Efemérides cordobesas

Tal día como hoy de 1483 muere en la hoguera por hereje y falso converso el tesorero de la Catedral

Una novela histórica de Luis Enrique Sánchez habla de la vida del condenado Pedro Fernández de Alcaudete
'Condenados por la Inquisición'', de Eugenio Lucas
photo_camera 'Condenados por la Inquisición'', de Eugenio Lucas

Cuando se habla del pasado haya que tener siempre en cuenta que la historia de una ciudad suele estar llena de episodios convulsos y violentos , que hay que saber mirar siempre con perspectiva histórica. Eso no significa comulgar con esas ideas, aunque sí, en cierto modo, entenderlas porque ocurren en un marco temporal muy determinado, con una cultura que dista mucho de la actual y, en muchos casos, con la confianza de los protagonistas de un hecho que creían firmemente en la bondad de su actuación.

Dicho lo cual, y teniendo en cuenta que la Inquisición vista con ojos contemporáneos es por completo aborrecible, hay que recordar que en Córdoba, tal día como hoy, pero de 1483, muere en la hoguera en Auto de Fe el llamado 'Tesorero de la Catedral', de nombre Pedro Fernández de Alcaudete.

Lo primero que hay que preguntarse es qué hizo esta persona para merecerse semejante y espantoso final de morir abrasado por las llamas (dicen que el humo es más piadoso y hacen que se desvanezcan antes de que el fuego queme con dolor la carne). Pues bien, según Cordobapedia, fue acusado de hereje y de ser un falso converso al cristianismo, siendo como era, un cargo de responsabilidad para la Iglesia como tesorero canónigo del Cabildo de la Catedral.

Para saber algo más sobre él, para los más curiosos, la editorial cordobesa Almazara editó en 2006 una novela histórica de Luis Enrique Sánchez bajo el título de 'El tesorero de la Catedral', ambientada , como no podía ser de otro modo, en la Córdoba del Siglo XV, concretamente entre los años 1473 y 1484, donde se retrata una sociedad convulsa y violenta, dominada por un Iglesia infectada por la depravación, en la que sobresale la figura del Tesorero de la Catedral, don Pedro Fernández de Alcaudete, personaje histórico del que únicamente se conoce su truculento final y que domina toda una vorágine, llevado por su ilimitada ambición.

La novela profundiza en la compleja personalidad de un hombre que prostituye hasta su conciencia para conseguir el dominio sobre los demás, en la búsqueda del poder absoluto.

En cualquier caso, Cordobapedia también publica una parte del edicto de la sentencia a raíz de un "manuscrito que se halla en el archivo del Real convento de San Pedro de la Orden Franciscana, Casa grande de esta Ciudad".

Básicamente viene a decir que al amparo de los "Reverendos Padres é Señores inquisidores de nuestra santa fe cathólica por la authoridad Apostólica y jurisdicción ordinaria, conviene á saber, Fray Martin de Cazo de la Orden de San Francisco Maestro de Sagrada Theología, y el Doctor Pedro Martinez de Barrio y el Bachiller Anton Ruiz de Morales Canónigos de la Yglesia de esta ciudad, y el Licenciado Juan Gutierrez de las Cañas, é Don Lope de Sandoval Dean, é Don Francisco de Balenzuela Arzediano de Córdova, é Don Pedro Gonzales de Hozes Chantre, é Simon Lopez de Valenzuela é Luis Mendez de Morales Canónigos", y con el "Reverendo Señor Don Rodrigo de Soria obispo de Málaga" como testigo, se condena por "erege judaizado apostatado".

Así se indica que el condenado tuvo la mala suerte de "aver caido en error de herejía é judaizado, teniendo como tenia al público nombre de christiano, ó en el secreto nombre de Judio, é con el que siempre celebraba las fiestas expecial de la Ley de Moises, diciendo que aquella era la verdadera Ley por Dios dada, é que la Ley de Christo que era burla".

La condena la firma y ordena el Bachiller Pedro de la Cueva Alcalde de la Justicia en esta ciudad de Córdova, y en su sentencia habla de "fallo, que le devo condenar y condeno por los dichos delitos é errores á pena de muerte natural, la cual mando que sea por fuego material, é sea quemado vivo hasta tanto que sea convertido en ceniza, é á pena de confiscacion de todos sus bienes, los quales confisco é aplico á quien con derecho los debe haver".

Y no queda en eso la cosa, para más escarnio, el condenado debía llegar al cadalso cabalgando "en un asno con una soga al pescuexo; é las manos atadas, lo lieve á quemar vivo á la Puerta baja".