Modernidad y religión

La Masonería advierte al obispo de Córdoba que "el integrismo conduce al dogmatismo y al odio"

Una carta del Hermano Óscar de Alfonso a Demetrio Fernández echa en cara al prelado que la Iglesia Católica haya vetado la colaboración de la Respetable Logia Maimónides con los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca
Presentación de las Jornadas de la Presencia de la Masonería en Córdoba 2019
photo_camera Presentación de las Jornadas sobre Masonería en febrero pasado

La Iglesia Católica está poniendo en práctica en la actualidad  actuaciones que recuerdan peligrosamente a una época oscura que durante 40 años sumió a este país, España, en el retraso más absoluto y en la intolerancia después de que el Obispado de Córdoba haya obligado a rechazar a los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca la colaboración de la Masonería en su obra social, concretamente de la mano de Hermano Óscar de Alfonso, de la Respetable Logia Maimónides número 173, según indica en una misiva al obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, el muy respetable Hermano Óscar de Alfonso, a la que ha tenido acceso este periódico.

En esa carta el Gran Maestro de la Gran Logia de España reflexiona sobre el choque permanente de la Masonería con todos los integrismos que ha conocido el mundo. Por su parte, siempre según la misma fuente, en su escueta respuesta, el obispo de Córdoba elude entrar en el fondo de la cuestión -la razón de la anulación del convenio- y se lava las manos atribuyendo la decisión al Superior General y al obispo asesor. 

"He sido conocedor de que su determinante actuación episcopal ha forzado a los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca de Córdoba a rechazar la generosa ayuda ofrecida por los Hermanos de la Respetable Logia Maimónides número 173 de la Gran Logia de España; sólo desde el integrismo religioso puedo entender una actuación que privará a unos monjes volcados en el amor al prójimo de recursos destinados a los más necesitados".

Las manos de la estatua de Maimonides en la Torre de La Calahorra en Córdoba

Según la misiva, a la que Córdoba Hoy ha tenido acceso, los maestros que fundaron la Logia cordobesa, "que usted repudia por su impureza", quisieron honrar el nombre del gran médico y filósofo que nació en Córdoba hace 1.000 años, cuando la ciudad pertenecía al imperio almorávide. "Como obispo de Córdoba estará familiarizado con la historia de uno de los hijos más ilustres de la ciudad", ya que Maimónides ha pasado a la historia de Occidente por su Guía de los Perplejos, "que escribió para conciliar la razón y la fe tras descubrir a Aristóteles gracias a las traducciones árabes". En caso del filósofo judío cordobés, provenía de una familia erudita, descendiente del mismísimo rabí que en el siglo II redactó la Mishná, la compilación escrita que consolidó la tradición oral judía en torno a la Torá.

Precisamente, su carácter de hebreo le hizo sufrir en dos ocasiones la persecución del integrismo religioso. La primera, cuando la invasión almohade puso fin "a la feliz convivencia de credos religiosos que tenía lugar en la ciudad". En este caso, llegaron los "integristas del Islam" cuando Maimónides tenía solo 13 años y tuvo que huir y "convertirse falsamente" para salvar la vida. La segunda, "seguramente más dolorosa", cuando los integristas del judaísmo le declararon hereje de su propia religión, la que le unía íntimamente a Dios, por su acercamiento a Aristóteles. Maimonides, "que fue víctima del integrismo musulmán y del integrismo judío en vida, es hoy, gracias a su reverendísima persona, víctima, un milenio después, del integrismo cristiano".

Frente a eso, la Masonería moderna nació como un espacio de tolerancia religiosa -hace 300 años no existían las ideologías- en una Europa desangrada por el integrismo de católicos y protestantes. Y en este punto de la carta, el Gran Hermano indica al prelado cordobés que "el integrismo, elija usted el que quiera, hace hincapié en la necesidad de ser íntegro. ¿Qué hay de malo en ello? Aparentemente, nada". Pero "el único problema es que el integrismo divide el mundo en dos: los puros, los íntegros, los seres completos a un lado, y los impuros, los corruptos y los incompletos al otro".

En este sentido, la carta destaca que "el integrismo conduce al dogmatismo, a la ausencia de autocrítica, al fanatismo y al odio al diferente", y "es capaz de la guerra santa o la cámara de gas". La modernidad, frente a la batalla de los integrismos que le precedieron, defiende la construcción de sociedades donde cada individuo tenga el derecho a pensar libremente y la obligación de tolerar a quien piense diferente, pero el integrismo pretende la homogeneidad del mundo bajo una bandera, un libro sagrado o una raza; la Masonería, sin embargo, que ciertamente es un faro desde hace 300 años de los valores que están construyendo, no sin pasos atrás, la modernidad, canta a un mundo heterogéneo en el que las banderas, los libros sagrados o las razas convivan sin pretender destruirse".


El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández
Sin duda, los puros como su reverendísima persona, que detentan una visión integrista de la religión, todavía recuerdan que en el siglo XIX, la Iglesia de Roma emitió las más severas condenas que puedan imaginarse hacia la Masonería (entre otras cosas, por defender la loca idea de que el pueblo eligiese a sus gobernantes). "Sin duda, el combate del siglo XIX entre la Masonería y la Iglesia fue una metáfora de cómo se enfrentaban los restos del Antiguo Régimen con la Edad Moderna", Un enfretamiento que se relajó en 1965, cuando la Iglesia Católica superó su integrismo doctrinal en un Concilio y promulgó la Declaración Dignitates Humanae aceptando -hasta entonces no lo había hecho- la libertad religiosa de cada ser humano. 

"Estará usted al tanto de que, en el siglo XXI, el único documento de cierta entidad sobre la Masonería emitido por la Iglesia Católica es la llamada del cardenal italiano Gianfranco Ravasi, presidente del Colegio Pontificio para la Cultura, al diálogo entre la Masonería y la Iglesia Católica basado en los valores comunes de ambas instituciones: el sentido de comunidad, la beneficencia, la lucha contra el materialismo o la defensa de la dignidad humana", le indica a Fernández Óscar de Alfonso.

Por ello la Masonería está, exactamente, donde estaba hace 300 años. Y es que en las logias "se abrazan en esos valores - el sentido de comunidad, la beneficencia, la lucha contra el materialismo o la defensa de la dignidad humana- personas que practican religiones diversas", e insiste en preguntar "¿qué hay de malo en ello? Nada, salvo para un integrista judío, musulmán o católico".

Además, le recuerda a Demetrio Fernández que cada obispo "es un príncipe absoluto en su Diócesis. Viste de púrpura, y porta la mitra y el báculo. Algunos como usted, Don Demetrio, son integristas capaces de privar a los necesitados del amor fraternal que la Masonería profesa hacia cada ser humano". Por esa razón, "su existencia como príncipe es un problema de la Iglesia, no nuestro. Nosotros encontraremos el modo de que los recursos lleguen a los más necesitados. Le sorprenderá saber que fuera de la Iglesia Católica también hay gente de bien".

Y termina diciendo que "el Gran Arquitecto, al que los masones imitamos al edificar cada una de las catedrales góticas que siguen en pie, juzgará la perfección de cada templo vivo. Ojalá no sea demasiado severo, ni conmigo ni con su reverendísima persona".