Cultura

Córdoba tiene un mundo oculto ante sus ojos: el universo en miniatura de la flora espontánea

Está a nuestro alrededor. Un mundo oculto que nos acompaña en la vida cotidiana. Entre los adoquines del suelo. En las grietas más insospechadas. En los parterres. En los tejados. En el rincón por el que pasamos cada día varias veces una y otra semana. En un hueco o abertura. Un mundo pequeño y fascinante que pasa desapercibido casi siempre. Demanda atención, hay que fijarse. Y fijarse bien.  Cuando esto sucede llega el asombro.

Hablamos de las plantas vecinas, conocidas muchas veces malas hierbas. Las podemos llamar flora espontánea, es decir, aquella que crece sin ayuda ni intervención alguna del hombre. Sobre este tipo de vegetales están haciendo un catálogo las biólogas Sara Parras y Blanca Rodríguez [a la dcha. e izda. en la foto respectivamente].

Blanca Rodríguez y Sara Parras

Se conocieron en primero de carrera y en el departamento de etología  (zoología) tomaron un contacto más estrecho. Parras estaba haciendo un estudio de la flora riparia, es decir, la que crece cerca de ríos o arroyos, Rodríguez haciendo prácticas en el  Servicio de Protección Ambiental. Ambas se preguntaron por qué no se hacían catálogos de la flora urbana, al margen de la que existe en parques y jardines o algunas de árboles singulares. Y llegó el singular proyecto, como ellas mismas señalan "darle la vuelta a la tortilla", es decir, rescatar y exponer el valor de esa flora que se considera muchas veces que molesta o no es cuando menos estética según algunos (discutibles) cánones.

De esta manera preguntaron a sus profesores para saber cómo poder encauzar un objetivo tan amplio. En el departamento de botánica les revelaron que el biólogo Rafael Tamajón, autor de uno de los primeros catálogos de árboles singulares de España y otros muchos trabajos, ya estaba trabajando en algo similar pero circunscrito al barrio de Levante. "Para él ampliarlo a toda Córdoba era mucho volumen de trabajo, y nosotras carecíamos de experiencia, fue la mezcla perfecta", nos cuentan. De esta forma los tres, coordinados por Tamajón, ampliaron a la capital entera.

Y así, manos  a la obra (y lupa en el ojo muchas veces) fueron dividiendo los barrios de Córdoba por transectos para hacer recorridos y recoger muestras. "Una de las hipótesis que barajamos es que la flora urbana es más diversa porque existe un mayor número de  hábitats colonizables", expone Sara Parras. Llegan a catalogar hasta la flora que puede salir junto a una tapadera de alcantarilla o entre dos losetas.

El trabajo, como pueden suponer, es ingente y muy difícil de abarcar. Incluye helechos y toda la flora que tiene sistema vascular, sobre todo herbáceas. Por sistema vascular se entiende que cuenten con floema y xilema, se puede decir que una especie de circulación. El floema se ocupa del transporte de azúcares y otros productos y el xilema del agua y sales minerales. Se descartan por ejemplo los líquenes (que están siendo parte de otro estudio de Rafael Tamajón). Estas biólogas ya han conseguido obtener una muestra representativa de toda la ciudad y los polígonos. En su mente está extender el estudio a algunos pueblos.

"Hay que hacer muestreos generales y luego de nuevo pasar por el mismo sitio, porque además hay que corroborar que se trata de flora espontánea, que es la que sobrevive sin necesidad de nuestra intervención", detalla Blanca Rodríguez. Y así han conseguido determinar que en Córdoba hay 462 taxones, es decir,  categorías de flora espontánea, dentro de las que puede haber grupos emparentados,especies, subespecies o géneros. La mayoría de estas categorías, salvo excepciones, pertenecen a especies muy pequeñas.

Un mundo en miniatura

Parras y Rodríguez se muestran sorprendidas por lo que se puede llamar microcosmos del parque de Colón, donde al parecer hay todo un mundo en miniatura que se escapa a los ojos...sólo por falta de atención. Por ejemplo sólo en estos jardines hay tres variedades distintas de verónica. En los jardines de Orive encontraron otro tipo de planta llamado smilax con la que no esperaban toparse. La smilax la conocerán por zarza morisca o más popularmente como zarzaparrilla. 

