CELEBRACIÓN DE SU 60º ANIVERSARIO

Un refugio para los artesanos del tiempo

El Zoco Municipal celebra sus 60 años de historia con la intención de garantizar el relevo generacional en sus talleres y completar su oferta actual, vigía de los oficios más artesanales

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photo_camera El Zoco celebra este año su 60 aniversario con varios actos

Como dicen algunos de los artesanos que lo habitan, al entrar en el Zoco Municipal se detiene el tiempo. Basta con asomarse al taller de cuero y comprobar como Rafael aprieta el pedal de una antigua máquina de coser para fijar una pieza o al de joyería donde sorprende el taladro árabe que todavía utiliza Francisco en sus trabajos de plata, para realizar un rápido viaje al pasado. Luego, si se continúa el paseo, el visitante podrá descubrir la paciencia de las manos con las que Ricardo trabaja la madera, o que tradición e innovación no están reñidos al asomarse a los blancos talleres de Carmen y Blas. 

Y es que el Zoco no son solo productos, ni un escaparate de oficios cada vez menos usuales, también es un lugar en el que perderse con evocadores rincones cargados de historia. Una historia que este año cumple 60 años. Por eso los cinco artesanos que actualmente le dan vida: Ricardo Cané, Francisco López, Carmen Lucena, Blas Pérez y Rafael Varo se han dispuesto celebrarlo con una declaración de intenciones: conseguir que los cinco talleres que por ahora permanecen cerrados vuelvan a tener actividad y constituyan un complemento y un garante del relevo generacional de estos oficios.

Los orígenes

El mismo día que se instalaban en la ciudad sus dos primeros semáforos, se inauguraba el Mercado de Artesanía más conocido como Zoco Municipal, a las espaldas del Museo Taurino, en pleno corazón de la Judería. Era el año 1956 y algunos de los mejores maestros artesanos de la ciudad se instalaron en estos talleres abiertos al público, para mostrar su modo de trabajar y vender sus piezas. Así lo cuenta, seis décadas después, Francisco López, presidente de la Asociación de Talleres Artesanos del Zoco, con documentos de la época que así lo atestiguan. 

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López al igual que el resto de artesanos que hoy trabajan y venden sus productos en el Zoco, lleva tres décadas vinculado a estas instalaciones, en su caso, poniendo el valor la filigrana cordobesa y haciendo que no caiga en el olvido. Porque tras diversas etapas, el mercado permanente, con talleres fijos, tal y como se conoce en la actualidad, se creó en 1986. Fue ese año, cuando una decena de artesanos de disciplinas diversas como cerámica, joyería, madera, marroquinería, escultura en papel maché, decidieron instalar aquí sus talleres y trabajar de cara al público.

"No solo es nuestra forma de vida, con el tiempo nos hemos acostumbrado a realizar además de nuestro trabajo una labor educativa. Hemos aprendido a trabajar con la gente, a atender a las visitas al mismo tiempo que realizamos nuestro trabajo y explicamos cómo lo hacemos. Nos hemos convertido en un punto de información de la Judería, en una isla gratuita y municipal", asegura Blas Pérez.

Y es que, como destaca Francisco López, precisamente esta titularidad municipal es la que les ha permitido mantenerse a flote durante todos estos años. Es por ello que solicitan al Ayuntamiento el poder seguir manteniendo esta situación, y le instan a convocar algún tipo de concurso público para seleccionar a los artesanos que completen los cinco talleres o 'bakalitos' que actualmente están vacíos y que ayudarían a revitalizar el mercado. 

"Esto ayudaría a superar la visión de dejadez que da el tener talleres cerrados. Los visitantes nos preguntan continuamente si se puede acceder a estos y tenemos que explicarles que en estos momentos están vacíos", apunta Carmen Lucena. En este sentido, López subraya que habría que seleccionar bien a los artesanos a los que se les adjudicaran estas instalaciones teniendo en cuenta la calidad de su trabajo y que este sea representativo de la ciudad.

Más que un negocio

Para quienes han permanecido aquí en las últimas tres décadas, el trabajo que realizan en sus talleres es mucho más que un negocio. Así lo ve Francisco López, a quien no le pesan todas las horas de trabajo, días incluso, que una pieza puede llevarse hasta su conclusión. De esta manera, consiguen crear objetos exclusivos y diferentes, de producción propia, al tiempo que los visitantes pueden ver en directo técnicas artesanales sorprendentes y difíciles de encontrar.

El contacto con el público, es, para Carmen Lucena otro de los encantos de este trabajo, que les ofrece un trato directo y personal con cada uno de los clientes "esto nos permite conversar de otras cosas que van surgiendo con el visitante, para él, su paseo por el Zoco es un momento de relax", un paréntesis en el ajetreo de la ciudad.

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Los treinta años que estos artesanos llevan juntos han hecho, además, como explica Rafael Varo, que hayan aprendido unos de otros y que hayan incorporado técnicas de otras disciplinas artísticas que han enriquecido su trabajo.

Sede de la Asociación de Artesanos de Córdoba

Además de los artesanos que tienen sus talleres abiertos al público en el Zoco, el mercado municipal también acoge la sede de la Asociación de Artesanos de Córdoba. Esta asociación, según nos cuenta uno de sus miembros, Antonio Jurado, cuenta con un espacio para exposición y venta de los productos de diez de los artesanos que la conforman y que se van rotando en su atención al público.

"Para nosotros es un escaparate pefecto para nuestros productos, y nuestra tienda está destacada en guías de todo el mundo incluso de Japón. Son productos de elevada calidad y conformes a las normas de calidad turística. Esto nos convierte en el único comercio que cuenta con esta normativa", apunta Jurado. El hecho de que sean los propios artesanos quienes atienden la tienda, les permite también explicarle al público cómo se han elaborado estos productos.

Un público que no cesa de acceder al Zoco, sobre todo entre los meses de abril y julio, ya que está integrado en la ruta de visitas por lugares tan emblemáticos como la Mezquita, la Capilla de San Bartolomé, el Museo Taurino y la Sinanoga.

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