ELIANE ORTEGA, INVESTIGADORA

"Francia no quiere hoy en día pronunciar campo de concentración"

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Un diario encontrado. La historia de su abuelo. Una reconstrucción histórica basada en la minuciosa investigación a partir de él. Española de Orán, como le gusta definirse, Eliane Ortega se encontró con unas circunstancias excepcionales. Hija de exiliados españoles, conocedora de varios idiomas  y por tanto con la posibilidad de indagar en los archivos y multitud testimonios, ha partido de la historia de sus familias para ir recomponiendo piezas de un pedazo de España que sólo ahora empieza a desvelarse, especialmente gracia a la popularidad que tuvo un cómic hace pocos años, 'Los surcos del azar'. Al huir de España -y antes de, si tenían suerte, poder reconstruir sus vidas- muchos republicanos salieron de la sartén de la guerra civil para caer en las brasas de los campos de concentración franceses. Esta semana, Ortega ha ofrecido una conferencia al respecto en Baena.

Procede de dos familias, los Ortega y los Bernabeu, que se exilian

Mi padre y mi madre se conocieron en Orán. Con el primer exilio de marzo del 39 llega mi abuelo materno. La familia de mi padre llegó con otra oleada del exilio en el 47. Estaban en Melilla. El exilio tuvo diversas etapas. Ambas familias no se conocían y coinciden en  Orán.

¿Cuáles eran los motivos por los que tuvieron que exiliarse?

Eran de la CNT, anarquistas. Mi abuelo, Gerardo Bernabeu, francmasón y de las Industrias Metalúrgicas Socializadas Alicantina, una cooperativa del metal con gran presencia de la CNT. Realmente tengo mucha más documentación de mi abuelo Gerardo Bernabeu Villaplana. Eran una familia de Alcoy, como  dicen los valencianos mecanic textil, mecánicos de la industria textil. Cuando la industria textil de Alcoy decae por la competencia de la lana inglesa y se pierden las colonias de ultramar, viene la burguesía catalana con su dinero de Cuba y se instala en Llobregat y toda esa zona y crean industrias también textiles. ¿Qué hicieron los alcoyanos? Subir a Barcelona, a Manresa, a Tarrasa...se crea allí todo ese mundo obrero textil del que surge en 1907 la CNT. Mis abuelos y tíos abuelos partiparon activamente en la constitución de la CNT. De hecho mi tío abuelo, ya entonces, tiene una ponencia sobre el trabajo de la mujer embarazada. Más tarde, sobre los años 20, se trasladaron a Valencia. Allí muere mi bisabuelo, Batista Bernabeu. Mi abuelo, Gerardo, baja a Alicante y empieza a trabajar con máquinas de escribir. Monta un taller donde las máquinas de escribir no se vendían, se alquilaban. Iban por ejemplo con una carreta y se la daban al notario alquilada por unas horas. Años más tarde, en el 42, ya en Argel, los contrata la casa Remington, empresa americana de máquinas de escribir. Curiosamente de ahí la familia derivó tras décadas a ser altos técnicos de informática. 

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¿Cómo era aquel Orán?

Era una ciudad europea con un carácter mediterráneo con una fuerte huella española. Allí el magrebí hablaba español, árabe y francés. Llegábamos a tener un idioma que se llama pataouet, una mezcal de árabe, francés y valenciano...el ¡che! [ríe] sí, el moro diciendo ¡che! [Eliane Ortega empieza a hablar en pataouet de forma cómica, donde se mezclan términos franceses y valencianos que se traducen como vamos a tormar un aperitivo con aceitunas].

¿Cómo vivieron ese exilio?

La personas que vivieron la guerra de España, porque no me gusta hablar de guerra civil, eso fue al principio, luego ya había alemanes, italianos, moros...de civil tenía muy poco...¿cómo lo vivieron ellos? A ver. Mi abuelo lo vivió de forma distinta a mi padre o a mí. La guerra de España es una guerra que se perdió y con la que se pierde todo aquello por lo que habían luchado los republicanos. Mi abuelo estuvo en un campo de concentración francés. Mi padre, aunque tengo poca documentación, vivió torturas de la Guardia Civil en Melilla. Ambos vivieron el exilio añorando su tierra. Se reproducían fiestas, se hacían comidas. También se reunían por círculos. Mi abuelo con los francmasones, mi padre con simpatizantes de la UGT. Las navidades se hacían en familia con los mantecados y los borrachuelos. 