¿Otro lugar sorprendente? El muro de la calle Fernando de Lara, vía paralela a Ollerías que desemboca por un extremo en la calle Cárcamo y por otro en el Jardín de los Poetas, aledaño a Ronda del Marrubial. Ambas biólogas lo califican coloquialmente como "una pasada". Sólo en ese muro han clasificado decenas de especies, motivo suficiente como para pararse a mirarlo mejor o con otros ojos mucho, mucho más abiertos."Además en este tipo de muros envejecidos, las plantas se asemejan más a las que crecen en roquedos naturales", explica Parras. "Las ciudades son hostiles para las plantas, representan desiertos de cemento, este tipo de muros representan una oportunidad para plantas que realmente crecen muy lejos de aquí".

Quédense con este nombre: Soliva estolonifera. Aunque se trata de una especie alóctona, es decir, no propia de Córdoba, sin embargo se ha adaptado aquí de forma especial a los empedrados típicos de nuestra ciudad. Se podría decir que Córdoba, o mejor dicho algunas de sus calles, han adoptado a este tipo de margarita. "Son plantas diminutas, los frutos son como pelusillas blancas", señala Rodríguez.

Pero esta "adopción" tiene más importancia de la que parece, ya que cada vez que levantan una calle para hacer obra o renovarlas se pierden poblaciones enteras de esta especie. Los empedrados cordobeses se pueden considerar un reducto protector para ellas. Y de entre estos reductos destaca el empedrado de San Cayetano, una inesperada reserva donde se puede observar a esta pequeñísima planta. "Piensas que ahí no puede vivir nada, te agachas y entre piedra y piedra hay un mundo", concluye Parras.

Dentro de este mundo liliputiense hay alguna excepción que, en comparación, pertenece a los gigantes. Por ejemplo cerca de la Corredera las biólogas han detectado una higuera espontánea saliendo de una grieta. También hay lechugas de cierto tamaño en farolas donde haya humedad. Algunas, de hecho, muy grandes. Las que consumimos por ejemplo en ensaladas son una variedad de estas, llamadas tucas. "Las lechugas además son un tipo de margaritas, aunque parezca una locura", bromea Parras. "Las lechugas dan un tipo de diente de león al que llamamos vilano, esas pelusillas que vuelan, en este caso muy pequeño".

La Mezquita, el Alcázar y los patios

Si la Mezquita y el Alcázar son dos de los grandes monumentos de Córdoba, resulta que a su interés arquitectónico o histórico hay que sumarle el botánico en el campo de la flora espontánea.

Y así por ejemplo el Patio de los Naranjos cuenta con muestras de chenopodium, un tipo de bledo. En el Alcázar cuelgan alcaparras que califican de preciosas por su flor, y que muchas veces son arrancadas por motivos de limpieza.

En algunos patios de Córdoba hay cymbalaria o palomita blanca. Curiosamente, nos cuentan, es muy difícil de reproducir en una maceta y cuando sale resulta muy querida por los dueños de los patios (en los que aún no han investigado con profundidad).

Espontáneos y escapados/exóticas invasoras

Parte de las plantas espontáneas son escapadas o escapones. O sea, que mira uno por ejemplo arriba y en un balcón hay unas plantas en las macetas. La semilla cae abajo y crece ya como espontánea. Por ejemplo así han detectado a especies de kalanchoes en calles de la ciudad que vienen de casas cercanas. 

La observación de esta flora espontánea, y también la espontánea escapada, da una idea de los efectos de las especies invasoras, muchas de ellas procedentes de modas ornamentales y casi siempre procedentes de climas más  húmedos. Así están por ejemplo el ailanto, los plumeros o la conocida como banderita española (Lantana camara). Por ejemplo en solares del Brillante han detectado a esta banderita española. Una vez estas especies crecen como flora espontánea desplazan a la vegetación autóctona y se pueden convertir en un problema ambiental.

Otra invasora detectada como espontánea es la Austrocylindropuntia, un tipo de cactus extendido por El Patriarca.

