además de las vías de acceso a la ciudad. Y estaba donde tenía que estar, al oeste de la muralla. Las imágenes por satélite muestran una depresión circular en la zona y fueron tratadas con diferentes técnicas para confirmar el hallazgo.

Una de ellas es especialmente significativa, pues permitió comparar el mismo terreno en diferentes años. Se trata de una imagen aérea capturada en 2009, años antes del estudio del IGNE (que tomó los datos en Andalucía entre 2013 y 2014). No sólo el año es importante, también el mes: aquella fotografía se hizo a inicios de la primavera, cuando verdean el trigo y también las malas hierbas. Y muestra a las claras el contraste entre el verde amarillento que crece sobre los muros del anfiteatro, en donde las raíces no encuentran nutrientes, y el resto. Ahí se aprecia incluso el contorno de los muros radiales del edificio. Ya no había duda. ¿O sí?

Para confirmar lo que se veía desde el aire, había que bajar al suelo. Y ahí entra en juego la Universidad de Granada, que ha realizado un estudio de las anomalías magnéticas en donde los arqueólogos ya suponían que estaba el anfiteatro. Esa exploración ha confirmado plenamente la existencia del recinto aplicando las últimas tecnologías disponibles, aunque aún faltaría realizar un sondeo con georradar.

Así era el edificio

Las investigaciones de Monterroso han permitido no sólo fijar la existencia del anfiteatro, sino también adelantar algunos detalles sobre su aspecto y construcción. Por ejemplo, en Torreparedones se edificó aprovechando una ladera, de manera similiar al anfiteatro de Segóbriga, en Cuenca. Sus dimensiones son también parecidas, de 70 metros en el eje más largo y 63 o 64 en el corto. Sólo la mitad del anfiteatro, ha explicado Monterroso, estaría levantado del suelo con obra de sillares. Y se encontraría en muy mal estado, si es que queda algo, mientras que el lateral cubierto por la ladera puede que sí esté mejor conservado. También es posible deducir, aproximadamente, la fecha de construcción, "en torno al 90-120 d.C.", pero se trata de una suposición basada en la fecha del anfiteatro de Córdoba, que tuvo que que ser anterior por tratarse de la capital de la Bética. Y cuando estuvo en uso, muy probablemente sirvió para reordenar el urbanismo en su entorno, para ampliar la ciudad. Al igual que ocurre hoy con los grandes edificios públicos del extrarradio en cualquier ciudad moderna.

Pero para conocer más detalles, y saber exactamente el estado de conservación del anfiteatro, hay que meter la pala. Eso no es fácil y cuesta tiempo y, sobre todo, dinero. Primero hay que expropiar los terrenos, y aunque el propietario quiere llegar a un acuerdo, según el alcalde de Castro del Río, José Luis Caravaca, ninguna administración presente en el acto (UCO y los ayuntamientos de Castro y Baena) ha concretado nada, más allá de prometer que no habrá rencillas entre los dos municipios y mostrar buena voluntad. "Estamos buscando los medios para que poco a poco se ponga en valor el yacimiento, no sólo el anfiteatro", ha dicho Caravaca.

Así que el anfiteatro de Torreparedones existe, eso ya es seguro. Por ahora la investigación se ha hecho con técnicas arqueológicas low cost -"aunque no tanto", bromea Monterroso- que no existían hace 10 años y que evitan las costosas excavaciones sobre el terreno. Pero para ponerlo en valor, y si las autoridades quieren que sirva como atracción turística, no habrá más remedio que hacerlas.