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¿Llegaban a adaptarse los exiliados y conseguir salir adelante?

El español  que vino en determinadas olas de inmigración pero tenía ya la nacionalidad francesa e iban al colegio, a los que llamaban pies negros, pudieron tener propiedades precisamente porque se nacionalizaban para ello. Si no estabas nacionalizado  no podías tener una propiedad. Estos llegaro a finales del siglo XIX y llegaron a tener fábricas de tabaco, bienes, una buena posición económica. El  que llegó después y tenía que abrirse camino pues le costó un poquito más. Yo, por ejemplo, nací en una casa muy humilde, vivíamos  de alquiler, no llegamos a tener una posición burguesa pero sí nuestro coche y veníamos a España de viaje en verano. Vestíamos bien dentro de lo que cabe. Yo iba a un instituto francés. Yo diría que los españoles que se fueron a Orán llegaron a vivir bien en un 90%.

Sí que comentó antes que volvían en verano. ¿Se permitían esas vacaciones de gente exiliada?

Sí. Y con coche nuevo [ríe].  Recuerdo venir de pequeña a Córdoba

¿Cómo se permitía?

Porque, como decía Franco, mi padre no tenía las manos manchadas de sangre. Era un crío que llegó a ayudar a familiares míos que estaban en el maqui, en el monte Gurugu, en Melilla, sirviendo de enlace, y por lo que sufrió torturas de la Guardia Civil. Pero era muy joven cuando empezó la guerra, tenía 16 años. Realmente no hizo la guerra, así que podía volver. Recuerdo estar en Valencia con mi madre a los cuatro. Y a los cinco en Córdoba. Mi padre compró una finca nueva y veníamos con mi tía y mi prima para Málaga. También íbamos a Mellilla porque mi padre tenía amigos de la infancia. Recuerdo ir de pequeña a la feria de Melilla.

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¿Qué contraste veía entre ese Orán y la España que visitaba?

Pues imagina que sales de una ciudad con ambiente universitario, como Salamanca, y te metes en un pueblo de Huesca donde hay pastores y cuatro catetos. Era algo así. No lo digo como insulto.

En principio se trata de una ciudad africana, ¿cómo podía en la comparación estar más avanzada que la España de entonces?

Porque era una colonia francesa. Hoy día todavía España tiene un retraso cultural tremendo. Entonces te ponías un minifalda y te miraban... pero no sexualmente, sino...pecado. Había una gran huella religiosa. Yo soy, por cierto, oranesa. Española de Orán. Mi padre me declaró en el consulado, no en el Ayuntamiento. No soy española de España.

¿Les hablaban sus padres de la guerra cuando era pequeña?

Algo se hablaba. Pero por ejemplo mi abuelo nunca hablaba de los campos de concentración. Me enteré cuando mi tío me dio su diario.

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¿Cuándo accede a ese diario y qué extrae de él? 

Actualmente está publicado dentro del libro 'La alcazaba del olvido'. La primera parte es la vida de Miguel Martínez, otro exiliado. La segunda el diario de mi abuelo hasta donde se pudo salvar. Resumirlo es muy difícil. Cuenta cómo ve la situación desde el 12 de marzo del 39 y empieza a describir su exilio. Desde lo que costaba el pasaje. Aquello, como hoy en día, era tráfico de personas. Hay cartas en la Fundación Pablo Iglesias que muestran como se cobraba en azafrán. Porque no querían dinero de la República. En Inglaterra se reciclaron barcos viejos para el tráfico humano. El diario cuenta quién sube, cuántos pasajeros hay, cómo llegan...el 13 de marzo llegan a Orán. Esa fecha es importante porque a partir de ahí se ponen en marcha los campos de concentración franceses. Ahí lo derivan a un pueblecito cerca de Argel e inmediatamente a un centro de internamiento.