Los descampados

¿Recuerdan que ambas biólogas le querían dar la vuelta a la tortilla en cuanto al concepto de estas malas hierbas? En este punto defienden hasta a los descampados que quedan en la ciudad (muchos menos que hace décadas). Son lugares de gran riqueza de flora espontánea para los que incluso piden, mientras se pueda, un cierto mantenimiento, puesto que hay especies que sin tales lugares desaparecerían para siempre de la ciudad. Y no sólo eso. Interpretan un papel mucho más importante al alimentar a ciertas especies de insectos o pequeños animales que a su vez son el alimento de aves. Los descampados son uno de los sostenes de la riqueza en la fauna y flora urbana. Una de las propuestas de estas investigadoras es que el desbroce se haga una vez completado el ciclo reproductivo de la planta, no antes. De esta manera se conservarían por ejemplo las malvas, de cuyo fruto se alimentan algunas aves. Sólo quedan malvas en la ciudad en los descampados.

La que se avecina

"Nos gustaría completar el catálogo con vecindades, pues a las plantas les gusta juntarse entre sí, pero con unas sí y con otras no", apunta Rodríguez. "Las plantas, aunque parezca mentira, libran sus guerras, y deciden contigo sí...pero contigo no", continúa Parras. Y así en determinado tipo de zonas se dan el mismo tipo de plantas espontáneas. Por ejemplo en los descampados se puede considerar al amaranto como uno de los victoriosos en estas batallas.

Rutas y turismo

Sara Parras y Blanca Rodríguez tienen el proyecto de poner en marcha recorridos para conocer esta flora espontánea, pero apuntan más alto, ya que opinan que se podría apostar por el turismo vegetal, donde este tipo de flora tendría su lugar representativo. Para ellas algunos lugares determinados deberían determinarse como 'puntos de interés botánico'.

El paradigma mala hierba

"Una hierba es mala cuando se te está comiendo los tomates, cuando se te está comiendo el rosal, pero muchas veces en las ciudades lo que nosotros plantamos ocupa el lugar de plantas que sí dan de comer a un gorrión, dan de comer a una oruga y propician un ciclo que es importante; entonces ¿quién es la mala hierba ahí?", se pregunta Parras. "Hay muchas actuaciones por ejemplo para cuidar a los aviones, las golondrinas o los murciélagos, ya que se ponen cajas-nido, pero las plantas quedan en un segundo lugar", continúa Rodríguez "no es que queramos que crezca este tipo de hierbas o flora por toda la ciudad, pero sí que se tenga en cuenta que tiene más importancia de la que parece y se cambie su modelo de gestión". Por tanto ese concepto de mala hierba habría que en el mundo de los cultivos agrícolas  o  huertos y desecharlo en la ciudad.

Casi todos los ciudadanos nos perdemos este mundo, ¿cómo acceder a él? "Es algo tan fácil como mirar al suelo y tener curiosidad", concluyen ambas.

Blanca Rodríguez y Sara Parras tiene el grupo de Facebook 'Flora cordobesa', donde se puede aprender y participar en torno a diversas cuestiones relacionadas con la flora espontánea u otros asuntos botánicos.

TEXTO: ALFREDO MARTÍN -GÓRRIZ

 

Convolvulus arvensis como enredadera
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Convolvulus arvensis como enredadera. Foto: Blanca Rodríguez

Diversidad en un tejado
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Diversidad en un tejado. Foto: Blanca Rodríguez

Muro y tejado con Aristolochia baetica
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Muro y tejado con Aristolochia baetica. Foto: Sara Parras

Sedum sediforme en un tejado
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Sedum sediforme en un tejado. Foto: Blanca Rodríguez

Soliva stolonifera
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Soliva stolonifera: Foto: Blanca Rodríguez

Crassula tillaea en el muro de la calle Fernando de Lara, podemos encontrarla en la sierra en terrenos muy pisoteados. Blanca Rodríguez
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Crassula tillaea en el muro de la calle Fernando de Lara, podemos encontrarla en la sierra en terrenos muy pisoteados. Foto Blanca Rodríguez

Phyla filiformis. Foto Blanca Rodríguez
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Phyla filiformis. Foto Blanca Rodríguez

Callitriche brutia en el empedrado. Foto Blanca Rodríguez
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Callitriche brutia en el empedrado. Foto Blanca Rodríguez

Trifolium fragiferum (trébol fresa), como perfecto tapizante de céspedes. Foto Sara Parras
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Trifolium fragiferum (trébol fresa), como perfecto tapizante de céspedes. Foto Sara Parras

Prunella vulgaris en césped. Blanca Rodríguez
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Prunella vulgaris en césped. Foto: Blanca Rodríguez