¿Cómo son esos campos?

Están en  las ciudades. Son estructuras ya hechas. En este caso una cuadra de caballos abandonada. Aquello fue por un lado una desbandada y por otro una improvisación. Un caos. Otras eran antiguas cárceles abandonadas, llenas de ratas. Otras antiguas bodegas. Se pueden dividir en campos de concentración, campos de trabajos forzados y campos de la muerte. No de exterminio. De la muerte. Más que tipos son fórmulas. 

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¿A qué se refiere con fórmulas?

Por ejemplo en Moran había entre 3.000 a 5.000 prisioneros. No había trabajos forzados. Mi abuelo estuvo ahí en el 40. Lo sacó una familia de Alcoy que se tenía que responsabilizar de él para que no hubiese vagabundos en la calle. Otros prisioneros se apuntaban a la legión para luchar contra Hitler. Pero luego, cuando Petain hace los acuerdos se convierten en proscritos y a lo mejor lo envían a ese campo, que con el transcurso del tiempo va endureciéndose, por eso hablé de fórmulas. El mismo campo puede ser al principio sólo de internamiento y más tarde evoluciona a tener trabajos forzados. Había  también campos del desierto donde trabajaban en las minas y el tren transahariano, como el de Hadjerta. Ahí eran dueños de la vida y de la muerte. Te podían matar a palos y luego declarar muerte natural. Claro, te morías naturalmente de la paliza [ríe]. Buarfa, por decirlo así, son cuatro casas en el desierto. Se dedicaba a picar piedra y se iban desplazando, haciendo nuevos asentamientos de tiendas. Había pocos vigilantes...porque el desierto se encargaba de ti. Y si no estaban los Goomier, soldados  magrebíes del ejército francés, que eran lo último de la escala social, y les pagaban por cabeza de español si a alguno se le ocurría escapar. En Buarfa llegaron a trabajar entre 2.000 y 3.000, es difícil de determinanr proque entraban y salían, entraban y salían. Ahora estoy trabajando con el campo de Djelfa, intentando hacer la lista de los prisioneros, y llevo en ello varios años. Curiosamente he llegado a conocer muchos campos por los poemas de Max Aub. En muchos casos no hay documentación y tienes que reunir información por los testimonios.

Cuando llegaron los americanos hicieron consejos de guerra

Resulta chocante, al menos en principio, que un país como Francia recluyese a los republicanos en campos de este tipo.

Cuando llegaron los americanos hicieron consejos de guerra. Hubo penas de cárcel y también de muerte. Fue una especie de juicios de Nuremberg. Francia no quiere hoy en día pronunciar campo de concentración. Es una realidad que ha existido y que ahora empieza a reconocerse.

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¿Por qué decide dedicarse a este tipo de investigación?

Fui viendo que tenía un material que muy poca gente tenía. Desde el diario de mi abuelo hasta mi vida allí, pues estuvimos hasta el 72. Nadie de Argelia está escribiendo nada sobre esto, sólo españoles. Pero cometen a veces muchos errores. No conocen el terreno, la geografía, para ir a las fuentes debes saber hablar español, francés, árabe... 
Me encontré con que no sabía muchas cosas de los seres con los que había convivido, y esos nuevo datos, como el buen vino que se decanta, los hicieron mejores.

¿Qué es lo que más le ha llamado la atención en sus investigaciones?

Una cuestión humana. Lo más sorprendente es que no sabían lo que eran las pastillas para la depresión. Aprendieron a sobrevivir a tres años de guerra, a campos en unas condiciones de pena, separados de sus familias, vivieron un exilio. He conocido a gente que estuvo en el campo de Buarfa y eran personalmente unos cachondos mentales. Era un campo de trabajos forzados. Trabajaban las minas de manganeso y el transahariano. Era un tipo de esclavitud. Y hoy te hacen un poco así...y ya tienes depresión. Entonces eran trabajadores de la supervivencia.

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